San Adrián (Adriano) de Canterbury
Un profesor procedente de Nápoles que hizo mucho bien en Inglaterra
Un profesor procedente de Nápoles que hizo mucho bien en Inglaterra
En Canterbury, en Inglaterra, san Adriano, abad, el cual, nacido en
África, desde Nápoles viajó a Inglaterra, donde, muy preparado en
ciencias eclesiásticas y civiles, educó egregiamente a gran número de
discípulos.
San Adrián había nacido en Africa. Era abad de Nérida, cerca de
Nápoles, cuando el papa san Vitaliano, a la muerte de san Adeodato,
arzobispo de Canterbury, le escogió por su ciencia y virtud para
instruir a la nación inglesa, aún joven en la fe. El humilde siervo de
Dios trató de declinar la elección, recomendando a san Teodoro de Tarso
para el cargo, pero se mostró dispuesto a compartir los trabajos de la
misión. El Papa accedió a sus súplicas y le nombró asistente y consejero
del nuevo obispo, en lo cual san Adriano convino gustosamente.
San Teodoro le nombró abad del monasterio de San Pedro y San Pablo de
Canterbury, que más tarde había de llamarse San Agustín, donde nuestro
santo enseñó el griego, el latín, la ciencia de los Padres y, sobre
todo, la virtud. Bajo Adrián y Teodoro, la influencia de la escuela
monástica de Canterbury se extendió enormemente. San Aldelmo acudió a
ella desde Wessex, Oftforo desde Whitby, y otros estudiantes desde
Irlanda. Era una escuela de Derecho Romano y de Ciencias eclesiásticas.
Beda refiere que los discípulos de san Adrián conocían bastante bien el
griego y hablaban el latín como el inglés. San Adrián ilustró el país
con su doctrina y el ejemplo de su vida, durante treinta y nueve años.
Murió el 9 de enero del año 710.
Goscelino de Canterbury nos ha dejado una narración muy interesante
del descubrimiento en el 1091 de los restos de san Adrián, que se
hallaban incorruptos y despedían una suave fragancia; las recientes
excavaciones confirman ese relato.
Sobre el descubrimiento de los restos, ver Migne, PL., vol. CIV, cc.
36-38, y Archaeologia Cantiana (1917), vol. XXXII, p. 18. La tumba de
San Adrián se hizo famosa por los milagros en ella obrados, según nos
dice Goscelino, citado por Guillermo de Malmesbury y por Capgrave. El
nombre de nuestro santo se encuentra en los calendarios ingleses. Acta
Sanctorum, 9 de enero, que reproduce algunos pasajes de Beda y de
Capgrave; y Biblioteca Hagiográfica Latina, de los Bollandistas, n. 558.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Oremos: Tú, Señor, que concediste a San Adrián el don de imitar con
fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también nosotros, por
intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra
vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de
tu Hijo. Que vive y reina contigo.
Artículo originalmente publicado por evangeliodeldia.org
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