
"¡Qué sorpresa ante esta situación!", anticipa ante la orden de
confinamiento en los hogares a la que ha forzado la pandemia y las
consecuencias de toda índole que está produciendo, en particular, en
Europa: "Es una experiencia de vulnerabilidad", ante la cual pide "ponernos en presencia de Dios y buscarle sentido".
Dios no nos ha mandado el virus, aclara, pero nada escapa a su
Providencia: "Dios conduce el hilo de la Historia a buen puerto, y nada sucede sin que Él tenga un designio de salvación en cuanto acontece".
Monseñor Munilla hace luego una sugerente reflexión histórica que
nace en las generaciones que vivieron la guerra y la postguerra,
"generaciones fuertes, sacrificadas, olvidadas de sí mismas": "Aquellos
tiempos tan duros dieron a luz personas fuertes y maduras. Estas
generaciones fuertes y maduras dieron a luz buenos tiempos, y esos
buenos tiempos de bienestar, en que las cosas fueron fáciles, dieron a
luz personas mucho más débiles. Y esas personas mucho más débiles han
dado a luz tiempos complicados, en los que los valores básicos en los
que se ha asentado nuestra generación se han puesto en solfa, hemos
dudado de las raíces de nuestra civilización y de nuestras convicciones
cristianas y han venido tiempos difíciles".
"Los tiempos duros dieron a luz personas fuertes, las personas
fuertes dieron a luz buenos tiempos, los buenos tiempos dieron a luz
personas débiles, y las personas débiles dieron a luz tiempos
difíciles... ¿Qué tendrá que ocurrir para que ahora estos tiempos
difíciles den de nuevo a luz personas fuertes, como aconteció antaño?",
se pregunta el prelado donostiarra.
La respuesta puede ser la pandemia que sufre ahora el mundo: "¿Acaso este virus forme parte de una Providencia en la que estemos llamados a renacer,
a entender que no somos nada sin la gracia de Dios, pero que con Dios
lo somos todo, que en Él podemos tener plena confianza y seguridad?".
El obispo guipuzcoano señala también que este es un tiempo de "obediencia firme y responsable pensando en el bien común".
Hay que pensar en cómo llenar el tiempo vacío por la renuncia
obligada a muchas actividades cotidianas. Puede ser un tiempo "en el que
construyamos, en el que maduremos", y monseñor Munilla invita a hacer
una agenda para gestionar el tiempo: "Cuidar el orden para que el orden cuide de mí", dice, siguiendo a San Agustín.
Hay que vivir este tiempo "como un regalo de Dios". Es un "tiempo de
gracia" para el que propone, por ejemplo, leer con calma las lecturas
litúrgicas del día, "personalizándolas, estudiándolas".
Igualmente, dado que normalmente comulgamos sin una adecuada
preparación para recibir a Jesucristo, sugiere que durante este tiempo
en el que no se pueda asistir a misa se hagan comuniones espirituales preparándose bien para recibir a Jesucristo cuando sea posible. Y sugiere que, finalizado este periodo de reclusión, se haga "una confesion sacramental para comulgar mejor": "¡Qué buena oportunidad para que en este tiempo hagamos examen de conciencia y preparar una buena confesión!"
Es "un tiempo de gracia", insiste, en el que además podemos aprender a
pensar más en los demás y darnos cuenta de que "el prójimo existe, y
amarlo". "Tiempo de gracia", concluye, que coincide con Cuaresma y con
el mes de San José.
Monseñor Munilla concluye su reflexión arrodillándose ante la Virgen de Fátima para rezarle la oración que ha compuesto el Papa Francisco a la patrona de Roma, Salus Populi Romani, y que aplica por los enfermos, por los sanitarios y por los responsables públicos.
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