El problema migratorio vuelve a ocupar todas las portadas de la prensa. Y sobre este asunto sabe y mucho, el misionero jesuita Javier Montes Maury, actualmente coordinador de la Delegación de Migraciones de la Diócesis marroquí de Tánger.
Muchos de los migrantes que pretenden llegar a Europa pasan por su territorio. Y este misionero cuenta a Manos Unidas cómo es su labor:
- Vamos a comenzar por lo más reciente, la
actualidad, y en este caso con dos noticias. La primera, el llamamiento
que este pasado domingo hizo el papa Francisco ante la Jornada Mundial
del Refugiado que se celebró ayer, 20 de junio, pidiendo a todos los
Estados la aprobación, el próximo mes de septiembre, del Pacto Mundial
sobre Refugiados “para abordar de modo global una emergencia que se ha
vuelto global por la proliferación de guerras y focos de extrema
pobreza”. ¿Qué opina de ese Pacto? ¿Es suficiente como respuesta ante la
mayor crisis humanitaria desde la II Guerra Mundial?
- Yo creo que el Papa está poniendo acento en que éste es un tema
global, porque está viendo que cada país está tirando hacia un lado, por
ejemplo, en la misma Unión Europea, con una separación que va en contra
de la propia unión, fruto, a lo mejor, de intereses de cada país o
incluso de cada partido. Esto está desquebrajando los fundamentos de la
Unión Europea y lo que el Papa está diciendo es que no es solo un problema de Europa, sino un tema global, que tiene que abordarse a nivel planetario, porque las causas están muy mezcladas.
Creo que el Papa, hoy por hoy, es la única autoridad moral mundial que es capaz de aglutinar esta petición, porque ni Estados Unidos está ejerciendo un liderazgo en este sentido ni Europa, con esta crisis tan interna, lo puede hacer.
La persona del Papa es reconocida por todos por su ejemplo y por su discurso.
Ojalá los estados se sienten y acepten, por lo menos, entrar a hablar
de esta problemática que implica a los países de origen, a los de
tránsito y a nosotros los de la frontera con América y Europa, e incluso
dentro de Asia, donde hay también unos movimientos de personas
increíbles.
- A esto unimos el desembarco en Valencia,
también este domingo, de los inmigrantes llegados a bordo del Aquarius y
dos barcos más, y de la llegada masiva de pateras a las costas de
Andalucía, incluso con más personas que el total de la embarcación que
ya se ha hecho famosa. Como español, y como persona inmersa en esta
problemática, ¿cómo ha vivido la llegada del Aquarius? ¿Cree que ha sido
una decisión correcta?
- Sobre el barco Aquarius, me da un poco de miedo que se utilice mediáticamente.
Creo que fue una decisión correcta en el sentido de que hay una
situación humanitaria en la que hay dos países, Malta e Italia, que
rechazaban a acogerlos y España lo hizo. Como español me gusta ese
gesto, pero espero que se vea acompañado de algún tipo de liderazgo o
algún tipo de política, con respecto a la migración, más humanitaria.
Eso todavía hay que verlo y hay que vigilar al nuevo Gobierno para que
no se base en una política “de fotos”.
- Uno de los países protagonistas de esta
situación es Marruecos, donde usted trabaja. ¿Cuál es la labor que
realiza la Delegación Diocesana de Migraciones en Nador y la labor de la
Iglesia católica allí?
- La Iglesia católica en Marruecos, al ser un país musulmán, siempre
se ha dedicado a atender a los cristianos que había y a hacer una gran
labor humanitaria y social, y es una labor muy reconocida. Desde hace
unos años, ante la vulnerabilidad del colectivo de los inmigrantes, la
iglesia de Marruecos, con las dos diócesis que la forman, ha sabido
volcarse en su ayuda, mucho más, a lo mejor que iglesias europeas, que han tardado más en reaccionar.
¿Qué es lo que hace la Delegación de Migraciones? Básicamente
acompañar a las personas que están allí, también pastoralmente si son
cristianos, atenderles si tienen necesidades médicas o sanitarias,
darles medicinas, llevarlos a hacerse los test que necesiten si tienen
alguna enfermedad… Es decir, servir a la gente en sus necesidades,
dentro de nuestras posibilidades también limitadas.
Y acompañar a las personas que, aunque son las menos, han decidido
quedarse en Marruecos, con formación profesional, por ejemplo, en
electricidad, para que, al menos, aprovechen el tiempo formándose.
- ¿Qué podemos hacer los cristianos y la sociedad en general, para influir un poco en esta realidad?
- Venimos de una tradición religiosa, de Abraham, al que tanto los
judíos como los cristianos como los musulmanes lo consideramos el padre
de la fe, cuya historia fue salir de su tierra. El mismo Jesús nació en un tránsito y ya en su vida pública nos dijo lo de fui forastero y me acogisteis. En las tres religiones de tronco judío, el atender al forastero, al inmigrante, al que viene de fuera es algo primordial.
Así que, si miramos nuestra fe y queremos que esa historia de fe
se note en nuestra vida de forma más práctica, acerquémonos, por
ejemplo, a las personas que están llegando a nuestros barrios. Raro
es la ciudad de España donde no hay personas de origen latino o de
origen africano, pero, a veces, ni siquiera intentamos invitarlos a algo
comunitario en nuestras iglesias. ¿Somos acogedores con los católicos
que viene de otros países? Yo creo que nos falta mucho todavía.
Si, más allá de las políticas migratorias, no ponemos en el centro a
la persona, cualquier política que hagamos estará muy alejada del
Evangelio y de los valores que, como sociedad, queremos tener. Por eso,
la acogida es un valor fundamental, pero también es fundamental el
conocimiento de las historias de las personas que tenemos a nuestro
alrededor.
- ¿Qué papel juegan los medios de comunicación
en el drama de las migraciones? ¿Transmiten los periodistas esta
realidad de forma correcta?
- Creo que cuando uno entiende de un tema bastante, como es, por
ejemplo, el tema de las migraciones en mi caso, a veces se ve una
simplificación demasiado grande en los medios. Y es normal en parte,
porque tienen que adaptar la realidad a las personas a las que llega su
mensaje.
Yo lo que pido a los periodistas es que trabajen los temas, que
busquen información, que conozcan las historias de los inmigrantes. Es
cierto que, al final, son temas con una gran complejidad, pero hay que ir a lo profundo, no podemos quedarnos en titulares, en las “avalanchas”.
Yo entiendo que eso es, a veces, lo que vende y que el periodismo
está muy sujeto a las visitas a sus medios digitales y a las ventas de
sus periódicos y tienen que poner algo que llame la atención, pero yo
creo que ahí se juega mucho con el tema de la verdad. Y el periodismo
tiene que ser un servicio a la verdad, aunque la verdad sea compleja, y
tenga muchas capas.
Además, los medios de comunicación juegan un papel importante también en la formación de la sociedad a todos los niveles
y, en este tema de la migración, a mí me da miedo, muchas veces, el
lenguaje cada vez más belicista que se está empleando. Creo que hay que
adecuar el lenguaje a la realidad y creo que los medios deben ejercer
en la sociedad una cierta “pedagogía” para entender que está pasando.
- Nos hablaba en su charla de la importancia que para ellos tienen las redes sociales.
- Sí. El inmigrante da mucha importancia a esa “conectividad”, porque
a través de ella, a través de las redes sociales, está conectado con su
origen, y probablemente está conectado, también, con un amigo o un
familiar que le está esperando ya en España. Muchos de los que están
en las barcas, si llevan el móvil y tienen algún problema, pueden llamar
a salvamento marítimo y eso les puede salvar la vida. Y cuando
llegan a algún destino, van publicando fotos en Facebook, o reciben
fotos de sus familiares, o incluso documentos necesarios para realizar
alguna gestión…
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