“Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y
torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese
sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”.
Bakhita: “Afortunada”
La verdadera fortuna es conocer, amar y servir a Dios. El nombre
“Bakhita” significa “afortunada” y nuestra santa ciertamente lo es. Sin
embargo, esa fortuna no le vino nada fácil. Bakhita es el nombre que
recibió cuando fue secuestrada mientras que fue bautizada con el nombre
de Josefina.
De su vida no se conocen datos exactos. Se cree que es de Olgossa en
Darfur, y que nació en 1869. Vivió su infancia con sus padres, tres
hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela.
Su vida fue profundamente marcada cuando unos negreros llegaron a
Olgossa y capturaron a su hermana. En su biografía escribió: “Recuerdo
cuánto lloró mamá y cuánto lloramos todos”. También cuento su propia
experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos.
Cuando
aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por el campo y
vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno le dijo a
mi amiga: ‘Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta.
Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de
poco’. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar
a mi amiga para que no pudiera dar la alarma.
Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacia. Cuando estaba en el
bosque, me percaté que las dos personas estaban detrás de mí, y fue
cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con
el cual me amenazó diciéndome: ‘Si gritas, morirás! Síguenos!'”.
Fueron esos hombres quienes le pusieron el nombre Bakhita sin
comprender a donde ella llegaría. Llevaron a Bakhita a El Obeid donde
fue vendida a cinco distintos amos en el mercado de esclavos. Intentó
escapar, pero sin éxito. Su cuarto amo fue el peor en sus humillaciones y
torturas. Cuando tenía unos 13 años fue tatuada, le realizaron 114
incisiones y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes.
Ella cuenta en su biografía: “Sentía que iba a morir en cualquier
momento, en especial cuando me colocaban la sal”.
El comerciante italiano Calixto Leganini compró a Bakhita en 1882.
Era el quinto amo. Ella escribe: “Esta vez fui realmente afortunada
porque el nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui
maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal,
pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad”.
En 1884 Leganini se vio en la obligación de dejar Jartum, tras la
llegada de tropas Mahdis. Bakhita quiso seguir con su amo cuando este se
fue a Italia con su amigo Augusto Michieli. La esposa de Michieli los
esperaba en Italia y quiso quedarse con uno de los esclavos que traían
por lo que se le dió a Bakhita. Con su nueva familia, Bakhita trabajo de
niñera y amiga de Minnina, hija de los Michieli.
En 1888 la familia Michieli compró un hotel y se trasladaron a Suakin
pero Bakhita decidió quedarse en Italia. Bakhita y Minnina ingresaron
al noviciado del Instituto de las Hermanas de la Caridad en Venecia.
Esta congregación, fundada en 1808, es mas conocida como Hermanas de
Canossa.
Fue en el Instituto que Bakhita conoció de verdad a Cristo y que
“Dios había permanecido en su corazón”, por lo que le había dado fuerzas
para poder soportar la esclavitud, “pero recién en ese momento sabía
quien era”. Recibió al mismo tiempo el bautismo, la primera comunión y
la confirmación, el 9 de enero de 1890, por manos del Cardenal de
Venecia. Tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada.
Al ser bautizada expresó: “¡Aquí llegué a convertirme en una de las
hijas de Dios!”. Se dice que no sabía como expresar su gozo y en su
biografía cuenta que en el Instituto conoció cada día más a Dios, “que
me ha traído hasta aquí de esta extraña forma”.
La Señora de Michieli volvió del Sudán a llevarse a su hija y a
Bakhita, pero con gran valentía Bakhita se negó a ir y prefirió quedarse
con las Hermanas de Canossa. Bakhita pudo prevalecer porque la
esclavitud era ilegal en Italia. El 7 de diciembre de 1893, a los 38
años de edad profesó en la vida religiosa.
Bakhita fue trasladada a Venecia en 1902, donde trabajó limpiando,
cocinando y cuidando a los más pobres. Nunca realizó milagros ni
fenómenos sobrenaturales, pero tenía fama de santidad. Siempre fue
modesta y humilde, mantuvo una fe firme en su interior y cumplió siempre
sus obligaciones diarias.
Mucho le costó escribir su autobiografía en 1910, la cual fue
publicada en 1930. En 1929 se le ordena ir a Venecia a contar la
historia de su vida. Luego de la publicación de sus memorias, se hizo
muy conocida y viajaba por toda Italia dando conferencias y recogiendo
fondos para su congregación.
Aunque la salud de Bakhita se fue debilitando hacia sus últimos años y
quedó con mucho dolor en silla de ruedas, no dejó de viajar. Falleció
el 8 de febrero de 1947 en Schio, siendo sus últimas palabras: “Madonna!
Madonna!”
Miles de personas fueron a darle el último adiós, expresando así el
respeto y admiración que sentían hacia ella. Fue velada por tres días,
durante los cuales, según cuenta la gente, sus articulaciones aún
permanecían calientes y las madres cogían su mano para colocarla sobre
la cabeza de sus hijos. Josefina se recuerda con veneración en Schio
como “Nostra Madre Moretta”.
Sus restos incorruptos fueron sepultados bajo el altar de la la iglesia del convento de Schio, Italia.
A los altares
En 1959 la diócesis local comenzó las investigaciones sobre su
santidad. El 1 de diciembre de 1978 fue declarada Venerable. El 17 de
mayo de 1992 fue beatificada por Juan Pablo II, declarándose su fiesta
el 8 de febrero. En esa ocasión el Papa reconoció que ella transmitió el
mensaje de reconciliación y misericordia.
Bakhita fué canonizada por S.S. Juan Pablo II el 1 de octubre del 2000.
La historia de Bakhita es la de un continente. Ella sufrió graves
males en manos de algunos cristianos pero su corazón no se cerró. Supo
perdonar a los que la ultrajaron y descubrir que aquellos agravios,
aunque cometidos por cristianos, son contrarios al camino de Jesús.
Gracias a las religiosas encontró el verdadero rostro de Cristo y entró
en Su Iglesia. Nada, ni los malos ejemplos, nos puede apartar del amor
de Dios cuando le permitimos reinar en nuestro corazón. Bakhita nos
deja este maravilloso testamento de perdón por amor a Cristo: “Si
volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron,
me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido
esto, ahora no sería cristiana y religiosa”. El Papa la llamó “Nuestra
Hermana Universal”.
Artículo publicado originalmente por corazones.org
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