Hace tres años que Alfonso Alonso-Lasheras es sacerdote jesuita. Reparte sus jornadas entre la Fund­ació Migra Studium (www.migrastudium.org), que acoge y ayuda a inmigrantes y refugiados en Hospitalet de Llobregat y la parroquia de Nuestra Señora de Bellvitge. Y aprovecha su experiencia como jugador de rugby, ahora como entrenador.
«El rugby me ayuda de diferentes maneras. Lo uso como herramienta pastoral porque el deporte abre muchas puertas y es una buena manera de acercarte a los chavales», explica a Laura Daniele, del diario ABC.

Una vez a la semana, Alfonso entrena a un «equipillo» de jóvenes en el campo de rugby frente al hospital de Bellvitge. «Más que los estudios o la experiencia de vida con la que puedas llegar al sacerdocio, lo que te acaba acercando a las personas o lo que termina siendo 'más vehículo de Dios', es tu propia fragilidad o debilidad», comenta.

Un club castellano fundado por un cura francés
Alfonso Alonso-Lasheras era un buen estudiante de Ingeniería Química pero en lo que más destacaba era en el deporte. A los 14 años ingresó en el Club de Rugby El Salvador, un equipo de la ciudad de Valladolid, fundado en 1960 por el profesor y sacerdote católico francés Georges Bernés.

«Se me daba muy bien», asegura este joven sacerdote de 35 años, que no se arrepiente de haber cambiado la camiseta de la selección española de rugby por la casulla.

«En mi vida como sacerdote el rugby me ha aportado una serie de valores, como el sacrificio, la paciencia, la constancia o la capacidad de esfuerzo. Siempre he creído que Jesús se había encarnado en este deporte que yo mamé de pequeño», explica Alfonso, que entró en el noviciado de la Compañía de Jesús con 23 años, después de ser «un internacional con la selección» durante cinco años.
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