
Estos días se han cumplido siete décadas de lo que ahora es un movimiento eclesial extendido por todo el mundo,
reconocido canónicamente por la Santa Sede y responsable de la
conversión de miles de personas, que han descubierto la Iglesia a través
de ellos.
En España, país en el que comenzaron los Cursillos de Cristiandad, durante estos 70 años se han realizado 10.500 cursillos en los que han participado 250.000 personas. Hoy está presente en 57 diócesis españolas.
El presidente de Cursillos de Cristiandad en España, Álvaro Martínez, explica en esta entrevista en el Diario de Córdoba qué son y qué ofrece este movimiento en la sociedad del siglo XXI:
«El cursillo de cristiandad es una experiencia de búsqueda»
- En el siglo XXI, ¿cómo es un cursillo de cristiandad?
- En el siglo XXI y en el XX. Básicamente es una experiencia de encuentro con Dios en un formato de convivencia de tres días.
- En la actualidad, ¿este tipo de convivencia tiene gancho? ¿Tiene tirón? ¿Hay mucha gente que acude a estos cursillos?
- En España se celebran 250 o 300 cada año. No son números
abrumadores, pero sí responden a una necesidad, consciente o
inconscientemente, que existe en las personas, que es la de buscar
sentido y fundamento a nuestras vidas. Nosotros entendemos que eso se
puede conseguir desde la reflexión, desde la interiorización y desde el
replanteamiento de la vida de cada día.
- ¿La edad varía según la temática que aborde el cursillo?
- No, todos los cursillos son similares. Depende de la época del año y
de la disponibilidad de la persona que los puede hacer. Un
planteamiento muy importante de los cursillos es su heterogeneidad. Es
curioso comprobar cómo personas de diferentes de edades, procedencias e
incluso de planteamientos religiosos o culturales dispares son capaces
de compartir, de conocerse y de reflexionar juntos. Es una experiencia humana muy enriquecedora.
- ¿Dónde se realizan en Córdoba? Existía una casa de ejercicios espirituales en El Cerrillo.
-Sí, pero desde los años 60 hay una casa también en la Sierra, pero
más por la zona de la Castilleja. Es un edificio singular, lo diseñó
Rafael de la Hoz y es en esta casa donde se celebran.
-¿Qué supone para usted este 70 aniversario? ¿Cómo se va a celebrar?
- Para nosotros, celebrar 70 años de un camino que ha ayudado a muchas personas en Córdoba y en España, porque les ha permitido vivir su vida con más alegría y con más plenitud, es un motivo gozoso
y de compromiso, porque creemos que tenemos algo que merece la pena y
tenemos el empeño de seguir haciéndolo. A nivel local, en cada ciudad
nos vamos a poner de acuerdo para tener una ceremonia o más bien un
recuerdo.
- ¿Para qué tipo de personas son los cursillos
de cristiandad? ¿Para personas alejadas de Dios y de la Iglesia o para
católicos practicantes?
- Para personas alejadas de Dios y de la Iglesia fue el planteamiento
inicial para acercar a las vivencias religiosas a aquellas que no
estuvieran en el entorno de la Iglesia. Y en ese sentido, siguen
teniendo ese carácter de primer anuncio. Una primera experiencia
inicial. De ninguna forma se constituyen en excluyentes para nadie. Ahora
mismo, se invita a los cursillos a gente que esté en búsqueda, es el
planteamiento común, porque es una experiencia de búsqueda. Esa
búsqueda puede provenir de una situación de fe o simplemente de gente
que ha tenido una formación inicial religiosa y ha dejado de vivirla.
Tiene una orientación de puerta de entrada, pero también para reafirmar
una vida de fe.
- No, es al revés. Es justo el comienzo. Son el primer anuncio, el ir a lo fundamental cristiano. Procurar hacer ver que ser cristiano es algo muy simple.
- ¿Cómo invitaría usted a un ateo a acercarse a estos cursillos?
- Yo creo que el decir, con palabras, es muy difícil. A las personas se las atrae desde el conocimiento, desde la cercanía, desde un testimonio de vida.
Oye, yo tengo algo que a mí me da sentido a mi vida y si tú estás
buscando o te estás planteando algo así, yo te puedo ofrecer lo que a mí
me ha ayudado. Desde esa actitud es lo que procede. Desde la mayor
sencillez y desde la mayor humildad. Creo que en nuestras vidas puede
haber algo más valioso de lo que pensamos. Todos teníamos que tener esa
actitud de apertura o de búsqueda a la plenitud y a sacar de la vida
todo lo más grande que podamos sacar y desde esa dimensión el
planteamiento de una experiencia de fe puede tener sentido. Yo creo que
las palabras no convencen a las personas, que lo que convence es la
coherencia de vida.
- ¿Es posible experimentar el amor de Dios haciendo estos cursillos? ¿No es tirar muy alto?
- Suena raro. No estamos acostumbrados a plantearnos estos temas en
la vida que llevamos y puede sonar anacrónico en muchos ambientes, pero
la realidad es que sí. Yo puedo hablar de mi experiencia y la realidad
es que sí. La base de ser cristiano no es una doctrina, sino es
experimentar que Dios no es algo, sino alguien, y lo llamamos amor. Para
mí, es algo absolutamente cierto y es algo que he tenido el privilegio y la fortuna de vivir personalmente.
Una experiencia de paz, de profundidad, de sentido, del amor de Dios.
Ver que sorprendentemente Dios tiene sitio en nuestras vidas. Cuando
entra en nuestras vidas nos las hace vivir y sentir de una forma
diferente. Es una experiencia de fe. Es algo que nos lleva a una
experiencia no cotidiana.
- Es catedrático de la Universidad de Córdoba de Parasitología. ¿Cómo combina ciencia y fe?
-Sin ningún problema. A mí la ciencia me hace percibir y entender
la realidad de lo medible, pero estoy absolutamente convencido de que no
es la única dimensión de la realidad. Esa otra dimensión que no
puedes llegar con los planteamientos científicos, que es la de las
relaciones humanas, de los sentimientos, de las vivencias. En esa otra
dimensión es donde se enmarca mi fe. Cada una tiene su ámbito de
actuación. La ciencia es ciencia, la fe es fe, y la ciencia no
condiciona la fe y la fe no condiciona la ciencia.
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