
“Las celebraciones de los Años Santos Compostelanos”, dijo, “han
tenido una connotación espiritual y pastoral además de la cultural en
las circunstancias del momento eclesial en que se celebra. El Año Santo
es un acontecimiento de gracia para la ayuda de la realización integral
de la persona con una antropología dinámica y dinamizadora y se
contextualiza en la realidad socio-cultural-religiosa en la que la
persona se está moviendo”.
En
su intervención, monseñor Barrio no eludió indicar las dificultades que
este reto espiritual implica en la actual cultura. “No se nos oculta”,
señaló, “la creciente deformación ética en nuestras sociedades,
consecuencia del debilitamiento del sentido del pecado personal y
social, así como de un progresivo aumento del relativismo que se expresa
en la mundanidad espiritual que idolatra el dinero, debilita los
vínculos entre las personas y desnaturaliza los vínculos familiares”.
Pero manifestó que “la santidad de una persona se mide con su caridad
y por la dimensión social de la fe. Precisamente se convoca el Año
Santo para cambiar las actitudes de las personas conforme al plan de
Dios, favoreciendo su despertar religioso y espiritual como también
modelar cristianamente las comunidades cristianas. El fortalecimiento de
la esperanza en los bienes futuros animará la evangelización de la
sociedad en consonancia con la rica tradición apostólica. La Iglesia ha
de estar atenta a cuanto se mueve en la sociedad. En el actual cambio de
época no se debe rehuir el riesgo de proponer juicios sobre nuestra
sociedad”.
El arzobispo repasó los últimos años santos compostelanos y explicó
que “en los dos últimos Años Santos de este milenio se ha subrayado que
la gracia del Espíritu Santo es el principio y el fin de la vida
peregrinante cristiana en la fe y en la esperanza. Queda como tarea del
próximo Año Santo 2021 el proclamar que el peregrino cristiano por la fe
y la esperanza está inmerso en la unión del Padre, el Hijo y el
Espíritu y así es llevado a su plena consumación”.
Seguir a Cristo
Monseñor Barrio, tras hablar sobre las claves con las que el
peregrino ha de interpretar la sinfonía del camino, cifró en el
seguimiento de la persona de Cristo el verdadero sentido de la
peregrinación: “Una verdadera transformación de las mentalidades y
actitudes de la Iglesia en la pureza doctrinal deja paso a un
seguimiento de Jesús. El hombre, ser-en-el-tiempo, ha de ir haciéndose
sucesivamente. Al ser humano le corresponde la condición de peregrino:
es homo viator. Gracias a la respuesta de Jesús a Tomás, el cristiano peregrino conoce el camino: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”
(Jn 14,3-6). Cristo se ha convertido en nuestro camino, porque se ha
hecho hombre, semejante a nosotros, porque Él mismo ha recorrido nuestro
camino. Cristo y el camino no pueden separarse. El propio Jesús es el
peregrino, que recorre el camino a nuestro lado, nos guía, ilumina
nuestro camino, porque Él es la verdad y nos deja su vida, que mediante
la Resurrección es eterna e imperecedera. El camino no es ningún tipo de
dictamen para conducir nuestra vida, sino una persona”.
Invitados
Al encuentro de este año ha sido invitado el sacerdote riojano Don
Jesús Merino Morga, canónigo de la Catedral de Santo Domingo de la
Calzada. Merino hablará sobre cómo acoger en la parroquia, poniendo como
ejemplo la labor que desempeñan en la Seo calceatense en la que
precisamente este año celebran el jubileo por el milenario del
nacimiento del santo.
En la segundo jornada se planteará una mesa redonda en la que el
Hermano Federico Albini (OFMCap) de León, Sor Aurora (F.d.C.) de
Carrión de los Condes, la Hermana Pilinchi Romero (R.S.C.J.) de Santiago
de Compostela y el Padre Daniel Fernández (S.M.) de Sahagún expondrán
en un panel sus experiencias de acogida a los peregrinos dentro de sus
comunidades.