Si, de un conjunto de descripciones de personalidad basadas en la combinación de numerosos rasgos, seleccionamos una de ellas, la probabilidad de que la identifiquemos correctamente como hombre o mujer oscila en torno al 85%, según países. Y lo llamativo es que los porcentajes mayores de acierto se dan en los países más igualitarios, como los escandinavos, y los menores en un país como Pakistán, considerado entre los menos igualitarios.

Más diferentes cuanto más igualitarios
"Pocos temas hay en psicología más controvertidos que las diferencias entre sexos", reconoce al presentar estos datos Scott Barry Kaufman, psicólogo en la Universidad de Columbia y colaborador de Scientific American. En su blog en esta publicación escribió el 12 de diciembre un artículo titulado Taking sex differences in personality seriously, donde revisa estudios recientes sobre las diferencias de personalidad entre hombres y mujeres y pide que sean tomadas en serio. ¿Por qué? Porque ha habido "avances fascinantes" en los últimos años y "los resultados son tan fuertes y generalizados que no pueden seguir siendo ignorados".  

Dichos resultados son "extraordinariamente consistentes en todas las culturas" y se aprecian más en los rasgos finos que en los rasgos más amplios. Destaca en particular el trabajo ya clásico de Richard A. Lippa en 2008 con datos de más de doscientas mil personas procedentes de 53 naciones distintas, y centrado en cuatro factores: extroversión, amabilidad, neuroticismo y preferencias ocupacionales. Según el profesor Lippa, de la Universidad de California en Fullerton, solo el sexo predecía bien las medias de esos cuatro rasgos: "Estos resultados sugieren que los factores biológicos pueden contribuir a las diferencia de personalidad entre sexos, y que la cultura desempeña un papel pequeño a despreciable al atenuar las diferencias de personalidad entre sexos".

Kaufman destaca algo aún más irritante para la ideología imperante: "Contrariamente a lo que podría esperarse, para todos esos efectos de la personalidad, las diferencias entre sexos tendían a ser más grandes, y no más pequeñas, en los países más individualistas y de mayor igualdad de género", en particular los escandinavos, como muestran el estudio de 2019 de Erik Mac Giolla y Petri J. Kajonius, de la Universidad de Goteborg, en International Journal of Psychology, y el aprobado pero pendiente de publicación de Tim Kaiser, de la Universidad de Salzburgo, en PsyArXiv.

"En los últimos años", añade, "está resultando cada vez más claro que cuando tienes en cuenta la gestalt [configuración] de conjunto de la personalidad, teniendo en cuenta la correlación entre los rasgos, las diferencias entre sexos se hacen más llamativas". El estudio en este sentido de 2012 de Marco del Giudice y colaboradores en Plos One fue corroborado en 2019 por Tim Kaiser, Tom Booth y él mismo en el Journal of Personality

Pero ¿cómo pueden medirse estas diferencias para ser identificadas como "llamativas"? En el último estudio mencionado, realizado sobre 31.637 personas en países anglófonos, la probabilidad de que un individuo seleccionado aleatoriamente fuese correctamente clasificado como hombre o como mujer solo en virtud de sus rasgos globales de personalidad fue del 85%.

Los países escandinavos, más Estados Unidos, Canadá, Australia y el Reino Unido, así como Rusia y otros países del norte y este de Europa están por encima de la media, según el antes citado estudio de Kaiser pendiente de publicación, con datos de un millón de personas procedentes de 50 países. Pero es que el país con menores diferencias entre sexos, que resultó ser Pakistán, tenía una precisión nada menos que del 77%.

Kaufman señala que estos datos concuerdan con los análisis de identificación del cerebro como masculino o femenino, que ofrecen datos de precisión entre el 77% y el 93%, según los estudios. Cita, en concreto, ocho: dos de 2016 (Chekroud y colaboradores y Sabuncu y colaboradores), tres de 2018 (Anderson y colaboradores, Joel y colaboradores y Sepehrband y colaboradores) y tres de 2019 (Phillips y colaboradores, Xin y colaboradores y Luo y colaboradores) confirmando esos datos.

Factores sociales o genéticos, pero siempre biológicos
¿En qué medida esas diferencias entre sexos son debidas a factores sociales o a factores genéticos? Eso está mucho menos claro, advierte Kaufman, incluso en el caso de las causas de las diferencias cerebrales. Pero los datos son los que son, y la precisión estadística alcanzada es "realmente alta"  y "difícil de ignorar".

En su opinión, sin embargo, debe reconocerse "la profunda influencia de la genética y la biología", máxime si se adopta una perspectiva evolutiva, dado que "las diferencias de comportamiento entre los sexos son igualmente generalizadas en casi todas especies": "No resulta verosímil que, de alguna manera, la psicología del hombre y de la mujer hayan evolucionado hasta ser idénticas a pesar de las diferencias fisiológicas y los diferentes roles reproductivos en la historia evolutiva".

En cualquier caso, Kaufman advierte de que no  hay que confundir lo biológico con lo genético a la hora de contraponerlo a lo cultural como sendos orígenes de las diferencias entre sexos, porque "toda diferencia sexual es biológica cuando se expresa", sea de origen genético o sea de origen cultural: "Los procesos de aprendizaje social son biológicos, los aspectos de la personalidad que son aprendidos también son biológicos y, de hecho, todo lo que afecta al comportamiento actúa biológicamente en el cerebro".
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