“Los últimos, los pobres, los sin techo, los migrantes, la limosna y su próxima vista a Milán”, son algunos de los temas de la entrevista que el Papa Francisco concedió a la revista Scarp de’ tenis.
La revista de los sin techo milaneses y bajo la dirección de Caritas-Milán, es una publicación mensual, pero también un proyecto social. Y los protagonistas son las personas sin hogar, las personas que viven en situaciones difíciles o que sufren alguna forma de exclusión social.

Aprender a ponerse en los zapatos del otro
Jugando con el nombre del periódico, el Pontífice reconoce que, “es muy fatigoso ponerse en los zapatos de los demás, porque a menudo somos esclavos de nuestro egoísmo”. Pero hay otro nivel de comprensión, señala el Papa, “ponerse en los zapatos de los demás significa tener una gran capacidad de comprensión, comprender el momento y las situaciones difíciles”. Si pensamos en ello, dice el Santo Padre, comprenderemos que las existencias a menudo están hechas de soledad, entonces ponerse en los zapatos del otro significa servicio, humildad y magnanimidad.

Ver a los sin techo como personas
La primera cosa que dice el Papa cuando encuentra a una persona sin hogar es: “Buenos días”. “¿Cómo estás?”. Las personas que viven en la calle comprenden inmediatamente cuando hay verdadero interés por parte de la otra persona o cuando hay, no quiero decir ese sentimiento de compasión precisa el Pontífice, pero seguro de pena. “Se puede ver a una persona sin hogar y verla como una persona, o como si fuera un perro”. Y ellos se dan cuenta de esta manera diferente de ver. El Papa Francisco recordó que en el Arzobispado, en Buenos Aires, debajo de un portón, entre las rejas y la banqueta, vivían una familia y una pareja. “Me los encontraba todas las mañanas cuando salía –dijo– los saludaba y siempre intercambiaba algunas palabras con ellos. Nunca pensé correrlos de ahí. Algunos me decían: ‘Ensucian la Curia’, pero la suciedad está dentro, precisa el Papa. Creo que hay que hablar de personas con gran humanidad, no como si tuvieran que pagarnos una deuda, y no hay que tratarlas como si fueran pobres perros”. 

Dar limosna tocando las manos y mirando a los ojos
El Santo Padre afirma estar satisfecho por el hecho de que las parroquias y las estructuras eclesiásticas italianas han recibido su reciente llamado a abrir las puertas a los pobres. “Dar la limosna es siempre justo. Claro, no es algo bueno lanzarle al pobre solo centavos. Es importante el gesto, ayudar a quien pide viéndolo a los ojos y tocándole las manos”. Arrojar dinero y no ver a los ojos, no es un gesto de cristiano. Si se teme de dar dinero a quien después lo gastará bebiendo un vaso de vino, precisa el Papa, es bueno preguntarse si ese vaso de vino es la única felicidad que le ha quedado en la vida.

Acoger a los migrantes y refugiados
El Papa Francisco habla nuevamente sobre el tema de los migrantes: “Los que llegan a Europa escapan de la guerra o del hambre. Y nosotros somos de alguna manera culpables porque explotamos sus tierras pero no hacemos ningún tipo de inversión para que puedan obtener algún beneficio. Tienen el derecho de emigrar y tienen derecho de ser acogidos y ayudados”. Pero la acogida – puntualiza el Papa – hay que hacerla con esa virtud cristiana, que es la virtud que debería ser propia de los gobernantes, es decir la prudencia. Esto significa acoger a todos los que se puede acoger. Y esto hablando de números. Pero es igualmente importante una reflexión sobre “cómo” acoger. Porque acoger significa integrar. “Esto es lo más difícil, porque si los migrantes no se integran, son guetizados”. Siempre recuerdo el episodio de Zaventem en Bélgica, agrega el Pontífice, migrantes de segunda generación relegados en un gheto. Virtuoso según el Papa el ejemplo de integración ofrecido por Suecia.

Yo, hijo de migrantes
“Nunca me he sentido desarraigado. En Argentina todos somos migrantes. Por esto allá abajo el diálogo interreligioso es la norma. En la escuela había hebreos que llegaban principalmente de Rusia y musulmanes sirios y libaneses, o turcos con pasaporte del Imperio otomano. Había mucha fraternidad. En el país hay un número limitado de indígenas, la mayor parte de la población es de origen italiano, español, polaco, del Medio Oriente, ruso, alemán, croata, esloveno. En los años a caballo entre los dos siglos anteriores el fenómeno migratorio fue de un alcance enorme. Mi papá tenía veinte años cuando llegó a la Argentina y trabajaba en la Banca de Italia, se esposó allá”.
AgenciaSIC

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