Debemos "dejar caer de nuestras manos las piedras de denigración y de
la condena, de las habladurías que a veces queremos lanzar contra los
demás”, porque, como constató el Papa este domingo "cuando hablamos mal
de los demás, tiramos piedras". En cambio, debemos pedir perdón a Jesús y
abrirnos a una vida nueva, resume la periodista Griselda Mutual, de la
agencia de noticias de la Santa Sede Vatican News.
El Papa Francisco visualizó el contraste entre las dos actitudes,
precisamente la de los escribas y fariseos, por una parte, y la de
Jesús por la otra: “Los primeros quieren condenar a la mujer, porque se
sienten tutores de la Ley y de su fiel aplicación. En cambio, Jesús
quiere salvarla, porque Él personifica la misericordia de Dios, que perdonando redime y reconciliando renueva”.
Jesús es puesto a prueba
Tras describir el acontecimiento que presenta la imagen de Jesús en
el templo y la llegada de los escribas y fariseos que le llevan a una
mujer sorprendida en adulterio, preguntándole si debe apedrearla como
prescribe la Ley de Moisés, el Pontífice expresó lo siguiente: “El
evangelista señala que ellos le hicieron esta pregunta ‘para ponerlo a prueba y tener un motivo para acusarlo’.
Se puede suponer que su propósito era éste –vean la maldad de esta
gente-: el ‘no’ a la lapidación habría sido motivo para acusar a Jesús
de desobediencia a la Ley; el ‘sí’, en cambio, para denunciarlo a la
autoridad romana, que se había reservado las sentencias para sí misma y
no admitía el linchamiento popular. Y Jesús debe responder”.
No encerrar al Hijo de Dios en la perspectiva humana
El Santo Padre afirmó que “los interlocutores de Jesús”, estaban “encerrados en los cuellos de botella del legalismo,
y quieren encerrar al Hijo de Dios en su perspectiva de juicio y
condena”. En cambio, Jesús "no vino al mundo para juzgar y condenar,
sino para salvar y ofrecer a la gente una nueva vida”: “¿Y cómo
reacciona Jesús ante esta prueba? En primer lugar, permanece en silencio
durante un rato y se inclina para escribir con el dedo en el suelo,
casi como para recordar que el único Legislador y Juez es Dios, que
escribió la ley en la piedra. Y luego dice: ‘El de ustedes que esté
libre de pecado, arroje la primera piedra contra ella’”.
Hombres no pueden adjudicarse el derecho a la vida o a la muerte
Así el Pontífice explicó que de este modo “Jesús apela a la conciencia de aquellos hombres”: “Ellos se sentían ‘paladines de la justicia’,
pero los llama a la conciencia de su condición de hombres pecadores,
por la cual no pueden arrogarse el derecho a la vida o a la muerte sobre
otro semejante”.
Francisco prosiguió señalando que la escena siguiente, es decir la que narra que “uno tras otro, comenzando por los ancianos", se fueron "renunciando a apedrear a la mujer”, invita también "a cada uno de nosotros
a tomar conciencia de que somos pecadores", y a dejar caer de nuestras
manos “las piedras de denigración y de la condena, de las habladurías
que a veces queremos lanzar contra los demás”. “Cuando hablamos mal de
los demás – constató – tiramos piedras, somos como éstos”.
Miseria y misericordia
Con la imagen final de la sola presencia de Jesús y la mujer, “la
miseria y la misericordia”, dijo recordando a san Agustín, el Papa
reflexionó lo siguiente: “Jesús es el único sin culpa, el único que
podría arrojarle la piedra contra ella, pero no lo hace, porque Dios ‘no
quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva’. Y Jesús se
despide de la mujer con estas maravillosas palabras: ‘Vete y de ahora
en adelante no peques más’. Así Jesús abre ante ella un camino nuevo,
creado por la misericordia, un camino que requiere su compromiso de no
pecar más. Es una invitación que vale también para cada uno de nosotros:
Jesús cuando nos perdona nos abre siempre un camino nuevo para ir adelante”.
Verdadera conversión está orientada hacia un futuro nuevo
“En este tiempo de Cuaresma –continuó– estamos llamados a
reconocernos pecadores y a pedir perdón a Dios. Y el perdón, a su vez,
mientras nos reconcilia y nos da la paz, nos permite recomenzar una
historia renovada”. “Toda verdadera conversión está orientada hacia un
futuro nuevo, hacia una vida nueva, una vida bella, una vida libre del
pecado, una vida generosa”.
“No tengamos miedo de pedir perdón a Jesús, porque
Él nos abre la puerta a esta vida nueva”, exhortó Francisco. Y concluyó
orando para que la Virgen María “nos ayude a testimoniar todo el amor
misericordioso de Dios que, en Jesús, nos perdona y hace nueva nuestra
existencia, ofreciéndonos siempre nuevas posibilidades”.
ReligiónenLibertad