El sacerdote misionero español Jesús López Fernández de Bobadilla, a sus 78 años, está prestando una indispensable ayuda a los miles de venezolanos refugiados que están huyendo de su país en la diócesis de Roraima, en Brasil. La comida que este religioso les da es toda la que podrán comer en el día.

Para ayudarle han llegado a este lugar otros dos sacerdotes, el brasileño José Sebastião Barros da Silveira y el argentino Miguel Alberto Fernández.  Pacaraima limita con Venezuela y es la principal ruta de acceso por tierra a Brasil. Llamada “Corazón sin fronteras”, esta nueva misión de Don Orione (Pequeña Obra de la Divina Providencia) tiene como objetivo acoger y apoyar a los refugiados venezolanos, hombres, mujeres y niños, que llegan aquí y que necesitan de todo.

Las grave situación de miles de venezolanos
Se estima que al menos 6.000 inmigrantes pasan todos los días a Pacaraima. Algunos se paran aquí sin nada en sus bolsillos, otros se van a Boa Vista, capital del estado de Roraima, que está a 220 kilómetros de distancia. En el camino no hay siquiera un pueblo o una ciudad, por lo que los refugiados no tienen dónde descansar o comer y duermen en la carretera a la intemperie.

“Pocas horas después de mi llegada a Boa Vista junto al obispo Domário, hemos atravesado la ciudad y por la tarde hemos participado en la ceremonia de entrega de la ayuda a 50 venezolanos que han completado el curso básico de portugués. Al día siguiente fui a visitar cuatro centros de acogida donde había muchos refugiados venezolanos. Otros esperan fuera para ver si queda algún lugar libre. Según las estimaciones, solo en Boa Vista hay actualmente más de 25.000 venezolanos”, asegura el padre José Sebastião Barros da Silveira en una nota enviada a Fides.

El desayuno, su única comida
“Es triste ver a hombres y mujeres que venden ajo, detergente y todo tipo de productos por la calle mientras que los adolescentes lavan los parabrisas de los coches parados en los semáforos por pocas monedas. Algunos han estudiado en su país y se han graduado. Todos desean encontrar una nueva vida en San Paolo”, concluye el sacerdote. “El sábado por la noche, tras un viaje largo, llegué a Pacaraima. Aquí me encontré con cientos de personas durmiendo en precarias camas. El domingo hemos celebrado cuatro misas con la participación de indígenas y venezolanos”.

El padre José Sebastião explica que a las 3 de la mañana los voluntarios comienzan a preparar los desayunos para los refugiados que se sirven entre las 5 y las 7 y media de la mañana. “En Paracaima hay 1.300 venezolanos e indígenas que vienen a por el desayuno. Para muchos de ellos es la única comida del día. Aquí llueve y hace frío. La ciudad es pobre, faltan saneamientos y las calles están llenas de personas que vienen de todas partes”.
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