
Y en este punto las riquísimas devociones populares que existen en
la Iglesia Católica están siendo una gran fuente de ayuda para ser este
hilo conductor hacia lo Alto. Y una de ellas, también de las más
populares, es la Medalla Milagrosa. Precisamente, la Virgen se ha
demostrado a lo largo de la historia como la gran intercesora.
Además, haciendo honor a su nombre la Medalla Milagrosa lleva tras de sí la concesión de numerosas gracias por
lo que se ha convertido desde que la Virgen se lo anunciara a Santa
Catalina Labouré en un instrumento que ha llevado a muchas almas a Dios a
través de María.
Un instrumento de Dios para este tiempo de pandemia
Gary Jansen, editor de la prestigiosa editorial Penguin Random
House, en la que ha publicado libros de Papas y de importantes
intelectuales católicos, ha hablado de la Medalla Milagrosa como un arma poderosa en tiempo de pandemias y de su propia experiencia con ella, al descubrirla durante una peregrinación en Lourdes. Y tal como recoge Cari Filii News, llega a la conclusión de que esta devoción puede ser un instrumento de unión entre las personas en este tiempo de cuarentena.

Jansen relata en Angelus News su experiencia. Fue en Lourdes donde recuerda haber comprado una Medalla Milagrosa en una de las numerosas tiendas de recuerdos que rodean el santuario mariano.
“No sabía mucho sobre aquel objeto en ese momento, solo que
tenía buen aspecto, sin mencionar que la tienda parecía tener cientos de
ellas, por lo que supuse que era un éxito de ventas”, relata este
editor.
La experiencia en la gruta de Lourdes
A continuación se la colgó del cuello y se fue caminando hacia la gruta en
la que la Virgen se apareció a la pequeña Santa Bernadette Soubirous en
1858. Desde aquel momento, Lourdes se convertiría en un refugio para
los enfermos y pecadores, y desde entonces se han producido allí
numerosos milagros, decenas de ellos reconocidos oficialmente por la
Iglesia.
“Realmente yo no esperaba un milagro. Deambulaba hacía allí por la
curiosidad, sin saber qué vería o sentiría, aunque, por supuesto, en mi
interior esperaba experimentar una aparición de María ante mis ojos. No recibí una visión esa noche, pero es posible que se me diera algo casi tan especial”, confiesa.

Jansen asegura que no supo cuánto tiempo estuvo rezando, aunque cree
que debió ser bastante- En algún momento –cuenta- abrí los ojos y miré a
mi alrededor. Vi a lo lejos lo que tenía que ser al menos un millar de
peregrinos sosteniendo velas que parpadeaban en la oscuridad mientras
hacían su peregrinación desde la gruta a la iglesia, la Basílica del
Rosario. En el resplandor de este fuego sagrado, vi viejos y jóvenes
caminando de la mano. Vi hombres y mujeres en sillas de ruedas,
personas luchando con muletas. Había una camilla en la que yacía un
hombre, su enfermera a su lado”.
Ver sus caras, sus cuerpos frágiles y la fe colectiva que marcaba a aquel grupo le hizo “sentir
como si estuviera flotando de rodillas, no necesariamente levitando,
sino la sensación de tener mi corazón levantado dentro de mí. Comencé a
llorar, grandes sollozos que provenían de un lugar muy profundo
dentro de mí que ni siquiera sabía que existían. Y parecía que de
alguna manera me conectaba con todos ellos en busca de sus milagros.
Toqué la medalla que llevaba alrededor de mi cuello. Cerré mis ojos. Le
di gracias a Dios, a Jesús y a la Santísima Madre por regalarme aquel
momento”.
La Novena de la Medalla Milagrosa
Al día siguiente, Gary Jansen volvió a la tienda en la que había comprado la Medalla Milagrosa y allí encontró un pequeño librito que contenía la Novena de la Medalla Milagrosa. Durante
los nueve días siguientes, que coincidieron con sus últimas jornadas en
Francia y durante la vuelta a casa, la concluyó.
El día después de esa experiencia, volví a la tienda de regalos donde
había comprado la medalla y encontré un pequeño folleto que contenía la
Novena de la Medalla Milagrosa. En honor a ese momento, recé durante
nueve días, durante mis últimos días en Francia y en el viaje en avión a
casa. “Hace algunos años, extravié el folleto y no lo he visto desde
entonces. Pero es una devoción que ha existido desde hace muchos años.
Podrás adivinar cuán preciosa fue esa oración para mí mientras
reflexionaba en mi corazón la experiencia que tuve esa noche”,
reflexiona.
Como conclusión, Jansen indica que en este momento de la historia en plena pandemia “mientras
viajamos a través de estos tiempos aparentemente inciertos y sin
precedentes, unámonos para rezar esta oración, para curar, para un
milagro para nosotros mismos y para el mundo entero”.
La historia de la Medalla Milagrosa
La devoción de la Medalla Milagrosa nación en la antigua capilla del
Sagrado Corazón, en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad de San
Vicente de Paúl, Rue du Bac de París, que más tarde se convirtió en la
Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, pues allí se manifestó la Virgen María a Santa Catalina Labuouré en el año 1830.

María la preparó para que hablara con confianza a su director espiritual. La
anunció futuros eventos para afianzar la fe de aquellos que pudieran
dudar de la aparición y la regaló una relación familiar madre-hija, que
la permitiría aproximarse a ella hasta el extremo de apoyar sus brazos y
manos en las rodillas de la Reina del Cielo.
La medalla que la Virgen confió a Catalina no ha cesado de difundirse desde 1832. Pronto dieron los parisinos el apelativo de milagrosa a esta medalla, por los años en que hacían estragos las epidemias.
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