Ese día es el Día de la Expiación. No es de fiesta, sino de ayuno. Está fijado para cinco días antes del comienzo de la fiesta de las Chozas. La existencia de esa celebración viene requerida por la necesidad que tiene el hombre de expiar sus pecados. Algo de eso se llevaba a cabo a lo largo del año con los sacrificios expiatorios, que se tenían en el templo; pero el Día de la Expiación se hacía limpieza total. Sobre el rito de ese día nos informan el libro del Levítico y la Misná (recopilación de tradiciones, puestas por escrito en el año 200 d. C.). De modo sintético podríamos decir que una parte tenía lugar en el Santo de los Santos, en donde el Sumo Sacerdote entraba una sola vez cada año –precisamente ese día-, para asperjar con sangre de novillo y de macho cabrío aquel lugar que consideraban de la intimidad divina. La otra parte era el pronunciamiento de los pecados sobre otro macho cabrío, que lo enviaban al desierto, para Azazel (el espíritu malvado), y por ello se consideraban limpios de los pecados de ese año, al haberle entregado al diablo todo aquello que le pertenecía y le agradaba.
José Farnández Lago
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