El primer discurso de Francisco en su viaje apostólico a Marruecos fue este sábado por la tarde durante su encuentro con las autoridades, diplomáticos y representantes de la sociedad civil del país, en un acto que tuvo lugar en la explanada de la Mezquita Hassan.
Las palabras del Papa evocaron en varias ocasiones el documento que firmó en febrero en Abu Dabi conjuntamente con el gran imán de Al Azhar, Al Tayeb, en el sentido de fomentar el diálogo entre cristianos y musulmanes. Así, ante Mohamed VI alabó esta visita como "una
importante oportunidad para promover el diálogo interreligioso y el
conocimiento recíproco entre los fieles de nuestras dos religiones...
Deseo que la estima, el respeto y la colaboración entre nosotros
contribuyan a profundizar nuestros lazos de amistad sincera, para que
nuestras comunidades preparen un futuro mejor para las nuevas
generaciones". También pidió que evitar "el riesgo de hacer de las
diferencias y el desconocimiento recíproco motivos de rivalidad y
disgregación".
"Es indispensable", subrayó el Pontífice, "oponer al fanatismo y al fundamentalismo la solidaridad de todos los creyentes,
teniendo como referencias inestimables de nuestro actuar los valores
que nos son comunes". Ensalzó asimismo el Instituto Mohamed VI para
imanes y predicadores, que iba a visitar inmediatamente después, y que
pretende "una formación adecuada y sana contra todas las formas de extremismo, que llevan a menudo a la violencia y al terrorismo y que, en todo caso, constituyen una ofensa a la religión y a Dios mismo".
Luego, Francisco pareció responder al requerimiento que le habían hecho días antes los cristianos de Marruecos de que defendiese la libertad religiosa,
dado que allí existe una tolerancia en cuanto al culto privado y
público, pero está prohibida toda forma de evangelización pública. "La
fe en Dios nos lleva a reconocer la eminente dignidad de todo ser
humano, como también sus derechos inalienables", dijo el Papa: "Por esa
razón, la libertad de conciencia y la libertad religiosa -que no se limita solo a la libertad de culto,
sino a permitir que cada uno viva según la propia convicción
religiosa- están inseparablemente unidas a la dignidad humana".
Por eso proclamó "la necesidad de ir más allá del concepto de minoría religiosa en favor de aquel de ciudadanía y de reconocimiento del valor de la persona, que debe poseer un carácter central en todo ordenamiento jurídico".
Por último, en referencia a "la grave crisis migratoria
que hoy estamos afrontando", señaló que es "urgente" buscar "los medios
concretos para erradicar las causas que obligan a tantas personas a
dejar su país, su familia, y a encontrarse frecuentemente marginadas,
rechazadas... Se trata de un fenómeno que nunca encontrará una
solución en la construcción de barreras, en la difusión del miedo al
otro o en la negación de asistencia a cuantos aspiran a una legítima
mejora para sí mismos y para sus familias".
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