
Recientemente emocionaba y edificaba el testimonio de Gabriel Díaz Azarola,
párroco de San Vicente de Paúl, confinado en su domicilio pero en buen
estado de salud. Y en las últimas horas se ha difundido el mensaje de
audio de otro sacerdote, Jon García Escobar, párroco de Santiago Apóstol, también de hondo significado vocacional.
El padre Jon se encuentra hospitalizado con una severa manifestación del Covid-19, evidente en su respiración jadeante. Con él está su madre,
también gravemente enferma. Sus palabras son un llamamiento a sus
hermanos sacerdotes a vivir intensamente su sacerdocio precisamente en
estos momentos de tanta dificultad.
Ofrecemos el audio con sus palabras, transcrito a continuación:
Palabras de Jon García Escobar, sacerdote
Hola, buenas tardes, hermanos. Aquí estamos. Nos han subido a planta y
estamos juntos los dos. Como mi madre duerme, puedo deciros que ella
está muy malita: seguramente no salga, en las próximas horas. Veremos a
ver. Lo que Dios quiera.
Perdonadme una confianza, porque estoy pensando mucho en todos
vosotros, en todos los sacerdotes. Y quería animaros a no abandonar las
parroquias, a no abandonar nuestros altares. Celebrad la misa, los que
tenéis la suerte de hacerlo, en el altar de la parroquia. Ahora sí que
podemos decir: por el pueblo, por nuestro pueblo.
Incluso empecé a pensar que he perdido la cabeza, pero cogeos la
liturgia, y sentaos en el confesonario donde confesáis a rezar un rato y
mandad absoluciones a tantos que se van a morir sin ella, pero quizá
con actos de arrepentimiento. Que les llegue esa absolución de sus
sacerdotes.
Es una hora muy importante para nosotros, porque todo esto nos enseña
que somos unos imbéciles, que nos encanta hacer, no sé, grandes eventos
evangelizadores, tener muchas cosas en nuestras parroquias, sobre todo
si va a llegar el obispo a visitarlas. Pero lo más grande que tenemos en nuestras parroquias es nuestro sacerdocio, ser sacerdotes. No hacer cosas, sino ser sacerdotes.
Y ahora todos tenemos la oportunidad de hacerlo, incluso yo que estoy en la cama. Pero eso nadie me lo puede robar: el ofrecer la vida, y el ofrecer la vida sacerdotalmente, por nuestro pueblo.
Mucho ánimo. Ninguno interpretéis mal, por favor, mis palabras. No
juzgo a nadie ni corrijo a nadie ni quiero ser causa de ningún tipo de
división. Solamente, con mucho cariño, os animo a vivir esta hora con un
corazón muy alto, en lo alto de vuestros altares, en las parroquias,
dejándoos estremecer al veros solos. Solo Jesucristo en tus manos, y
tú y el Padre: y mientras tanto, todo ese torrente de redención que
brota de vuestras manos para los fieles que os han sido confiados. Que nos son confiados. Un abrazo grandísimo.
ReligiónenLibertad