El abad se preocupará con toda solicitud de los hermanos culpables,
porque «no necesitan médico los sanos, sino los enfermos». Por tanto,
como un médico perspicaz, recurrirá a todos los medios; como quien
aplica cataplasmas, esto es, enviándole monjes ancianos y prudentes,
quienes como a escondidas consuelen al hermano vacilante y le muevan a
una humilde satisfacción, animándole «para que la excesiva tristeza no
le haga naufragar», sino que, como dice también el Apóstol, «la caridad
se intensifique» y oren todos por él. Efectivamente, el abad debe
desplegar una solicitud extrema y afanarse con toda sagacidad y destreza
por no perder ninguna de las ovejas a él confiadas. No se olvide de que
aceptó la misión de cuidar espíritus enfermizos, no la de dominar
tiránicamente a las almas sanas. Y tema aquella amenaza del profeta en
la que dice Dios: «Tomabais para vosotros lo que os parecía pingüe y lo
flaco lo desechabais». Imite también el ejemplo de ternura que da el
buen pastor, quien, dejando en los montes las noventa y nueve ovejas, se
va en busca de una sola que se había extraviado; cuyo abatimiento le
dio tanta lástima, que llegó a colocarla sobre sus sagrados hombros y
llevarla así consigo otra vez al rebaño.
(REGLA de san BENITO capítulo XXVII: La solicitud que el abad debe tener con los excomulgados)
19:30-20:10: Eucaristía.
Es el centro de nuestra jornada, aunque de lunes a viernes la
celebremos al atardecer… ¿y tan tarde por qué? Para poder compartir con
muchos de vosotros el gozo de celebrar a Jesucristo, de comulgar juntos
su Palabra y su Cuerpo entregado y Sangre derramada.
“Comulgar” hacernos partícipes de su destino, si Él se entrega cada
día, yo también, si Él nos habla es para enseñarnos el sendero de la
Vida y configurarnos con Él.
Quizá os sorprenda -y con razón- el texto que hemos puesto hoy de la
Santa Regla, ¿qué tiene que ver con la Eucaristía? Dos son las razones
de la elección de este texto:
- La primera, es que san Benito no dedica ningún capítulo a hablarnos de la Eucaristía. No era necesario: la celebración de la Misa no la legisla un abad o abadesa, ni tan siquiera un sacerdote u obispo, es de la Iglesia. Además, se ve que no había problemas sobre este punto.
- La segunda, es que la celebración eucarística nos va configurando con los sentimientos de Cristo, y esta página en la que san Benito enseña al abad/abadesa cómo ha de cuidar de los Hermanos/Hermanas que cometen alguna falta grave es una llamada a configurarse con Cristo Buen Pastor.
¿De veras la vivencia de la Eucaristía transforma nuestras vidas?
pastoralsantiago.es
Foto: Miguel Castaño