
En la actualidad, hay 154 comunidades de El Arca repartidas por todo
el mundo, y su labor con los últimos, abandonados y rechazados de la
sociedad es un ejemplo del carisma al que ha sido llamado. Esta obra
queda plasmada ahora en un documental titulado Jean Vanier, Le sacrement de la tendresse, que muestra perfectamente lo que este católico ha hecho desde 1964 con los discapacitados mentales. Marie-Noëlle Tranchant recoge unas pinceladas del filme y del espíritu de El Arca en este reportaje de Le Figaro:
La lección de humanidad de Jean Vanier, fundador de El Arca.
Aún estamos en la época de los deseos: les deseamos empezar el año en
compañía de Jean Vanier, fundador de los hogares de El Arca. Y Jean
Vanier desea que se otorguen ustedes el permiso de ser locos. “No digo
que todos deberíamos convertirnos en locos", corrige encantador: "Pero
podríamos serlo de vez en cuando…”. En lugar de conformarse educadamente
con lo que espera la sociedad de él, dejándose gobernar por los demás y
por su deseo de alcanzar el éxito, para así obtener sus aplausos, se
concede el permiso de ser, sencillamente, él mismo y de escuchar a su
corazón. “Mis compañeros desde hace cincuenta años me han enseñado que
no hay nada malo en desear esto”, nos asegura sonriendo. La genialidad
de todos ellos no es intelectual, sino que es la genialidad de la
relación: “No son educados. Son ellos mismos. ¡Están locos!”. Vivir con
ellos, “¡es un desmadre! Pero siempre un desmadre de vivir juntos, en
familia, en el trabajo; sabe a qué me refiero ¿verdad?”. El humor es aún
más encantador si se considera que se trata de un discurso oficial
pronunciado por Jean Vanier cuando recibió, en 2015, el premio Templeton por su labor “en el desarrollo de la búsqueda en las realidades espirituales”.

Vive desde hace más de medio siglo con discapacitados mentales
acogidos en las comunidades de El Arca, que actualmente son 154 en todo
el mundo. Un documental de Frédérique Bedos, Jean Vanier, Le sacrement de la tendresse [Jean Vanier, el sacramento de la ternura],
relata el recorrido de este extraordinario aventurero que se dejó guiar
por el viento del espíritu. Nació en 1928, en las altas esferas de la
sociedad canadiense. Su padre, Georges Vanier, fue embajador y, más tarde, gobernador de Canadá, cercano a la familia real británica.
El ejemplo de este héroe de la Primera Guerra Mundial inspira al joven.
A los 13 años decide atravesar el Atlántico para enrolarse, en plena
guerra, en la escuela naval inglesa. Su serena determinación encuentra
la oposición paterna. “Confío en ti”, acabará diciendo Georges Vanier a
su hijo.
Los excluidos de la sociedad
Tras pasar ocho años en la marina, este gran deportista, de más de
metro y noventa siete centímetros de altura, dirige su mirada del color
azul del mar a los libros, se forma en Filosofía y Teología y defiende
una tesis sobre la ética de Aristóteles bajo la dirección del padre
Thomas Philippe, dominico. Al visitarle en una ocasión en el pequeño
pueblo de Trosly-Breuil, en el departamento de l'Oise, donde es capellán
de un hogar para discapacitados mentales, Jean Vanier descubre la
desgracia en la que viven estos excluidos de la sociedad, oprimidos,
abandonados, como si no pertenecieran a la humanidad. Con dos
discapacitados, Raphaël y Philippe, restaura una pequeña casa del
pueblo: “Todo lo hacíamos mal, pero estábamos bien. Las bromas, el
juego, es esto lo que construye la relación”. Encontró a su familia, y
el primer y minúsculo hogar de El Arca nació en 1964.
“Al principio no había ningún plan, ninguna voluntad de crear una obra.
Sencillamente, una escucha y un compromiso inmediato con la situación
que se presenta. Con Jean Vanier, siempre es la vida la que decide”,
comenta Frédérique Bedos. Su motivación profunda es el sentido de la
justicia, y cuando la motivación es pura y la integridad total, surgen
los recursos.

Frédérique Bedos produce actualmente dos series de documentales: los Héroes humildes,
consagrados a ejemplos anónimos como sus padres adoptivos, que han
acogido a una veintena de niños (ella ha contado su infancia en La Petite Fille à la balançoire - La niña del columpio); y los Mahatmas (Grandes almas)
con una reconocida influencia espiritual. El retrato de Jean Vanier
pertenece a esta última serie. “Es una figura conocida. Pero si bien El Arca tiene un alcance internacional, su recorrido y su profundo pensamiento son menos conocidos.
Ahora tiene 90 años y, en mi opinión, es un deber transmitir su
filosofía, su espiritualidad y, también, su presencia encarnada”.

El contacto con los discapacitados mentales provoca en él dos
emociones principales: la indignación ante la condición en la que viven y
la maravilla ante su inocencia, su autenticidad, su vulnerabilidad,
pero también su alegría de vivir, de gran pureza. “Lo importante es que los que han sido los más oprimidos descubran que son más hermosos de lo que se atreverían a creer”.
Y esto pasa por la ternura. “Es la palabra capital, es el motivo por el
cual la he destacado en el título, como un sacramento”, comenta
Frédérique Bedos.
Gratuidad, humildad y desinterés
Con ella, conocemos a los habitantes de diversos hogares de El Arca.
“La expresión ‘discapacitado mental’ cubre una multiplicidad de
realidades -aclara la cineasta-. He filmado a cada persona de cara a la
cámara, para que se pueda ver que cada una de ellas es un universo. Hay
algo fascinante y comprendemos que sí, cierto, establecer una relación
con estas personalidades tan distintas, tan únicas, puede llevar una
vida. Nos damos cuenta también de que somos como estas personas, y
tratarlas elimina el peso de culpabilidad y de inquietud que nos lleva a
evitarlas”. Los acompañantes subrayan la reciprocidad y lo natural de
las relaciones: “Nos dan alegría, amor, amistad. Cuando estoy con ellos,
todos mis problemas desaparecen”, dice una joven ayudante de El Arca de
Belén. “Amar no es hacer algo por alguien, es estar con él”, va
más allá -dice Jean Vanier. “Nos damos cuenta de que esta gratuidad
aumenta nuestra humanidad. Estas personas magníficas pueden enseñarnos a
destruir el yugo de la sed de poder y llevarnos a un mundo más
pacífico”.
Frédérique Bedos ha elegido quedarse más tiempo visitando El Arca de
Belén y la de Calcuta “porque son dos lugares llenos de conflictos,
donde el rechazo al otro es muy violento, donde los comunitarismos están
exacerbados. Los hogares de El Arca acogen personas de todos los orígenes, de todas las confesiones.
Y esto testimonia también la evolución espiritual de Jean, firmemente
anclado en su fe católica, pero cada vez más abierto al amor
incondicional de todos”.
Rodado durante tres años, montado en tres meses, con un presupuesto
muy bajo, pero con una hermosa ambición artística, este documental
increíble exalta la gratuidad, la humildad, el desinterés, en
contracorriente con las tendencias dominantes. “Se atreve incluso a hablar tranquilamente de la muerte, tema tabú en nuestra sociedad”,
dice Frédérique Bedos con una sonrisa. Su última entrevista tiene un
tono de confidencia: “Yo también estoy disminuyendo. Es otra forma de
sabiduría. En el fondo, los más sabios son los que mueren, porque ya no
tienen nada que retener”. La meditación se prolonga en planos
silenciosos donde le vemos rezar en la naturaleza. “He torturado a Jean
para tener estas imágenes de soledad, nos confía la directora, riéndose.
Él no quería. Le he dicho: es necesario que podamos palpar tu profundo
corazón. Confía en mí”. Ella quería llegar hasta este punto último y
delicado del alma, “tener acceso al secreto de esta autenticidad”.
Traducido por Elena Faccia Serrano.
ReligiónenLibertad