El confinamiento permite a las familias distribuir el tiempo personal y colectivo y aprovechar para realizar actividades que se desean pero que no siempre se pueden realizar: compartir las tareas de la casa, jugar juntos, ver una película en familia, dedicar tiempo a escuchar a tu cónyuge, hijos, padres…, en definitiva, comunicarse.
 
El calor del hogar, el ejemplo doméstico, es capaz de enseñar muchas más cosas de las que pueden decir las palabras (Benedicto XVI)
¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? (Mt 5, 25) 
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Foto: Miguel Castaño
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