
Graduado en Física y también músico, su llamada a la vida
religiosa tiene un fuerte componente intelectual, lo que además le ha
acabado llevando la Orden de Predicadores, donde el estudio es uno de los aspectos centrales de la obra fundada por Santo Domingo de Guzmán.
Dejar todo para ser fraile
En una entrevista en la página de la orden, Bernardo explicaba cómo puede atraer este modo de vida a un joven de su edad. “Una de las cosas que me llama la atención es la cantidad de tiempo que lleva existiendo en la vida de la Iglesia (¡dese
el siglo IV!), pero también es interesante la variedad que hay de
institutos de vida consagrada: todos tienen una identidad y carisma
propios, pero en conjunto son capaces de ir cubriendo, en la medida de
lo posible, las necesidades de cada etapa social y eclesial. Y esta es
también otra atractiva característica de la vida consagrada: la misión,
es decir, ponernos al servicio de la humanidad de cada época para así
poderle ser útil. Otro elemento que me atrae mucho es la vida comunitaria:
¿cómo es que personas tan distintas, de diferentes edades,
procedencias, incluso culturas, son capaces no sólo de vivir en el mismo
sitio, sino de convivir en fraternidad? En general, en las comunidades
religiosas puede reconocerse cierta armonía interna, algo que nos
sostiene… ¡Esto solo puede ser obra del Espíritu”.
Fr. Esteban Nko, novicio dominico; Fr. Jesús Díaz Sariego, prior de la Provincia Hispania, y Fr. Bernardo Sastre
Volviendo a su llamada a la vida religiosa, Bernardo explica que su
familia tenía desde siempre relación con un convento dominico de
Valladolid, pero “hasta hace poco la Iglesia había formado parte de mi vida como otro compartimento más, y no como la estantería central. Cierto es que no renegaba de ella, pero tampoco me implicaba demasiado en su vida y misión”.
Tres circunstancias claves
Sin embargo, este joven novicio asegura que todo cambió hace relativamente poco a partir de tres circunstancias concretas: la curiosidad intelectual, el misterio de la música y el sentido de la vida.
“A raíz de este conjunto de sucesos personales, descubrí la acción de
Dios en mi vida (hasta entonces creía en él, pero no lo había
experimentado de manera tan clara y cercana como hasta ese momento). En
definitiva, me encontré con el Señor: el Dios hecho hombre entró en mi historia como una persona más”, explica.
Asimismo, en su testimonio explica de manera más detallada y en primera persona estas tres circunstancias:
“1) La curiosidad intelectual: A medida que me iba formando en temas relacionados con el cristianismo, la historia de la Iglesia y similares, me iba dando cuenta de que estas cuestiones iban resolviendo muchas de las intrigas que me inquietaban e incluso afectaban, sobre todo las relacionadas con la existencia del mundo, la naturaleza del ser humano o la divinidad.

3) El sentido de la vida: En las vivencias que tenía
hasta el momento, había elementos que no terminaba de encajar del todo,
como el problema de la existencia del mal. Además, notaba que, en caso de dedicarme exclusivamente a la física, me iba a faltar algo importante…”.
Una llamada concreta a la Orden de Predicadores
Y después de esto llegó la llamada dentro de la llamada: quería ser fraile dominico. “Me fui acercando a la Orden de Predicadores a través del contacto directo con diversas personas (con las que terminé participando en varias experiencias vocacionales, pascuas juveniles…)”, señala.
¿Por qué precisamente ser dominico? Bernardo lo explica así: “Lleva
siglos dando testimonio de su carisma y misión en el mundo, de lo cual me atraen especialmente dos aspectos: el estudio y la predicación.
Por un lado, el estudio, porque me ha cautivado desde siempre: poder
formar parte de la búsqueda de la verdad de las cosas a través del
estudio (que tiene por base los libros, pero no solo) es una empresa
fascinante. Además, me encanta que la Orden haya dado desde el
principio tanta importancia a la ciencia y la razón como medios de
profundización en la creación y su Creador. Por otro lado, la
predicación, porque creo en el poder de la palabra para transformar la
realidad a mejor (empezando por el interior de uno mismo); en especial,
en la fuerza de la palabra de Dios, transmitida con sinceridad y
cercanía”.
Por último, este castellano de 25 años responde a una última
pregunta: ¿ser joven y optar por la vida consagrada hoy en dúa no es un
poco raro? Y así responde fray Bernardo: “¡Lo cierto es que sí! La
sociedad de hoy en día nos hace un montón de ofertas, pero no es lo
habitual que aparezcan anuncios en la prensa para cubrir ‘plazas
vacantes’ en un convento… [Risas]. También es verdad que,
aunque sociológicamente no seamos un caso tan común, a veces nos
encontramos con algunas sorpresas: ahí está, por ejemplo, la reciente
noticia de Philip Mulryne, que ha pasado de ser jugador del Manchester
United ¡a fraile dominico! En cualquier caso, creo que cada persona
tiene que emprender el camino por el que se sienta llamado,
independientemente de las tendencias sociales o modas de cada momento
cultural: tampoco se trata de ir a contracorriente, pero sí de ser fiel a
los propios principios, valores, cualidades personales, etc.
Concretamente, en la vocación religiosa (aunque no exclusivamente), esta
fidelidad se da principalmente hacia un llamamiento, al que intentamos
responder con nuestra propia vida; esta llamada vocacional la hemos ido
sintiendo y confirmando a lo largo de diversas experiencias de la propia
historia personal, ligadas a personas, lugares, circunstancias,
acontecimientos, etc. Cristo no te va a llamar por teléfono…
pero sí que, respetando al máximo tu libertad, va ‘hablándote’ a través
de todos estos elementos”.
ReligiónenLibertad