Landolfo, su padre, era Conde de Aquino.
Teodora, su madre, Condesa de Teano. Su familia estaba emparentada con
los Emperadores Enrique VI y Federico II, y los Reyes de Aragón,
Castilla y Francia. Se cuenta que un santo ermitaño predijo su carrera,
diciéndole a Teodora antes de su nacimiento: "Entrará en la Orden de los
Frailes Predicadores, y su conocimiento y santidad serán tan grandes
que en vida, no se encontrará nadie que le iguale". (Prümmer, op. cit.,
18).
A los cinco años, según las costumbres de la época, fue
enviado a recibir su primera formación con los monjes benedictinos de
Monte Casino. Diligente en sus estudios, desde muy
pequeño se observó su buena disposición para la meditación y la oración,
y su maestro se sorprendió al oírle preguntar repetidas veces: "¿Que es
Dios?".
Alrededor del año 1236, le enviaron a la Universidad de Nápoles. Se
dice que el traslado se hizo por iniciativa del abad de Monte Casino,
quien escribió al padre de Tomás que un chico de su talento no debe ser
dejado en la sombra (Prümmer, op. cit., 20).
En Nápoles, sus maestros fueron Pietro Martín y Petrus Hibernos. El
cronista dice que pronto superó a Martín en gramática y fue transferido a
Pedro de Irlanda, quien le formó en Lógica y ciencias Naturales.
Las costumbres de la época dividían Filosofía y Letras en dos cursos:
el Trivium, que cubría Gramática, Lógica y Retórica; el Quadrivium, que
se componía de Música, Matemática, Geometría y Astronomía... Tomás repetía las lecciones con mayor profundidad y lucidez que sus maestros. El corazón del joven se había conservado puro en medio de la corrupción que le rodeaba, y decidió abrazar la vida religiosa.
Entre 1240 y 1243 recibió el hábito de la Orden de Santo Domingo,
atraído y dirigido por Juan de San Julián, un conocido predicador del
convento de Nápoles.
La ciudad estaba asombrada al ver a un noble joven como él tomar el
hábito de un pobre fraile. Su madre, con sentimientos de alegría y
tristeza a la vez, se apresuró a ir a Nápoles a ver a su hijo. Los
Dominicos, temiendo que se lo llevaran, le enviaron a Roma, aunque su
destino final sería París o Colonia.
Teodora convenció a los hermanos de Tomás, que eran soldados del
Emperador Federico, capturaron al novicio cerca del pueblo de
Aquependente y le recluyeron en la fortaleza de San Juan de Rocca Secca.
Allí estuvo detenido casi dos años, mientras sus padres, hermanos y hermanas hacían todo lo posible para destruir su vocación.
Sus hermanos incluso tendieron trampas a su virtud, pero el puro
novicio echó de la habitación a la tentadora con un tizón que sacó del
fuego.
Hacia el fin de su vida, santo Tomás le confió a su fiel amigo y
compañero, Reinaldo de Piperno, el secreto de un favor especial que
recibió entonces. Cuando echó a la tentadora de la habitación, se arrodilló y ardientemente imploró a Dios que le concediera la integridad de mente y cuerpo.
Cayó en un sueño ligero, y mientras dormía, dos ángeles se le
aparecieron para asegurarle que su oración había sido escuchada. Le
ciñeron un cinturón, diciendo: "Te ceñimos con el cinturón de la
virginidad perpetua." Y desde ese día en adelante jamás experimentó el
más leve movimiento de la concupiscencia.
El tiempo en cautiverio no fue perdido. Su madre empezó a ceder tras
los primeros impulsos de ira y tristeza; se les permitió a los Dominicos
proporcionarle nuevos hábitos, y con la ayuda de su hermana obtuvo
algunos libros -las Sagradas Escrituras, la Metafísica de Aristóteles y
las "Sentencias" de Pedro Lombardo.
Tras año y medio o dos en prisión, sea porque su madre se dio cuenta
de que la profecía del ermitaño se cumpliría o bien porque sus hermanos
temían las amenazas de Inocencio IV y Federico II, fue puesto en
libertad bajándolo en un cesto a los brazos de los Dominicos que se
admiraron al darse cuenta de que
durante su cautiverio "había progresado tanto como si hubiera estado en un studium generale" (Calo op. cit., 24).
Tomás enseguida hizo sus votos, y sus superiores le mandaron a Roma.
Inocencio IV examinó con atención los motivos que le llevaron a entrar
en la Orden de Predicadores, le despidió con una bendición y prohibió
cualquier interferencia en su vocación.
Juan el Teutón, cuarto Maestro General de la Orden, llevó al joven
estudiante a París y según la mayoría de los biógrafos del santo, a
Colonia, en 1244 o 1245, a cargo de Alberto Magno, el más famoso
profesor de la Orden.
En las escuelas, el carácter humilde y taciturno de Tomás fue mal
interpretado como indicios de retraso mental, pero cuando Alberto
escuchó su brillante defensa de una difícil tesis, exclamó: "Llamamos a este joven un buey mudo, pero su mugido doctrinal un día resonará hasta los confines del mundo".
En 1245 enviaron a Alberto a París y Tomás le acompañó como alumno.
En 1248 ambos volvieron a Colonia. Alberto había sido nombrado regente
del nuevo studium generale, erigido aquel año por el Capítulo General de la Orden y Tomás debía enseñar bajo su autoridad como Bachiller.
Durante su estancia en Colonia, probablemente en 1250, fue ordenado
sacerdote por Conrado de Hochstaden, arzobispo de esa ciudad. Durante
toda su vida, con frecuencia predicó la Palabra de Dios en Alemania,
Francia e Italia. Sus sermones se caracterizaban por su fuerza, piedad,
solidez en la enseñanza y abundantes referencias bíblicas.
En 1251 o 1252, el Maestro General de la Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a Tomás Bachiller (subregente) del studium Dominico en París.
Este nombramiento puede considerarse como el principio de su vida pública, ya que su enseñanza rápidamente llamó la atención tanto de profesores como de alumnos.
Sus deberes consistían principalmente en explicar las "Sentencias" de
Pedro Lombardo, y sus comentarios sobre ese texto teológico le
proporcionaron el material y en gran parte, en esquema general para su
obra magna, la Summa Theologica.
En el transcurso del tiempo, se le ordenó prepararse para el
Doctorado de Teología por la Universidad de París, pero aplazaron la
concesión del título por una disputa entre la universidad y los frailes.
El conflicto, en su origen una disputa entre la universidad y las
autoridades civiles, surgió tras un incidente con la guardia de la
ciudad que resultó en un estudiante muerto y otros tres heridos.
La universidad, celosa de su autonomía, exigía una satisfacción que
le fue negada. Los doctores cerraron sus facultades, juraron
solemnemente que no las abrirían hasta ver satisfechas sus demandas y
decretaron que en el futuro a nadie se le conferiría el título de doctor
a menos que jurase seguir la misma línea de conducta en circunstancias
similares.
Los Dominicos y Franciscanos, que habían seguido enseñando en sus
escuelas se negaron a hacer el juramento exigido, y de aquí surgió un
amargo conflicto que estaba en su punto álgido cuando santo Tomás y san
Buenaventura estaban preparados para recibir sus doctorados.
Guillermo de San Amour extendió la disputa más allá del tema
original, atacó violentamente a los Frailes, de los que estaba
evidentemente celoso, y les negó su derecho a ocupar cátedras en la
universidad. Contra su libro De periculis novissimorum temporum (Los peligros de los Últimos Tiempos), santo Tomás escribió el tratado Contra impugnantes religionem, una apología de las órdenes religiosas (Touron op. cit., II cc. vii sqq.).
El libro de Guillermo de San Amour fue condenado por Alejandro IV en Anagni, el 5 de octubre de 1256 y
el Papa ordenó que los frailes mendicantes fueran admitidos al doctorado.
Por estas fechas, santo Tomás también combatió un libro peligroso, El Evangelio Eterno (Touron
op. cit., II, cxii). Las autoridades universitarias no obedecieron
inmediatamente; fueron necesarias la influencia de san Luis IX y once
Breves papales para lograr de nuevo la paz.
Santo Tomás recibió su doctorado en teología. La
fecha que dan la mayoría de sus biógrafos es la del 23 de octubre de
1257. Su tema fue "La Majestad de Cristo". Su texto "Él riega los montes
desde sus aposentos: del fruto de sus obras se sacia la tierra" (Salmo
103, 13) sugerido, según se cree, por un visitante celeste, fue
profético de su vida futura.
La tradición cuenta que san Buenaventura y santo Tomás recibieron el
doctorado el mismo día y que hubo una "lucha" de humildad entre los dos
amigos para ver quién sería nombrado primero.
Desde entonces, la vida de Tomás puede resumirse en pocas palabras, orar, predicar, enseñar, escribir, viajar.
La gente deseaba más escucharle a él que a Alberto, a quien santo Tomás
superaba en precisión, lucidez, concisión y fuerza de expresión, sino
en universalidad de conocimientos.
París le reclamaba como suyo; los Papas deseaban tenerle junto a ellos; los studia
de la Orden ansiaban disfrutar de los beneficios de su enseñanza; así,
le encontramos sucesivamente en Anagni, Roma, Bolonia, Orvieto, Viterbo,
Perugia y París de nuevo y finalmente en Nápoles, siempre enseñando y
escribiendo, viviendo en la tierra con una pasión, un celo ardiente por
exponer y defender la verdad cristiana.
Tan dedicado estaba a su sagrada misión que con lágrimas
pedía que no le obligaran a aceptar la titularidad del arzobispado de
Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV en 1265. Si hubiese
aceptado este nombramiento, muy probablemente nunca hubiera escrito la Summa Theologica.
Cediendo a las peticiones de sus hermanos, en varias ocasiones
participó en las deliberaciones de los Capítulos Generales de la Orden.
Uno de dichos capítulos tuvo lugar en Londres en 1263.
En otro, celebrado en Valenciennes (1259) colaboró con Alberto Magno y
Pedro de Tarentasia (que sería el Papa Inocencio V) a formular un
sistema de estudios que substancialmente permanece hasta hoy en los
studia generalia de la Orden Dominicana. (cf. Douais, op. cit.)
No sorprende leer en las biografías de santo Tomás que frecuentemente
se abstraía y quedaba en éxtasis. Hacia el final de su vida éstos
momentos de éxtasis se sucedían con mayor frecuencia.
Una vez en Nápoles, en 1273, tras completar su tratado sobre la
Eucaristía, tres hermanos le vieron levitar en éxtasis, y oyeron una voz
que venía del crucifijo del altar que decía: "Has escrito bien de mí,
Tomás, ¿que recompensa deseas?". Tomás respondió, "Nada más que a ti,
Señor". (Prümmer, op. cit., p.38). Se dice que esto se repitió en
Orvieto y París.
Y el 6 de diciembre de 1273, dejó su pluma y no escribió más.
Ese día, durante la misa, experimentó un éxtasis de mucha mayor
duración que la acostumbrada; sobre lo que le fue revelado sólo
podemos conjeturar por su respuesta al Padre Reinaldo, que le animaba a
continuar sus escritos: "No puedo hacer más. Se me han revelado tales secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para nada" (modica, Prümmer, op. cit., p. 43).
La Summa Theologica había sido terminada sólo hasta la pregunta 90 de la tercera parte (De partibus poenitentiae).
Tomás comenzó su preparación inmediata para la muerte.
Gregorio X, habiendo convocado un concilio general a celebrar en Lyon
el primero de mayo de 1274, invitó a santo Tomás y san Buenaventura a
participar en las deliberaciones, ordenó al primero traer al concilio su
tratado
Contra errores Graecorum (Contra los Errores de los Griegos).
Intentó obedecer y salió a pie en enero de 1274, pero le fallaron las
fuerzas; cayó desplomado cerca de Terracina, desde donde le llevaron al
Castillo de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa Francesca Ceccano.
Los monjes cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para que se
alojara con ellos, y así fue trasladado a su monasterio, y al entrar, le
susurró a su compañero: "Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré porque lo deseo"
(Salmo 131:14). Cuando el P. Reinaldo le pidió que se quedase en el
castillo, el santo replicó: "Si el Señor desea llevarme consigo, será
mejor que me encuentre entre religiosos que entre laicos".
Los Cistercienses le brindaron tantas atenciones y bondad, que abrumaron el sentido de humildad de Tomás.
"¿A qué viene tanto honor", exclamó, "que siervos de Dios lleven la
leña para mi hoguera?". Ante la insistencia de los monjes, el santo
dictó un breve comentario sobre el Cantar de los Cantares.
El final se acercaba; se le administró la Extremaunción. Cuando entraron con el Sagrado Viático a su habitación, pronunció el siguiente acto de fe:
"Si en este mundo hubiese algún conocimiento de este sacramento mas fuerte que el de la fe, deseo ahora usarlo en afirmar que creo
firmemente y sé de cierto que Jesucristo, Dios Verdadero y Hombre
Verdadero, Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María está en este
Sacramento... Te recibo a Ti, el precio de mi redención, por cuyo amor
he velado, estudiado y trabajado. A Ti he predicado, a Ti he enseñado.
Nunca he dicho nada en Tu contra: si dije algo mal, es sólo culpa de mi
ignorancia. Tampoco quiero ser obstinado en mis opiniones, así que
someto todas ellas al juicio y enmienda de la Santa Iglesia Romana, en
cuya obediencia ahora dejo esta vida".
Murió el 7 de marzo de 1274. Numerosos milagros atestiguaron su santidad. Fue canonizado por Juan XXII, el 18 de julio de 1323.
Los monjes de Fossa Nuova querían a toda costa quedarse con sus
sagrados restos, pero Urbano V ordenó que el cuerpo fuera entregado a
sus hermanos Dominicos, siendo trasladado solemnemente a la iglesia
Dominica de Toulouse, el 28 de enero de 1369.
La magnífica capilla erigida en 1628 fue destruida durante la
revolución francesa y su cuerpo trasladado a la iglesia de San Sernin,
donde reposa hasta el día de hoy en un sarcófago de oro y plata, que fue
solemnemente bendecido por el cardenal Desprez el 24 de julio de 1878.
El hueso mayor de su brazo izquierdo se conserva en la catedral de
Nápoles. El brazo derecho, donado a la Universidad de París y
originalmente conservado en la Capilla de Santo Tomás de la iglesia
Dominicana, se guarda actualmente en la iglesia Dominicana de Santa
María sopra Minerva en Roma a donde llegó tras la revolución francesa.
Calo (Prümmer, op. cit., p. 401) dio una descripción de la apariencia del santo: dice que sus rasgos se correspondían con la grandeza de su alma.
Era alto y corpulento, erguido y bien proporcionado. Su tez era "como
el color del trigo nuevo": su cabeza era grande y bien formada y era
algo calvo.
Todos los retratos lo representan con porte noble, meditativo, dulce y a la vez fuerte. San Pío V proclamó a santo Tomás Doctor de la Iglesia en 1567.
En la Encíclica Aeterni Patris del 4 de agosto de 1879 sobre
la restauración de la filosofía cristiana, León XIII le declaró
"príncipe y maestro de todos los doctores escolásticos". El mismo
ilustre pontífice, mediante una Breve del 4 de agosto de 1880, le
designó patrono de todas las universidades, academias y escuelas
católicas de todo el mundo.
Fuente: Enciclopedia Católica
Oración a Santo Tomás de Aquino
(Himno Adoro te Devote de Santo Tomás)
(Himno Adoro te Devote de Santo Tomás)
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo
estas apariencias. A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde
totalmente al contemplarte.
Al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta
con el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo
de Dios; nada es más verdadero que esta palabra de verdad.
En la cruz se escondía sólo la divinidad, pero aquí también se
esconde la humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió
el ladrón arrepentido.
Artículo publicado originalmente por Santopedia
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