El Papa ha cerrado el año 2018 con la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de Santa María Madre de Dios
en una ceremonia en la basílica de San Pedro. En ella, Francisco
también dio gracias a Dios por este año que concluye y lo hizo con el
canto del Te Deum, con la exposición del Santísimo Sacramento y con la posterior bendición eucarística.
En su intervención, Francisco se centró en dos expresiones concretas
de San Pablo que sirven como síntesis del Nuevo Testamento. La primera
de ellas es “plenitud del tiempo”. “En estas últimas horas del
año solar, en el que sentimos aún más la necesidad de algo que llene de
significado el transcurrir del tiempo, dicha expresión tiene una
resonancia especial”, explicó el Santo Padre.
"Esta fuerza se llama Amor"
También puso de manifiesto que si bien durante cierto tiempo Jesús es
casi invisible e insignificante, “en poco más de treinta años desatará
una fuerza sin precedentes”, que aún permanece y “perdurará a lo largo
de toda la historia”. Y dijo que “esta fuerza se llama Amor”. Sí,
porque como añadió el Papa “el amor da plenitud a todo, incluso al
tiempo; y Jesús es el ‘concentrado’ de todo el amor de Dios en un ser
humano”.
De este modo, tal y como recoge Vatican News,
al recordar que San Pablo explica por qué el Hijo de Dios nació en el
tiempo, y cuál es la misión que el Padre le ha encomendado, el Papa dijo
que Jesús nació “para rescatar”. Y ésta – añadió – “es la segunda
palabra” que tal como destacó el Pontífice debe llamar nuestra atención,
puesto que “rescatar”, significa “sacar de una condición de esclavitud y devolver a la dignidad y a la libertad propia de los hijos”.
Mientras la esclavitud a la que alude el apóstol es la de la “ley”,
entendida como un conjunto de preceptos que hay que observar, una ley
que – como dijo Francisco – “educa al hombre”, “es pedagógica”, “pero
que no lo libera de su condición de pecador, sino que, en cierto modo,
lo ‘sujeta’ a esta condición, impidiéndole alcanzar la libertad de
hijo”.
"Con dolor y arrepentimiento"
El Papa también se detuvo a reflexionar “con dolor y arrepentimiento”
puesto que – como dijo – “también en este año que llega a su fin,
muchos hombres y mujeres han vivido y viven en condiciones de
esclavitud, indignas de personas humanas”.
Y sin olvidar a los habitantes de la Ciudad Eterna, el Obispo de Roma
dirigió su pensamiento de Padre a las tantas personas sin hogar, que
son más de diez mil y cuya situación es especialmente dura durante los
meses invernales. Después de destacar que también Jesús nació en una condición análoga, aunque no por casualidad o accidente, sino precisamente para manifestar el amor de Dios por los pequeños y a los pobres, el Santo Padre afirmó textualmente:
“La Iglesia que está en Roma no quiere ser indiferente a las esclavitudes de nuestro tiempo, ni simplemente observarlas y socorrerlas, sino que quiere estar dentro de esa realidad, cercana a esas personas y a esas situaciones”.
Por último, al celebrar la divina maternidad de la Virgen María, el
Pontífice animó esta forma de maternidad de la Iglesia. Y formuló la
pregunta: “¿Cómo llamar a todo esto, sino Amor? Amor del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, a quien esta tarde la santa madre Iglesia eleva en todo el mundo su himno de alabanza y de agradecimiento”.
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