A raíz de la Venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia
naciente, se forma en torno a los Doce una comunidad de discípulos.
Estos, que habían recibido el bautismo, eran adictos a las enseñanzas de
los Apóstoles. Además perseveraban en la comunión entre ellos, en la
Eucaristía y en otras oraciones.
Los cristianos se dejaban impresionar por el temor sagrado, al que
llegaban al percibir los signos que los Doce realizaban. Como
consecuencia de esa fe y de esa esperanza en el Señor, la caridad les
llevaba a tener todo en común, como buenos hermanos. Los que tenían
posesiones no estaban tan aferrados a ellas que llegaran a olvidarse de
las necesidades de los demás. Al contrario, en seguía vendían algo de lo
suyo para salir al paso de las necesidades de otros.
Además seguían asistiendo al templo, y tenían por otra parte sus
reuniones, para celebrar la Eucaristía –el memorial del Señor- en las
casas destinadas a ello. Esto les llevaba a estar alegres y ser bien
queridos por el resto del pueblo. La comunidad cristiana no dejaba de
crecer, y unos y otros se consideraban miembros del grupo de los
llamados a la salvación de Dios.
José Fernández Lago
pastoralsantiago.es
Foto: Miguel Castaño