Dedicación de la basílica de Santa María
La Madre de Dios manifestó que deseaba que se le erigiese una iglesia en ese sitio, mediante una nevada milagrosa en pleno verano
Dedicación de la basílica de Santa María, en Roma, construida en el monte Esquilino y ofrecida por el papa Sixto III al pueblo de Dios como recuerdo del Concilio de Éfeso, en el que la Virgen María fue proclamada Madre de Dios.
La Madre de Dios manifestó que deseaba que se le erigiese una iglesia en ese sitio, mediante una nevada milagrosa en pleno verano
Dedicación de la basílica de Santa María, en Roma, construida en el monte Esquilino y ofrecida por el papa Sixto III al pueblo de Dios como recuerdo del Concilio de Éfeso, en el que la Virgen María fue proclamada Madre de Dios.
En el dia de hoy se celebra la dedicación de la tercera de las
basílicas patriarcales del interior de Roma. Originalmente se llamaba
«Basílica Liberiana», porque había sido construida en la época del Papa
Liberio, a mediados del siglo IV. Más tarde, el año 434, fue restaurada y
recibió el nombre de Santa María la Mayor, por ser en dignidad y
antigüedad la primera de las iglesias de la Ciudad Eterna consagradas a
la Madre de Dios, en homenaje al recientemente celebrado Concilio de
Éfeso (431).
También se conoce la basílica con el nombre de «Santa María ad
praesepe», porque en ella se conserva la supuesta reliquia del pesebre
de Belén en el que descansó el Señor al nacer; y más usual aun es el
nombre de «Santa María de las Nieves», ya que, según una
tradición popular, en época del papa Liberio (es decir, en la primera
etapa de la basílica) la Madre de Dios manifestó que deseaba que se le
erigiese una iglesia en ese sitio, mediante una nevada milagrosa en
pleno verano. Sin embargo, la primera mención que conocemos de
ese milagro data de un siglo después de los hechos, y el milagro no es
mencionado en la inscripción de Sixto III en la restauración de la
iglesia. Dicha inscrpción dice:
«¡Virgen María!, yo, Sixto te he dedicado este nuevo templo como
ofrenda digna de las entrañas de las que nació nuestro Salvador. Tú,
doncella que no conociste varón, llevaste en tu seno y diste a luz a
nuestro Salvador. Y he aquí que ahora estos mártires, que con su vida
dieron testimonio del Fruto de tu vientre, ciñen sobre tus sienes la
corona de su victoria. Bajo sus pies están los instrumentos de sus
sufrimientos: la espada, las llamas, las fieras, el agua, los crueles
venenos. Los instrumentos son diversos, pero la corona es única.», y
sobre el arco del ábside: «Sixto, obispo del pueblo de Dios».
Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Artículo originalmente publicado por evangeliodeldia.org
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