“Jesús habla de un agua diversa”, dijo
Francisco explicando el Evangelio del tercer domingo de Cuaresma, que
refiere el diálogo de Jesús con la samaritana. Según explica Radio Vaticana,
el Papa señaló que cuando la mujer se da cuenta que el hombre con el
que está hablando es un profeta, “le confía la propia vida y le pone
cuestiones religiosas”. Y explicó que “su sed de afecto y de
vida plena no ha sido apagada por los cinco maridos que tuvo, es más ha
experimentado desilusiones y engaños por eso la mujer permanece golpeada
por el gran respeto que Jesús tiene por ella y cuando él le
habla, además de la verdadera fe, como relación con Dios padre en
espíritu y en verdad, entonces intuye que aquel hombre podría ser el
Mesías. Y Jesús, cosa rarísima lo confirma: “Soy yo que hablo contigo”.
El Vicario de Cristo afirmó que “el agua que dona la vida eterna fue
infundida en nuestros corazones en el día de nuestro bautismo, ahora
Dios nos ha transformado y llenados de su gracia. Pero puede
darse que hayamos olvidado este gran don, o reducido a un mero dato, y
quizá vamos en busca de ‘pozos’ aunque no nos sacian la sed”.
Y aquí el obispó de Roma manifestó con fuerza, que “¡entonces este evangelio es precisamente para nosotros! Jesús nos habla como a la samaritana. Ciertamente nosotros ya lo conocemos pero quizá no lo hemos aturdido personalmente, y no lo hemos todavía reconocido como nuestro salvador. Este tiempo de Cuaresma es la ocasión buena para acercarse a él, encontrarlo en la oración en un dialogo corazón a corazón, ver su Rostro en el rostro de un hermano o de una hermana sufriente. De este modo podemos renovar en nosotros la gracia del bautismo, saciarnos en la fuente de la Palabra de Dios y de su Santo Espíritu, es así descubrir la gloria de convertimos en artífices de reconciliación e instrumentos de paz en la vida cotidiana”.
Y aquí el obispó de Roma manifestó con fuerza, que “¡entonces este evangelio es precisamente para nosotros! Jesús nos habla como a la samaritana. Ciertamente nosotros ya lo conocemos pero quizá no lo hemos aturdido personalmente, y no lo hemos todavía reconocido como nuestro salvador. Este tiempo de Cuaresma es la ocasión buena para acercarse a él, encontrarlo en la oración en un dialogo corazón a corazón, ver su Rostro en el rostro de un hermano o de una hermana sufriente. De este modo podemos renovar en nosotros la gracia del bautismo, saciarnos en la fuente de la Palabra de Dios y de su Santo Espíritu, es así descubrir la gloria de convertimos en artífices de reconciliación e instrumentos de paz en la vida cotidiana”.
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