(Lev 1-7)
Cuando la gente entrada en años se refiere a la Eucaristía, vocablo que significa “acción de gracias”, suele hablar de ella como “el santo sacrificio de la Misa”. Sucede así porque la acción de Jesús en la Última Cena no era algo totalmente insólito en el judaísmo. En el templo de Jerusalén se hacían a menudo sacrificios. En unos se quemaba toda la víctima, y por ello se llamaban holocaustos; había también ofrendas de flor de harina, con aceite e incienso; se tenían además sacrificios de comunión, en los cuales se quemaban, para Dios, los menudos y la grasa, considerando que eso era lo mejor, mientras que los participantes “comulgaban” de lo magro del animal ofrecido. Había también sacrificios expiatorios, destinados a expiar los pecados; y sacrificios de acción de gracias. De todo eso testimonian los primeros capítulos del libro del Levítico. En esa línea hemos de entender la Eucaristía, sacrificio de comunión, de acción de gracias y sacrificio expiatorio por los pecados del mundo.
José Fernández Lago
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