La llegada del coronavirus a España y las terribles consecuencias que ha provocado esta pandemia de coronavirus ha eclipsado durante el último mes y medio cualquier otro tema que no tenga relación directa o indirecta con el virus.
Por ello, pasó totalmente desapercibida una noticia que en el futuro
puede generar un gran gozo a los católicos españoles. Se trata de la reactivación del proceso de beatificación del páter Fernando Huidobro, capellán de la Legión,
que murió el 11 de abril de 1937 en la Cuesta de las Perdices de Madrid
durante la guerra civil alcanzado durante un bombardeo mientras asistía
a unos heridos. Se le conoció como el “capellán de la concordia”
y su historia de reconciliación puede ser un ejemplo en en este momento
de la historia de España marcado desde hace un tiempo por la división.
Jugándose la vida hasta que se la arrebataron
El ejemplo de vida este jesuita, su amor y entrega por el prójimo le llevaron a jugarse
la vida una y otra vez. De hecho fue herido salvando a legionarios
malheridos o dándoles la extremaunción, o ya fuera a combatientes
republicanos que yacían igualmente heridos en el campo de batalla.
Para él no había distinción. Todos eran hijos de Dios. Y de ahí su fama
de santidad y también de valentía, pues pese a su bisoñez y su aspecto
frágil pronto fue respetado por los veteranos legionarios curtidos en
África.
Aunque su proceso de beatificación comenzó en 1951 quedó en punto
muerto, a lo que ayudó una polémica sobre la muerte del sacerdote. Fue
en noviembre de 2019 cuando el Arzobispado Castrense y la Compañía de
Jesús firmaron un convenio para reactivar el proceso ante “el interés y la fama creciente entre el Pueblo de Dios por su figura, y considerando que su vida puede ser una guía luminosa para la Iglesia”.
Y precisamente fue el pasado 4 de marzo cuando comenzó con sus trabajos la Comisión Histórica de la causa,
presidida por Juan María Laboa, y que juraron su cargo ante el vicario
general de la Archidiócesis de Madrid, en representación del cardenal
Osoro. Su misión será investigar y recoger toda la documentación
relativa a la causa de beatificación del padre Huidobro. Dicha
documentación servirá de base para la elaboración de la positio en la fase romana del proceso.
El padre Huidobro, capellán de la Legión y ejemplo de reconciliación
Este religioso capellán de la IV Bandera de la Legión y muerto
con tan sólo 34 años sigue siendo todavía a día de hoy una figura
admirada, de forma devota, entre los legionarios tanto entre los más
veteranos pero también entre los jóvenes.
Nació en Santander en 1903. Con tan sólo 16 años ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en La Cartuja pero en 1932 tuvo que salir exiliado tras la disolución de los jesuitas durante la II República. Pasó por Francia, Holanda y Bélgica, país este último en el que celebró su primera misa.
En este país europeo se encontraba con el estallido de la Guerra
Civil en su patria en 1936. Y tan pronto como comenzó hizo todo lo
posible para volver a España como sacerdote y ayudar a salvar almas en
un conflicto tan sangriento como el que acabó siendo. “Creemos que la
guerra será larga; y yo pienso ser conforme a nuestra tradición y
espíritu de la Compañía de Jesús el irme a España”, dejó escrito el padre Huidobro apenas una semana después del inicio de la contienda.
Una intención evangélica y casi martirial
Este impulso por volver a España le llevó a escribir al propósito general de la Compañía de Jesús, Włodzimierz Ledóchowski, para que le permitiera ir a su país. Así se lo argumentaba en la misiva que recogía Actuall:
“No para coger el fusil, sino para ejercitar nuestros peculiares ministerios:
oír confesiones de los soldados que salen a combatir; consolar y
esforzar los ánimos; servir a los heridos en los hospitales o en los
campos de batalla; recoger a los niños que tal vez se hayan quedado
abandonados; mover las gentes, tras la victoria, a la misericordia y
caridad cristiana. Me mueve a pedir esto, el considerar que nuestra
Compañía se mostró siempre de las primeras en acudir a tales peligros de
guerra, peste y hambres. Los jesuitas que están en España se mostrarán
indudablemente dignos de nuestros mayores, pero no faltará trabajo para
los demás que acudamos. Y mostraremos a la vez nuestro amor al pueblo,
si desde el destierro, en que nos encontramos, volvemos a la Patria
cuando arrecia el peligro”.
Además, desde un principio se vio en este afán un propósito
evangélico y no meramente ideológico. Conocía las quemas de iglesias y
la persecución a la Iglesia durante la república y eb los primeros días
de la Guerra, pero aún así este era su deseo de ir al frente: “Por lo que a mi toca, preferiría ser enviado allí donde los comunistas todavía dominan”.
El bisoño capellán respetado por los legionarios
Sin embargo, tras conseguir para el permiso para volver a España y realizar un largo periplo hasta conseguirlo finalmente fue enviado a la IV Bandera de la Legión que estaba bajo el mando del general Yagüe en aquel momento llegando en septiembre de 1936 a Talavera.
Apenas llegó a estar siete meses en el frente antes de morir
junto a otros miles de soldados, pero en ese escaso periodo de tiempo y
pese a que su aspecto de sacerdote intelectual no se parecía en nada al
de los legionarios con los que compartía rancho con sus obras y su
valentía en cada batalla se ganó el respeto de todos. Y eso que no fue
un personaje cómodo para los mandos militares.
Con su unidad participó asistiendo espiritualmente a los legionarios en los sangrientos combates de la Casa de Campo en noviembre de 1936 donde fue herido de bala en una pierna. Poco después, ante el dolor que le afligía de que hubiera compañeros que fallecieran sin sacramentos pidió el alta voluntaria.
Auxiliando a todos, a los de uno y otro bando
Destinado con su unidad a los frentes del Jarama, Ciudad Universitaria y Hospital Clínico, el padre Huidobro
siguió auxiliando a los legionarios en los puestos de mayor peligro e
incluso rescataba en tierra de nadie a soldados republicanos heridos. Su valor, entrega y sencillez le hicieron ser muy querido entre los legionarios.
Uno de los aspectos más llamativos de la vida de este capellán fueron
sus grandes esfuerzos para “humanizar” la contienda lo que se convirtió
en un ejemplo en medio de aquella barbarie. Fueron muy pocos los que se atrevieron a denunciar en plena guerra las brutalidades que se cometían en su propio bando.
En unos escritos de 1936 dirigidos al general Franco y a otros mandos como los generales Yagüe o Varela denunciaba como "asesinatos, no actos de justicia" las ejecuciones a sangre fría de los prisioneros.
"No se incurre –afirmaba también– en la responsabilidad necesaria para
merecer la pena de muerte por el mero hecho de estar afiliado a la CNT o
a la UGT; ni aún por tomar un fusil para defender ideales, equivocados,
pero sinceramente tenidos por lo mejor para la sociedad".
Y así siguió jugándose la vida en el frente y siendo justo también
con sus escritos hasta que el 11 de abril de 1937 en la Cuesta de las
Perdices, actualmente en la carretera de La Coruña, junto a la Casa de
Campo moría por la metralla de un obús que fue lanzado al puesto de socorro en el que atendía a unos heridos.
La polémica que ha rodeado a su causa
Pesa a que su proceso de beatificación se abrió hace décadas quedó en pausa hasta que se ha vuelto a reactivar ahora. Pedro Corral,
historiador y actual diputado del PP en la Comunidad de Madrid, además
de familia de este capellán, recoge las especulaciones que vierte Paul
Preston sobre este religioso en su libro El Holocausto Español.
El origen está en el padre Hilari Raguer, benedictino de Montserrat,
que dijo a Preston que según los archivos de la Compañía de Jesús sobre
su proceso de beatificación, un testimonio afirmó que el padre Huidobro no habría muerto por la metralla sino asesinado por la espalda por un legionario que se sintió amenazado por sus denuncias, lo que habría paralizado su proceso.
Pedro Corral se puso en contacto con el postulador general de la Compañía de Jesús, el padre Pascual Cebollada,
a este respecto, y en su contestación desmintió la versión de Raguer y
Preston. Esto escribió este jesuita, tal y como recogió Corral en Libertad Digital:
“He leído los relatos de los testigos. Declaran con unanimidad
que muere instantáneamente por las heridas de un proyectil de un cañón
enemigo que le destroza el cráneo mientras atendía a uno de los heridos.
Por lo tanto, no puedo confirmar esta teoría que yo también había
escuchado de Preston y, ahora, de Raguer.
La causa se "adormeció" o se paró (ahora mismo no tiene nombrado
ningún vice-postulador en Madrid) porque se asoció a Fernando Huidobro a
otros mártires de la guerra y de la persecución religiosa en España
antes de la guerra.
Asociar a Huidobro al resto de mártires tenía dos errores. En
primer lugar, su caso no es de martirio. En segundo, sabemos que el P.
Huidobro se ofreció a su Provincial desde Friburgo, cuando estalló la
guerra, a estar con sus compatriotas donde hiciera falta, en un sitio u
otro. Y fue enviado junto a la Legión.
Las últimas noticias que se encuentran entre nuestra
documentación del parón de la causa son de los años 80. Desde entonces
conservamos muy pocas cartas llegadas a Roma que pidan su continuación. Y
tampoco en su tumba en nuestra iglesia de la calle Serrano hay mucha
devoción. Esta es la condición imprescindible para retomar una causa.
Una causa que no está cerrada, pero que requiere de esta devoción para
poder ser reactivada”.
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