
El vuelco electoral en Andalucía producido el pasado 2 de diciembre
en las elecciones autonómicas ha sido espectacular. Creo que ha superado
con creces las expectativas y los temores de unos y de otros. El
cristiano no es ajeno a lo que sucede en este mundo; por el contrario,
intenta con los medios a su alcance transformar la sociedad para hacer
un mundo nuevo, más justo, más humano, más fraterno, más con Dios y más
para el hombre. El cristiano recurre sobre todo a los medios
sobrenaturales de la oración, de la confianza en Dios, del amor fraterno
que Jesús nos ha enseñado. Y al mismo tiempo, trabaja y se compromete
en la transformación de este mundo, mediante el compromiso político
concreto que cada uno estima en conciencia.
Me alegro de que esta sociedad andaluza, que muchos de dentro y de
fuera desprecian o minusvaloran, haya sido capaz de dar un vuelco de
este calibre, rompiendo una inercia casi imposible de superar. De esta
manera Andalucía se sitúa como pionera de un cambio social que esperamos
en la sociedad española. Andalucía tiene una sensibilidad propia,
Andalucía sabe lo que quiere y a donde va. Harta de promesas
incumplidas, que la tienen a la cola en tantos aspectos, pide a gritos
ser protagonista de su propia historia, y que no contradigan sus
sentimientos más nobles.
No se puede estar contradiciendo la sensibilidad de un pueblo
religioso y cristiano, un pueblo que pide respeto para sus tradiciones
religiosas y está dispuesto a respetar a los demás. No se puede estar
atacando la libertad religiosa impunemente, reclamando la propiedad
pública de la Mezquita-Catedral de Córdoba con argucias que no se
sostienen ni por parte de los que las montan. No se puede ir
contracorriente queriendo construir un mundo sin Dios, en el que caben
todos menos el Dios que ha configurado nuestra historia. No se puede
trocear España, sin que eso tenga un precio político. No se puede
pretender eliminar el derecho de los padres a elegir la educación que
quieren para sus hijos, introduciendo leyes de ingeniería social que
descomponen la persona y destrozan las conciencias. No se puede eliminar
la vida inocente al inicio o al final de la vida, y esperar que encima
los voten. Los andaluces son sensibles a todo esto, y han querido decir
en las urnas cuál es el futuro que quieren para ellos y para sus hijos.
Ahora viene la responsabilidad de los que han obtenido la confianza
de los electores. Le pedimos a Dios y a su Madre bendita que sepan
gestionar bien el encargo de quienes los han votado y de toda la
sociedad a la que sirven. No se trata de ninguna revancha, se trata de
una renovación y regeneración de la noble tarea política, librándola de
toda corrupción. No se trata de ningún protagonismo personal o de
partido, sino de la cultura del encuentro, del pacto y del consenso para
buscar lo mejor en favor de la sociedad a la que sirven. Los electores
de Andalucía han demostrado que saben a quien votan, y lo mismo que hoy
han dado un vuelco electoral, pueden darlo dentro de un tiempo, si los
actuales votados no saben gestionar bien el encargo recibido. Los
andaluces han dado un paso histórico para decirles a los políticos por
donde quieren construir su propio futuro, y que no se lo den ya
construido o deconstruido.
Sea cual sea la alianza a la que lleguen los políticos, encargados
por el pueblo de gobernar, seguiremos recordándoles la necesidad de
atender a los más pobres. En nuestra provincia y en nuestra región están
los barrios más pobres de España; entre nosotros tenemos la tasa más
alta de paro, especialmente entre los jóvenes, que tienen que emigrar
para buscarse un futuro digno. Entre nosotros continúa eliminándose la
vida en el seno materno y se proyecta eliminarla en la etapa final de la
vida. A las costas de Andalucía continúan llegando pateras cargadas de
inmigrantes, que reclaman un planteamiento nuevo a nivel europeo y
mundial. Los padres piden ser tenidos en cuenta en la educación de sus
hijos, y eso no es posible con una escuela «única, pública y laica» para
todos, como pretendían nuestros gobernantes.
Son muchas las cosas que tiene que cambiar, y todo no puede hacerse
en un día. Cuenten nuestros gobernantes -sean los que sean- que la
comunidad cristiana reza por ellos (como lo ha hecho y seguirá haciendo
siempre), para que podamos vivir en paz, para que reine la justicia
social entre nosotros, para que sean atendidos los más pobres de nuestro
entorno, para que podamos vivir nuestra fe cristiana respetando a los
que no la comparten, para que sea la persona siempre la que prevalezca
sobre cualquier proyecto. Que el vuelco en Andalucía sirva para una
conversión a Dios y hacia los hermanos, en este precioso tiempo de
adviento.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
Infocatolica