Fray Óscar Jaunsaras hoy es un monje benedictino que dedica su vida al ora et labora que promulgó San Benito. Es prior y ecónomo de una comunidad de más de 20 frailes del monasterio de Leyre, un lugar de una belleza singular y de gran historia situado en Navarra.
A este lugar al que se puede asistir a alguno de los rezos cantados en gregoriano con los monjes llegó ya bien entrada la vida adulta Óscar,
que se puede definir como una vocación tardía, y cuya vida hasta ese
momento en nada se parecía a la vocación que acabaría llenando su alma.
Un vividor que no llenaba su vacío
Antes de llegar al monasterio de Leyre, este navarro nacido en 1955 era lo que se puede definir como un “vividor”.
Le gustaba disfrutar de la vida, viajar por el mundo todo el tiempo, ir
de aquí para allá y exprimir todos los momentos. Pero no era feliz. “Eran años en los que sabía que buscaba algo pero que nunca conseguía encontrar”, explicaba el ahora prior benedictino.
En su vida no había nada permanente. Buscaba ese ‘algo’ que le llenara y para ello comenzó
estudios de Medicina, Empresariales, Psicología y hasta Informática.
Creía que lo había encontrado cuando probó con el diseño de interiores
y acabó los cinco años de estudios. Montó su empresa con dos amigos,
aunque admite que nunca fue una persona que trabajara por necesidad pues
tenía dinero para vivir holgadamente. “Aceptaba proyectos por gusto;
para intentar llenar un vacío que sentía desde hacía años y que no
conseguía llenar con nada”, relataba a Stolperstein.
El accidente que le hizo parar y reflexionar
Tampoco el recorrer el mundo, y ser un viajero empedernido, le hizo
encontrar ese sentido. Y así llegó a los 35 años cuando paseando por el
monte en Etxauri, su localidad natal, se rompió el tobillo, y los médicos le obligaron a hacer dos meses de reposo.
“En ese tiempo me di cuenta de que el mundo no se detenía aunque yo parara, y pensé: cuando pueda caminar, iré unos días a Leyre”, confesaba al Diario de Navarra. Al final decidió ir al monasterio una semana para alojarse en la hospedería y reflexionar sobre su vida.
Su ida y huida de Leyre
Al segundo día Óscar salió huyendo de Leyre debido al frío que pasaba
y horrorizado de ver cómo los monjes aguantaban esas temperaturas que
para él eran claramente inhumanas. “Era diciembre de 1990, y la Navidad la pasé en Río de Janeiro, una ciudad que me gustaba mucho, con las playas de Ipanema o Copacabana, y visitaba a menudo”.
Ahora recuerda sonriendo aquel momento en el que huyó del monasterio
debido al frío. Pero fue años después, en 1993, y de nuevo en Río de
Janeiro donde sintió de nuevo una llamada a volver a aquel monasterio
benedictino del que salió despavorido. Él mismo cree que fue algo
puramente intelectual, una atracción a volver a aquel lugar.
Su vuelta al monasterio
Esta segunda estancia fue definitivamente diferente a la primera. No
estaba convencido de lo que hacía pero algo en su interior le invitaba a
llamar a la puerta de este monasterio benedictino. “Yo tenía claro que podía ser para siempre o para tres días, como me había pasado la última vez”, cuenta.
Sin embargo, al final se lanzó, llamó a la puerta, habló con el maestro de novicios y en julio comenzó a vivir y a formarse en el monasterio.
Años después fue consciente de que todo esto fue providencial puesto
que su caso fue totalmente inusual ya que los novicios no son aceptados
hasta el mes de octubre.
Durante los primeros años residió en una zona reservada para el noviciado, pues “los novicios llevan un ritmo totalmente distinto al resto. Sólo coincide con los demás en las comidas y en los rezos”.
Estos fueron años en los que además de limpiar mucho, realizar otro
tipo de tareas y formarse, pudo ir profundizando su relación con Dios,
encontrando por fin la paz que durante años buscaba viajando por el
mundo y saltando de una actividad a otra.
Una vida plena
En este más de medio siglo que lleva en Leyre y donde actualmente es la mano derecha del abad, fray Óscar ha hecho de todo: “Jardines,
elaborar iconos, atender el noviciado… siempre en una vida de oración,
trabajo y de formación, en el sacerdocio, además de filosofía o
teología".
La vida en Leyre comienza a las 5.30 de la mañana todos los días del
año, y a las 10 cada uno de ellos se retira a su celda. En ella –afirma
Óscar- se produce “el mejor momento del día para la lectura, la oración, la reflexión…”.
Echando la vista atrás, este benedictino recuerda que “de los 18 a los 38 años fui un francotirador. Mi madre se fue pensando que dejaba un pirata en el mundo”. Pero sabe que sus padres estarán encantados con el giro que dio su vida.
Echando la vista atrás, este benedictino recuerda que “de los 18 a los 38 años fui un francotirador. Mi madre se fue pensando que dejaba un pirata en el mundo”. Pero sabe que sus padres estarán encantados con el giro que dio su vida.
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