La Sala Regia del Palacio Apostólico del Vaticano acogió en la tarde de este sábado 23 de febrero una liturgia penitencial presidida por el Papa Francisco al que han asistido los cardenales, obispos, superiores de órdenes religiosas y demás participantes en el Encuentro sobre la Protección de Menores. En total, unas 190 personas, incluyendo a los delegados de todas las conferencias episcopales del mundo.
Durante la confesión de faltas, una de las partes centrales de la
liturgia, se ha reconocido la culpa de los miembros de la Iglesia en los
abusos y se ha pedido perdón a los abusados. “Confesamos que obispos,
sacerdotes, diáconos y religiosos en la Iglesia hemos ocasionado
violencia a niños y jóvenes, y que no hemos protegido a quienes más necesitaban de nuestra ayuda”, declaraba el texto que leyeron los asistentes.
También se ha confesado “que hemos protegido a los culpables y hemos silenciado a los que han sufrido el mal”. “Confesamos que no hemos reconocido el sufrimiento de muchas víctimas, ni hemos ofrecido ayuda cuando la necesitaban”, han reconocido cardenales, obispos y demás participantes en la liturgia penitencial.
El Arzobispo de Tamale, Ghana, Philip Naameh, pronunció la homilía en
la que recordó que “el Señor nos ha confiado la gestión de los bienes
de la salvación, confía en que cumpliremos su misión, proclamaremos la
Buena Nueva y ayudaremos a establecer el reino de Dios”.
"Con demasiada frecuencia hemos mirado a otro lado"
Sin embargo, preguntó: “¿Hacemos justicia a lo que se nos ha
confiado? Sin duda, no podremos responder a esta pregunta con un sí
sincero”, reconoció. “Con demasiada frecuencia hemos callado, hemos
mirado para otro lado, hemos evitado los conflictos, hemos sido
demasiado petulantes para enfrentarnos a los lados oscuros de nuestra
Iglesia”.
De este modo, “hemos derrochado la confianza depositada en nosotros,
especialmente en lo que se refiere a los abusos en el ámbito de la
responsabilidad de la Iglesia, que es ante todo nuestra responsabilidad.
No hemos brindado a las personas la protección a la que tienen derecho, hemos destruido las esperanzas y las personas han sido vejadas masivamente tanto en cuerpo como en alma”.
En su homilía, recurrió a la lectura evangélica del hijo pródigo. En
este sentido, recordó que “el hijo pródigo en el Evangelio lo pierde
todo, no solo su herencia, sino también su estatus social, su buena
posición, su reputación”.
“No debemos sorprendernos si sufrimos un destino similar, si la gente habla mal de nosotros, si hay desconfianza hacia nosotros, si algunos amenazan con retirar su apoyo material. No debemos quejarnos de ello, sino preguntarnos qué debemos hacer de forma diferente”.
"Somos responsables de los demás miembros"
“Nadie puede eximirse, nadie puede decir: ‘pero yo personalmente no he hecho nada malo’. Somos una fraternidad, somos responsables no solo de nosotros mismos, sino también de todos los demás miembros de nuestra fraternidad, y de la fraternidad en su conjunto”, concluyó.
Por otra parte, durante la reflexión previa al examen de conciencia,
el Papa Francisco señaló que “la parábola del Padre misericordioso nos
muestra que Dios ofrece el perdón y la esperanza. El hijo que abandonó
al Padre, sin embargo, no puede permanecer alejado, sino que debe
reconocer su culpa, arrepentirse y regresar al Padre”.
“Durante tres días hemos hablado entre nosotros y hemos escuchado las voces de las víctimas sobrevivientes sobre los crímenes que los niños y jóvenes han sufrido en nuestra Iglesia”.
“Nos hemos preguntado: ¿cómo actuar con responsabilidad y qué pasos
debemos dar ahora? Pero para afrontar el futuro con ánimo renovado,
debemos decir, como el hijo pródigo: ‘Padre, he pecado’”.
Explicó que “hemos de examinar qué acciones concretas se necesitan
para las iglesias particulares, para los miembros de nuestras
Conferencias Episcopales, para nosotros mismos. Esto requerirá que miremos con honestidad la situación en nuestros países y en nuestras propias acciones”, finalizó.
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