Durante este tiempo hemos vivido, como agentes de pastoral, el encuentro con familias, o dos representantes de las mismas, por la muerte de algún ser querido durante el confinamiento ocasionado por la pandemia, la despedida de sus seres queridos en el cementerio:

Las familias quedan en shock: no han podido acompañar y despedirse desus eres queridos, no han podido compartir sus últimos momentos de vida, no han podido alentar en ellos la esperanza cristiana y en el cementerio, porque ha sido todo tan rápido, no han podido llorar. La información que tienen es confusa, no hay certezas sobre las condiciones de su muerte, la distancia física ha sido tan grande como la distanciaemocional y quedan muchas preguntas sin respuesta.

Algunos han creado sus propios rituales de despedida con cartas, con paso del escaso cortejo fúnebre por delante de la casa que habitaban, han dedicado horas a conversaciones telefónicas y videollamadas para poder estar en contacto con la familia más amplia, con los vecinos, con las parroquias.

¿Qué podemos hacer a la vuelta los creyentes, los párrocos y
todos los agentes de pastoral implicados en la actividad de las
parroquias?. Cuando volvamos a la normalidad hemos de recuperar un duelo interrumpido por la crisis del coronavirus:

• Lo primero, sería recuperar la relación donde la dejamos (en el cementerio): recordar que el día de la defunción en el cementerio, dedicamos tiempo a la oración cristiana, a la despedida del difunto… dando información administrativa (situación de sus aseguradoras), de organización (poner un orden de prioridades, los funerales de los fallecidos antes que las fiestas), ofrecer contactos de apoyo, da visibilidad en las redes sociales a la memoria de sus fallecidos e invitar a la oración en los domicilios, una vela que los recuerde que muchos han puesto en sus ventanas.

• Lo segundo, practicar la hospitalidad (abrir la puerta de la
resurrección): llamar a las personas por su nombre (hemos de tener anotados sus datos del día del entierro) dar un tiempo para la escucha, verse en persona para organizar los funerales pendientes creando la ocasión para ello sin prisas, agradecer su comprensión y sus renuncias en el momento pasado, preguntar si quieren comunicar algo en los agradecimientos el día del funeral, no frenar las emociones acogiendo su sufrimiento con respeto, interesarse por cómo han pasado este tiempo transcurrido desde la muerte hasta el funeral, ofrecerles los recursos de los que disponemos y, si se hace necesario, derivarlos a un profesional… invitarlos que participe toda la familia (también los menores)…

• Normalizar las expresiones del duelo sin juzgar, algunos se sienten responsables por su profesión o por no haber podido proteger a sus seres queridos, dar tiempo a que se expresen, porque facilitará mucho la aceptación

• Si todavía están en fase de enfado no juzgar, trasladar la idea de que es lo normal y que es bueno que se exprese porque están sintiendo algo único evitando compararnos con su situación o cómo han reaccionado otros familiares y amigos del fallecido

• Aceptar nuestras emociones sin reprimirlas, nos hace creíbles, nos hace ser normales en lo que sentimos y hace válida la propuesta que se haga a la familia. Ya daremos tiempo a ventilar las emociones en confianza y seguridad, expresando también los propios sentimientos

• Aceptar las limitaciones y la vulnerabilidad propias en la ayuda a los demás.

• Podemos invitarlos a recopilar recuerdos de acontecimientos, fotos, expresar la gratitud por ellos y crear una despedida (escrita) para el día del funeral sin excluir a los niños

• Poner a su disposición la compañía de la familia-parroquia para lo que puedan necesitar en adelante

• Cuando esta base es sólida, podemos abrir la propuesta de la fe, recordar nuestra fe en la resurrección y hacer muy bien los signos que nos lo recuerdan, el cirio pascual…

• El día del funeral sería ideal poder acompañar a la familia y amigos al cementerio para una oración final
pastoralsantiago.es 
Foto: Miguel Castaño
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