Cuando la gente entrada en años se refiere a la Eucaristía, vocablo
que significa “acción de gracias”, suele hablar de ella como “el santo
sacrificio de la Misa”. Sucede así porque la acción de Jesús en la
Última Cena no era algo totalmente insólito en el judaísmo. En el templo
de Jerusalén se hacían a menudo sacrificios. En unos se quemaba toda la
víctima, y por ello se llamaban holocaustos; había también ofrendas de
flor de harina, con aceite e incienso; se tenían además sacrificios de
comunión, en los cuales se quemaban, para Dios, los menudos y la grasa,
considerando que eso era lo mejor, mientras que los participantes
“comulgaban” de lo magro del animal ofrecido. Había también sacrificios
expiatorios, destinados a expiar los pecados; y sacrificios de acción de
gracias. De todo eso testimonian los primeros capítulos del libro del
Levítico. En esa línea hemos de entender la Eucaristía, sacrificio de
comunión, de acción de gracias y sacrificio expiatorio por los pecados
del mundo.
José Fernández Lago
pastoralsantiago.es