El arzobispo de Santiago, mons. Julián Barrio, presidió un año más la
tradicional fiesta de la Traslación del Apóstol Santiago, que se
celebra cada 30 de diciembre en la catedral compostelana. Se trata de
una tradición instaurada por Felipe V en el año 1646.
En su homilía, mons. Barrio recordó que celebramos la traslación de
los restos del Apóstol Santiago en Navidad, “recordando que el Hijo de
Dios hecho hombre comparte con su nacimiento nuestra debilidad, funda
nuestra esperanza, nos ayuda a liberarnos de nuestra soledad y nos
invita a participar en su vida divina al asumir nuestra condición
humana”.
Recordó que la traslación es “una realidad que vivimos en la
admiración, en el asombro y en la alabanza acogiendo los planes de la
providencia de Dios en la existencia”. Los cristianos, dijo, “buscaron
desde el primer momento guías seguros que, habiendo entregado su vida
por Dios en el martirio, les garantizasen llegar a la meta”. El
arzobispo reconoció que “también hoy los cristianos encuentran
dificultades a la hora de manifestar su fe, a menudo protestada y
rechazada”. Recogiendo el magisterio del concilio Vaticano II, aseguró
que a pesar de todo, solo se puede decir que el hombre “vive en la
plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía
por entero a su Creador… cuando olvidamos o marginamos a Dios se
obscurece el horizonte ético y moral, dejando espacio a una concepción
ambigua de nuestra libertad”.
Mirando al Apóstol, mons. Barrio insistió en que su ejemplo “nos
anima a evangelizar y a ofrecer nuestra experiencia cristiana
presentando el amor de Dios en este proceso de neopaganismo que estamos
viviendo en el que muchas personas buscan confusamente el sentido de la
vida en una religiosidad informe”.
Acabó su homilía pidiendo por los gobernantes, las personas
necesitadas y por el pueblo gallego. También para que la próxima Jornada
Mundial de la Juventud sea fructífera.
Este año, como el pasado, la ofrenda fue realizada por el presidente
del parlamento gallego, Miguel Santalices que actuó como delegado del
rey Felipe VI.