Fisión
Los científicos Leó Szilárd, Edward Teller y Eugene Wigner, judíos provenientes de Hungría, convencieron a Albert Einstein para escribir al presidente Roosevelt. Su carta dio inicio al Proyecto Manhattan, con el que EE.UU. comenzaba su programa nuclear. Había que adelantar el trabajo de la Alemania nazi al respecto.

Paradoja: calculan que el Proyecto Manhattan ocupó a 130000 empleados, con un coste final de 2 billones de dólares (26 billones de “hoy”). Unos recursos que podían haber paliado hambre y enfermedades. En cambio: requiem por Hiroshima y Nagasaki: casi tantos fallecidos como el total de población de la ciudad de A Coruña.

Sabemos que la reacción de fisión nuclear, libera energía dentro de la materia. Si una piedra (plutonio, uranio, etc.) puede liberar energía para alumbrar y calentar una gran ciudad, entonces, ¿cuál no será el potencial de un ser humano (pecadores y pecadoras incluidos)? Para desarrollarlo, Dios quiere darnos su Cuerpo y su Sangre.

El 21 de agosto de 2015 el Papa usaba la imagen de la “fisión” nuclear para explicar cómo Jesús puede repartir su Cuerpo y su Sangre. “Lo que desde el exterior es violencia brutal ―la crucifixión, decía Benedicto XVI―, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente. (…) Sólo esta íntima explosión del bien que vence al mal puede suscitar después la cadena de transformaciones que poco a poco cambiarán el mundo. Todos los demás cambios son superficiales y no salvan.”

Manuel Blanco
Delegado de Medios
de Comunicación Social

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