Son sacerdotes que empezaron con mucho entusiasmo y tesón pero, tal vez, la ilusión se ha ido quedando, como a jirones, por el camino. ¿Cómo salir de este estado de desánimo para que no se pierda ninguna vocación sacerdotal?
Es lo que ha querido responder el obispo de Huelva, monseñor José Vilaplana, para re-ilusionar a curas jóvenes (y no tan jóvenes) y desanimados en el programa “La voz de los obispos”, que se emite cada domingo a las 21 horas en Radio María. Éstos son los cinco consejos que propone el prelado:
Es lo que ha querido responder el obispo de Huelva, monseñor José Vilaplana, para re-ilusionar a curas jóvenes (y no tan jóvenes) y desanimados en el programa “La voz de los obispos”, que se emite cada domingo a las 21 horas en Radio María. Éstos son los cinco consejos que propone el prelado:
1. Cuidar muchísimo la espiritualidad
Puede parecer evidente (y lo es), pero con frecuencia se olvida, y aquí empiezan los problemas. “La clave para vivir el sacerdocio con pasión, entusiasmo y capacidad de resistencia a las dificultades del momento es estar bien arraigados en Cristo”, afirma monseñor Vilaplana.
“Se trata de la clave más profunda del sacerdote: la identificación con Cristo, el Buen Pastor”, subraya. Para eso “es necesario reservar buenos momentos a la oración intensa”.
2. Tener un director espiritual
“En el seminario se tiene pero, cuando se sale, se olvida con frecuencia este punto”, señala. Se trata de “contrastar con otro sacerdote las dudas que puedan surgir, las inquietudes, las alegrías también”.
3. Integrarse mucho en el arciprestazgo
“Es muy eficaz compartir la misión con otros sacerdotes, buscar ese encuentro de hermandad”, afirma.
En Huelva, por ejemplo, el obispo convoca un encuentro mensual de los presbíteros ordenados en los últimos cinco años. “Rezamos, compartimos experiencias, comemos juntos”, explica. Monseñor Vilaplana matiza que “no se trata sólo de contarnos las dificultades, porque a veces nos quedamos sólo en esto y salimos más desesperanzados de las reuniones, sino de hablar de lo que ha funcionado bien: el enfermo que he visitado y que me ha dado un testimonio precioso, o del matrimonio joven que se ha integrado mucho más en la parroquia desde que su hijo hizo la Primera Comunión, etc.”.
El obispo Vilaplana con sacerdotes de la diócesis de Huelva
4. Identificarse con las personas que tiene encomendadas
“Al sacerdote le corresponde tener una actitud de padre y acompañante de su gente, de generar comunidad, aunque sea pequeña”, afirma monseñor Vilaplana. El presbítero “no está sólo para dispensar unos servicios sacramentales, sino para crear esa comunidad con sus feligreses. Esto ayuda mucho tanto al sacerdote como al pueblo”, asegura el obispo de Huelva.
5. Cercanía a los pobres y a los enfermos
No habrá desánimo mientras el presbítero “perciba que un enfermo le recibe como a otro Cristo, como un padre que se acerca a él. Esto le ayuda a tener una actitud pastoral muy recia”, señala.
Pero la actitud de los feligreses puede también ayudar mucho al sacerdote y, en cierta manera, son corresponsables de su perseverancia. “Tienen que tomar conciencia de que los curas hoy en día asumen una tarea pastoral que en otros momentos se podía ejercer con más tranquilidad, porque había más vocaciones”, señala. “Por ejemplo, un sacerdote que atiende diversos pueblos; esos pueblos tienen que entender que no son únicos, y que por eso no pueden tener todos la misa a la misma hora”, explica.
Los seglares también pueden y deben “colaborar con el cura; que éste no tenga que hacer todas las cosas de la parroquia. Eso es tomar conciencia de comunidad”.
Por último, es muy importante cuidar la parte humana. El sacerdote “necesita ser acogido y querido, como cualquiera. No se trata de la persona que sólo dispensa servicios religiosos y, el laico, quien los recibe pasivamente. Estamos llamados a formar comunidad, a rezar con él, a proyectar con él”. Por eso cobran importancia “los detalles humanos, como invitarles a comer, a tomar un café; que el sacerdote tenga familias donde se pueda encontrar a gusto y acogido”.
Puede parecer evidente (y lo es), pero con frecuencia se olvida, y aquí empiezan los problemas. “La clave para vivir el sacerdocio con pasión, entusiasmo y capacidad de resistencia a las dificultades del momento es estar bien arraigados en Cristo”, afirma monseñor Vilaplana.
“Se trata de la clave más profunda del sacerdote: la identificación con Cristo, el Buen Pastor”, subraya. Para eso “es necesario reservar buenos momentos a la oración intensa”.
2. Tener un director espiritual
“En el seminario se tiene pero, cuando se sale, se olvida con frecuencia este punto”, señala. Se trata de “contrastar con otro sacerdote las dudas que puedan surgir, las inquietudes, las alegrías también”.
3. Integrarse mucho en el arciprestazgo
“Es muy eficaz compartir la misión con otros sacerdotes, buscar ese encuentro de hermandad”, afirma.
En Huelva, por ejemplo, el obispo convoca un encuentro mensual de los presbíteros ordenados en los últimos cinco años. “Rezamos, compartimos experiencias, comemos juntos”, explica. Monseñor Vilaplana matiza que “no se trata sólo de contarnos las dificultades, porque a veces nos quedamos sólo en esto y salimos más desesperanzados de las reuniones, sino de hablar de lo que ha funcionado bien: el enfermo que he visitado y que me ha dado un testimonio precioso, o del matrimonio joven que se ha integrado mucho más en la parroquia desde que su hijo hizo la Primera Comunión, etc.”.
El obispo Vilaplana con sacerdotes de la diócesis de Huelva
4. Identificarse con las personas que tiene encomendadas
“Al sacerdote le corresponde tener una actitud de padre y acompañante de su gente, de generar comunidad, aunque sea pequeña”, afirma monseñor Vilaplana. El presbítero “no está sólo para dispensar unos servicios sacramentales, sino para crear esa comunidad con sus feligreses. Esto ayuda mucho tanto al sacerdote como al pueblo”, asegura el obispo de Huelva.
5. Cercanía a los pobres y a los enfermos
No habrá desánimo mientras el presbítero “perciba que un enfermo le recibe como a otro Cristo, como un padre que se acerca a él. Esto le ayuda a tener una actitud pastoral muy recia”, señala.
Pero la actitud de los feligreses puede también ayudar mucho al sacerdote y, en cierta manera, son corresponsables de su perseverancia. “Tienen que tomar conciencia de que los curas hoy en día asumen una tarea pastoral que en otros momentos se podía ejercer con más tranquilidad, porque había más vocaciones”, señala. “Por ejemplo, un sacerdote que atiende diversos pueblos; esos pueblos tienen que entender que no son únicos, y que por eso no pueden tener todos la misa a la misma hora”, explica.
Los seglares también pueden y deben “colaborar con el cura; que éste no tenga que hacer todas las cosas de la parroquia. Eso es tomar conciencia de comunidad”.
Por último, es muy importante cuidar la parte humana. El sacerdote “necesita ser acogido y querido, como cualquiera. No se trata de la persona que sólo dispensa servicios religiosos y, el laico, quien los recibe pasivamente. Estamos llamados a formar comunidad, a rezar con él, a proyectar con él”. Por eso cobran importancia “los detalles humanos, como invitarles a comer, a tomar un café; que el sacerdote tenga familias donde se pueda encontrar a gusto y acogido”.
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