Ese fue el nombre que escogió el Papa número 266 después de san
Pedro. Con su elección, la catolicidad “acaba de pronunciarse contra los
dictadores y la política de la amenaza y el miedo”, escribió un
periodista de la época. De hecho, el régimen nazi no sentía ni un
milímetro de simpatía por el cardenal Paccelli. Tampoco los rojos:
durante los “días locos” de 1919, nuncio en Munich, el futuro Papa
estuvo a punto de ser asesinado por las bandas de milicianos que
asaltaron la nunciatura.
Vive episodios del terror soviético de capital importancia para
entender las decisiones que tomaría cuando le tocara ser jefe de la
Iglesia. Ha sido Pío XII posiblemente el Papa más discutido de la historia moderna,
al que tocó enfrentar trastornos técnicos, científicos, morales y
políticos de magnitud no vista en el mundo desde 20 siglos atrás.
La historia lo ha juzgado severamente por entender y proclamar que el ateísmo comunista era tan peligroso como el nacionalismo. No era, ciertamente, el discurso políticamente correcto.
Explicó así la elección de su nombre papal: “Pío es un nombre de paz”.
Tal vez tuvo la premonición de que le tocaría transitar momentos muy
difíciles, aunque no podría haber imaginado cuánto, a pesar de su
capacidad perceptiva y fino “olfato” político, al punto de que muchos se
han atrevido a sugerir que Juan Pablo II sería el heredero directo de Pío XII.
Era también un místico. Sobre sus experiencias hay testimonios fantásticos como aquel en 1950, cuando vio al sol dar vueltas sobre sí mismo igual que, en 1917, giraría sobre los videntes de Fátima.
No en balde fue capaz de prever asuntos que
permanecerían vedados al entendimiento del resto de la humanidad en
momentos cruciales que, décadas después, cobraron impresionante
vigencia.
Un ejemplo claro fue el caso del prelado Joszef Mindszenty, quien
selló su oposición extrema al comunismo, al que combatió heroicamente.
Había enfrentado a los nazis por lo que, acabada la tormenta de la
Segunda Guerra Mundial, Mindszenty se había convertido en un héroe
nacional.
Sin embargo, los acuerdos de Yalta entregaron a la nación
desventurada al régimen comunista que tomó el poder. El primado pasó a
ser el protagonista de la resistencia católica al sanguinario régimen
soviético de Rakosi.
El papa Pío XII ya lo había nombrado cardenal y primado de Hungría, y
le encargó la misión de fomentar el retorno de su patria a la fe. Al entregarle el capelo cardenalicio, el Papa le dice en tono profético: entre los purpurados presentes “tú serás el primero en sufrir el martirio, simbolizado por este color púrpura”… Lo demás, es historia.
Para citar otro caso sorprendente: la preocupación de Pío XII por Venezuela
fue manifestada a lo largo de varios mensajes. No se circunscribían a
un evento o fecha especial. Ya en 1952, durante el Año Jubilar cuyo
momento culminante fue la Coronación Canónica de la Virgen de Coromoto
-Patrona de Venezuela- el 11 de septiembre, se escuchó el radiomensaje
del Papa transmitido en directo desde Catelgandolfo, Italia: “Los
que os decís hijos de una nación católica, corred ante su trono de amor y
de gracia pidiéndole que os la conserve y os la consolide, libre de
influencias malsanas que buscan ponerla en peligro… que no arraiguen
jamás, en el pródigo terruño venezolano doctrinas extrañas,
especialmente aquellas que ofenden a Ella y a su precioso Hijo”.
Venezuela, país alejado de guerras y ajeno en aquel entonces a
“doctrinas extrañas”, hoy se encuentra luchando agónicamente por salir
de su yugo.
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