"La vida que estamos llamados a promover y defender no es un concepto abstracto, sino que siempre se manifiesta en una persona en carne y hueso: un niño recién concebido, una persona marginada pobre, un paciente solitario y desanimado o en un estado terminal, alguien que ha perdido su trabajo o no puede encontrarlo, un migrante rechazado o encerrado..."
Así ha predicado el Papa Francisco durante su catequesis matinal de los miércoles, en la mañana de este 25 de marzo, día en que muchos países celebran el Día del Niño por Nacer o el Día de la Vida, y cuando la liturgia latina celebra la Encarnación de Dios en el seno de la Virgen María.
Como en semanas anteriores, el Papa ha pronunciado su catequesis sin
salir al exterior del Palacio apostólico, acompañado sólo de una decena
de sacerdotes que le ayudaron a pronunciar sus saludos y lecturas en
distintos idiomas.
Francisco hizo alusión a la gran encíclica provida de San Juan Pablo II,
promulgada hace 25 años, también un 25 de marzo. "Nos enfrentamos a
nuevas amenazas y nueva esclavitud, y las leyes no siempre protegen la
vida humana más débil y vulnerable”, advirtió el Pontífice argentino. “El mensaje de la Encíclica Evangelium vitae es, por lo tanto, más relevante que nunca".
El día en que se celebra la Anunciación del Señor, dijo el Papa, “el vínculo entre la Anunciación y el 'Evangelio de la vida' es cercano y profundo, como lo destacó San Juan Pablo
en su Encíclica. Hoy nos encontramos relanzando esta enseñanza en el
contexto de una pandemia que amenaza la vida humana y la economía
mundial".
“Una situación que hace que las palabras con las que comienza la
Encíclica sean aún más exigentes. Aquí están: "El Evangelio de la vida
está en el corazón del mensaje de Jesús. Acogido con amor por la Iglesia
todos los días, debe anunciarse con valiente fidelidad como buenas
noticias para los hombres de todas las edades y culturas. Como
cualquier anuncio del Evangelio, esto también debe ser ante todo
testigo. Y pienso con gratitud al testimonio silencioso de muchas
personas que, de diferentes maneras, están haciendo todo lo posible
para servir a los enfermos, los ancianos, los que están solos y los más
desamparados. Pusieron en práctica el Evangelio de la vida, como María,
que, después de aceptar el anuncio del ángel, fue a ayudar a su prima
Isabel, que lo necesitaba”.
"De hecho, la vida que estamos llamados a promover y defender no es
un concepto abstracto, sino que siempre se manifiesta en una persona en
carne y hueso: un niño recién concebido, una persona marginada pobre, un paciente solitario y desanimado o en un estado terminal, alguien que ha perdido su trabajo o no puede encontrarlo, un migrante rechazado o encerrado ... ".
“Todo ser humano es llamado por Dios para disfrutar la plenitud de la
vida; y confiando a la preocupación materna de la Iglesia, toda amenaza
a la dignidad y a la vida humana no puede dejar de tener repercusiones
en su corazón, en sus entrañas maternas”, insistió el Pontífice.
“Lamentablemente, los ataques contra la dignidad y la vida de las
personas continúan incluso en nuestra era, que es la era de los derechos
humanos universales. De hecho, nos enfrentamos a nuevas amenazas y nueva esclavitud, y las leyes no siempre protegen la vida humana más débil y vulnerable”.
“El mensaje de la Encíclica Evangelium vitae es, por lo tanto, más
relevante que nunca. Más allá de las emergencias, como la que estamos
experimentando, se trata de actuar a nivel cultural y educativo para
transmitir a las generaciones futuras la actitud de solidaridad,
cuidado, acogida, saber muy bien que la cultura de la vida no es un
patrimonio exclusivo. Cristianos, pero pertenece a todos aquellos que, luchando por la construcción de relaciones fraternas, reconocen el valor de cada persona, incluso cuando es frágil y sufre ".
“Queridos hermanos y hermanas, cada vida humana, única e irrepetible,
se aplica a sí misma y constituye un valor invaluable. Esto siempre
debe anunciarse nuevamente, con la parresía de la palabra y el coraje de
las acciones. Esto requiere solidaridad y amor fraterno para la gran
familia humana y para cada uno de sus miembros. Por lo tanto, con San
Juan Pablo II, reafirmo con renovada convicción el llamado que hizo a todos hace veinticinco años: "¡Respeta, defiende, ama y sirve la vida, cada vida, cada vida humana! ¡Solo en este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad, paz y felicidad! " (Enc. Evangelium vitae, 5) ".
En su mensaje final en lengua española el Papa dijo: «En estos
momentos en que toda la humanidad está sufriendo a causa de la
pandemia, les exhorto a implorar la protección de la Virgen María», así
como «la intercesión de San Juan Pablo II, para que toda vida humana
sea valorada, respetada, defendida y amada; así se hallará justicia,
paz y felicidad».
En la misa matinal, felicitó a las Hijas de la Caridad
Antes de la catequesis, el Papa Francisco celebró misa en la capilla
de la residencia Santa Marta, como cada mañana. En esta ocasión ofreció
la misa “por las religiosas que están trabajando en estos momentos
ayudando y socorriendo a los enfermos, arriesgando y dando la vida”
contra el coronavirus.
Además, felicitó a las Hijas de la Caridad, que celebran
especialmente la fiesta de la Anunciación. Dos de ellas conviven y
asisten al Papa en su día a día en la Casa de Santa Marta. Las
consagradas de la compañía renuevan anualmente sus votos en esta
jornada. “Las Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl están al servicio del dispensario de la Casa de Santa Marta desde hace 98 años,
y están presentes en esta misa, renuevan sus votos junto a sus hermanas
de todas las partes del mundo”, explicó el Papa Francisco, subrayando
que también ofrecía la eucaristía por ellas.
Durante la homilía, el Papa Francisco no hizo sermón: simplemente se
limitó a pronunciar una vez más el Evangelio en que el María proclama su
“hágase” a la visita del ángel para ser la madre de Jesús.
“Quizá lo mejor que podemos releer este pasaje, pensando que es la
Virgen la que nos lo cuenta en primera persona”. Al finalizar la
relectura del texto, el Papa declaró: “Éste es el misterio”.
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