San Antonio María Claret
Fundador de los claretianos, obispo en Cuba y apóstol de la prensa
Infancia: Antonio Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de diciembre de 1807. Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa Clará. Le bautizaron el día de Navidad. La escasa salud de su madre hizo que se le pusiera al cuidado de una nodriza en Santa María de Olot. Una noche en que Antonio se quedó en la casa paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo todos en el accidente. Para Claret aquello supuso siempre una señal de la providencia.
Fundador de los claretianos, obispo en Cuba y apóstol de la prensa
Infancia: Antonio Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de diciembre de 1807. Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa Clará. Le bautizaron el día de Navidad. La escasa salud de su madre hizo que se le pusiera al cuidado de una nodriza en Santa María de Olot. Una noche en que Antonio se quedó en la casa paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo todos en el accidente. Para Claret aquello supuso siempre una señal de la providencia.
La cuna de Claret fue sacudida constantemente por el traqueteo de los
telares de madera que su padre tenía en los bajos de la casa. Ya desde
sus primeros años Antonio dio muestras de una inteligencia y de buen
corazón. A los cinco años, pensaba en la eternidad: por la noche,
sentado en la cama, quedaba impresionado por aquel "siempre, siempre,
siempre". El mismo recordaría estas palabras, más tarde, siendo
Arzobispo:
"Esta idea de la eternidad quedó en mí tan grabada, que, ya sea por
lo tierno que empezó en mí o ya sea por las muchas veces que pensaba en
ella, lo cierto es que es lo que más tengo presente. Esta misma idea es
la que más me ha hecho y me hace trabajar aún, y me hará trabajar
mientras viva, en la conversión de los pecadores" (Aut. nº 9)
La guerra popular contra Napoleón embargaba vivamente el ambiente de
la época. Sus soldados pasaban frecuentemente por la villa entre los
años 1808 y 1814. Hasta los sacerdotes del pueblo se habían sumado a la
lucha. En 1812 se promulgaba la nueva Constitución.
Mientras, Antonio jugaba, estudiaba, crecía... Dos amores destacaban
ya en el pequeño Claret: la Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención
a la misa; dejaba momentáneamente el juego para visitar a Jesús en la
iglesia siempre que no ocasionara molestias a sus compañeros; iba con
frecuencia, acompañado de su hermana Rosa, a la ermita de Fusimaña y
rezaba diariamente el rosario.
Una debilidad de Antonio eran los libros. Se los devoraba. Pocas
cosas contribuyeron tanto a la santidad de Antonio como sus lecturas,
las primeras lecturas de su infancia. Porque sus lecturas eran
escogidas. Pero ya entonces Antonio tenía una ilusión: llegar a ser
sacerdote y apóstol. Sin embargo, su vocación debería recorrer todavía
otro itinerario.
Entre los Telares: Toda su adolescencia la pasó Antonio en el taller
de su padre. Pronto consiguió llegar a ser maestro en el arte textil.
Para perfeccionarse en la fabricación pidió a su padre que le permitiera
ir a Barcelona, donde la industria estaba atrayendo a numerosos
jóvenes. Allí se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja.
Trabajaba de día, y de noche estudiaba. Aunque seguía siendo un buen
cristiano, su corazón estaba centrado en su trabajo. Gracias a su tesón e
ingenio llegó pronto a superar en calidad y belleza las muestras que
llegaban del extranjero. Un grupo de empresarios, admirados de su
competencia, le propusieron un plan halagüeño: fundar una compañía
textil corriendo a cuenta de ellos la financiación y el montaje de la
fábrica. Pero Antonio, inexplicablemente, se negó. Dios andaba por
medio.
Unos cuantos hechos le hicieron más sensible el oído a la voz de
Dios. a) Un amigo a quien estimaba mucho tenía el grave vicio del juego.
Llegó a robarle sus ahorros para jugarlos y cuando los perdió,
desesperado robó una joyas valiosas, las cuales también perdió en el
juego. La policía siguiendo el rastro de las joyas dio con él y lo
encarceló; todos comenzaron a calumniar a Antonio, diciendo que era
cómplice de su amigo. Esta experiencia empezó a crear en su corazón un
disgusto por el mundo, las amistades y las riquezas.
b)El segundo hecho que le ocurrió fue estando un día con unos amigos
en la playa, metió los pies para refrescarse en el agua, y de pronto una
ola gigantesca lo arrastró hacia mar adentro, y Antonio que no sabía
nadar se estaba ahogando. De sus labios solo salió un grito "Virgen
Santa, salvadme" , y sin saber cómo, Antonio estaba en la orilla, sano y
salvo y para colmo sus vestidos secos totalmente.
c)El tercer hecho fue el que le ocurrió al ir a visitar a un amigo a
su casa. Cuando llegó, el amigo no se encontraba y quien estaba en casa
era la esposa. Ella, dándose cuenta de la gallardía de Antonio, quedó
cegada con un amor indigno y le dijo: "Antonio, ¡qué diferente eres de
mi esposo, siempre agrio y despectivo! Quisiera que fuéramos buenos
amigos".
Claret huye de la tentación. "Señora, vuestro esposo tarda y tengo
mucho que hacer..." Ella intentó detenerle, pero en vano. Antonio se
deshace de ella para no volver más.
Por fin, las palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al hombre ganar
todo el mundo si pierde su alma?", le impresionaron profundamente.
Los telares se pararon en seco, y Antonio se fue a consultar a los
oratorianos de San Felipe Neri. Por fin tomó la decisión de hacerse
cartujo y así se lo comunicó a su padre. Su decisión de ser sacerdote
llegó a oídos del obispo de Vic D. Pablo de Jesús Corcuera que quiso
conocerle. Antonio salía de Barcelona a principios de septiembre de 1829
camino de Sallent y Vic. Tenía 21 años y estaba decidido a ser
sacerdote.
En el Seminario En el seminario de Vic, forja de apóstoles, Claret se
formó como seminarista externo viviendo como fámulo de Don Fortià Bres,
mayordomo del palacio episcopal. Pronto iba a destacar por su piedad y
por su aplicación. Eligió como su confesor y director al oratoriano P.
Pere Bac. Después de un año llegó el momento de llevar a cabo su
decisión de entrar en la cartuja de Montealegre, y hacia allí salió,
pero una tormenta de verano que lo sorprendió en el camino dio al traste
con sus planes. Tal vez Dios no le quería de cartujo. Dio media vuelta y
retornó a Vic.
Este hecho nos muestra la apertura tan grande de San Antonio a las
inspiraciones del Espíritu Santo y a las obras y señales de Dios.
Al siguiente año, Antonio pasó la prueba de fuego de la castidad en
una tentación que le sobrevino un día en que yacía enfermo en la cama.
Vio que la Virgen se le aparecía y, mostrándole una corona, le decía:
"Antonio, esta corona será tuya si vences". De repente, todas las
imágenes obsesivas desaparecieron. Siempre la Virgen Santísima sale a la
defensa y auxilio de sus hijos.
Bajo la acertada guía del obispo Corcuera el ambiente del Seminario
era óptimo. En él trabó amistad con Jaime Balmes, que se ordenaría de
Diácono en la misma ceremonia en que Claret se ordenó de Subdiácono. Fue
en esta época cuando Claret entró en un profundo contacto con la
Biblia, que le impulsaría a un insaciable espíritu apostólico y
misionero.
Sacerdote: A los 27 años, el 13 de junio de 1835, el obispo de
Solsona, Fray Juan José de Tejada, ex-general de los Mercedarios, le
confería, por fin, el sagrado orden del Presbiterado, junto con otros
compañeros seminaristas. Su primera misa la celebró en la parroquia de
Sallent el día 21 de junio, con gran satisfacción y alegría de su
familia. Su primer destino fue precisamente Sallent, su ciudad natal.
A la muerte de Fernando VII la situación política española se había
agravado. Los constitucionales, imitadores de la Revolución francesa, se
habían adueñado del poder. En las Cortes de 1835 se aprobaba la
supresión de todos los Institutos religiosos. Se incautaron y subastaron
los bienes de la Iglesia y se azuzó al pueblo para la quema de
conventos y matanza de frailes. Contra este desorden pronto se
levantaron las provincias de Navarra, Cataluña y el País Vasco,
estallando la guerra civil entre carlistas e isabelinos.
Pero Claret no era político. Era un apóstol. Y se entregó en cuerpo y
alma a los quehaceres sacerdotales a pesar de las enormes dificultades
que le suponía el ambiente hostil de su ciudad natal. Su caridad no
tenía límites. Por eso, los horizontes de una parroquia no satisfacían
el ansia apostólica de Claret. Consultó y decidió ir a Roma a
inscribirse en "Propaganda Fide", con objeto de ir a predicar el
Evangelio a tierras de infieles... Corría el mes de septiembre de 1839.
Tenía 31 años.
En Roma busca su identidad misionera: Con un hatillo y sin dinero, a
pie, un joven cura atravesó los Pirineos camino de la ciudad eterna.
Llegado a Marsella tomó un vapor a Roma. Ya en la ciudad eterna, Claret
hizo los ejercicios espirituales con un padre de la Compañía de Jesús. Y
se sintió llamado a ingresar como novicio jesuita; había ido a Roma
para ofrecerse como misionero del mundo, pero Dios parecía no quererle
ni misionero "ad gentes" ni tampoco jesuita. Una enfermedad -un fuerte
dolor en la pierna derecha- le hizo comprender que su misión estaba en
España. Después de tres meses abandonó el noviciado por consejo del P.
Roothaan.
Regresado a España, fue destinado provisionalmente a Viladrau,
pueblecito entonces de leñadores, en la provincia de Gerona. En calidad
de Regente (el párroco era un anciano impedido) emprendió su ministerio
con gran celo. Tuvo que hacer también de médico, porque no lo había ni
en el pueblo ni en sus contornos, utilizando yerbas y ungüentos
medicinales para aliviar las penas de los que venían a verle.
Misionero Apostólico en Cataluña: Como Claret no había nacido para
permanecer en una sola parroquia, su espíritu le empujó hacia horizontes
más vastos. En julio de 1841, cuando contaba con 33 años recibió de
Roma el título de Misionero Apostólico. Por fin era alguien destinado al
servicio de la Palabra, al estilo de los apóstoles. Esta clase de
misioneros había desaparecido desde San Juan de Avila. A partir de
entonces su trabajo fue misionar. Vic iba a ser su residencia. Claret,
siempre a pie, con un mapa de hule, su hatillo y su breviario, caminaba
por la nieve o en medio de las tormentas, hundido entre barrancos y
lodazales. Se juntaba con arrieros y comerciantes y les hablaba del
Reino de Dios. Y los convertía. Sus huellas quedaron grabadas en todos
los caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida,
Barcelona y las iglesias de otras ciudades se abarrotaban de gente
cuando hablaba el P. Claret.
Caminando hacia Golmes le invitaron a detenerse porque sudaba; él
respondía con humor: "Yo soy como los perros, que sacan la lengua pero
nunca se cansan".
"Padre, confiese a mi borrico" -le dijo un arriero con tono burlón.
"Quien se ha de confesar eres tú -respondió Claret- que llevas 7 años
sin hacerlo y te hace buena falta". Y aquel hombre se confesó.
En otra ocasión sacó de apuros a un pobre hombre, contrabandista,
convirtiendo en alubias un fardo de tabaco ante unos carabineros que les
echaron el alto. La mayor sorpresa se la llevó el buen hombre cuando,
al llegar a su casa, observó que el fardo de alubias se había convertido
de nuevo en tabaco. Son algunas de las "florecillas claretianas" de
aquella época.
Otros hechos prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su
virtud de penetrar las conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y
que procuraban impedir su labor misionera teniendo que salir en su
defensa el arzobispo de Tarragona. Pero su temple era de acero. Todo lo
resistía y salía airoso de todas las emboscadas que le tendían.
Además de la predicación, el P. Claret se dedicaba a dar Ejercicios
Espirituales al clero y a las religiosas, especialmente en verano. En
1844 , por ejemplo, los daba a las Carmelitas de la Caridad de Vic,
asistiendo a ellos Santa Joaquina Vedruna.
Durante este tiempo también publicó numerosos folletos y libros. De
entre ellos cabe destacar el "Camino Recto", publicado en 1843 por
primera vez y que sería el libro de piedad más leído del siglo XIX.
Tenía 35 años. En 1847 fundaba junto con su amigo José Caixal, futuro
obispo de Seu D'Urgel y Antonio Palau la "Librería Religiosa". Ese mismo
año fundaba la Archicofradía del Corazón de María y escribía los
estatutos de La Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María y
Amantes de la Humanidad, compuesta por sacerdotes y seglares, hombres y
mujeres.
Apóstol de las Islas Canarias: ( marzo 1848 - mayo 1849) El 6 de
marzo de 1848 salía de Cádiz para las islas Canarias con el recién
nombrado obispo D. Buenaventura Codina. Tenía 40 años. Y es que tras la
nueva rebelión armada de 1847 ya no era posible dar misiones en
Cataluña. Desde el Puerto de la Luz de Gran Canaria hasta los ásperos
arenales de Lanzarote resonó la convincente voz de Claret. Misionó
Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar, Guía, Firgas, Teror... El milagro de
Cataluña se repitió de nuevo. Claret tuvo que predicar en las plazas,
sobre los tablados, al campo libre, entre multitudes que lo acosaban. A
pesar de una pulmonía no cesó en su intenso trabajo. En Lanzarote da
misiones en Teguise y Arrecife.
Gastó 15 meses de su vida en las Canarias, y dejó atrás conversiones,
prodigios, profecías y leyendas. Los canarios vieron partir con
lágrimas en los ojos un día a su "padrito" y lo despidieron clemente, se
negó. Dios anuacute;ltimos días de mayo de 1849. Aún perdura su
recuerdo.
"Estos canarios me tienen robado el corazón... será para mí muy
sensible el día en que los tendré que dejar para ir a misionar a otros
lugares, según mi ministerio" (Carta al obispo de Vic, 27 de sept.).
S. Antonio M. Claret es Copatrono de la Diócesis de Canarias junto con la Virgen del Pino.
Fundador y director espiritual
Poco después, el 16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una
celda del seminario de Vic fundaba San Antonio María Claret la
Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María.
Tenía 41 años. Eran los Cofundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré,
Manuel Vilaró, Domingo Fábregas y Jaime Clotet.
"Hoy comienza una gran obra" -dijo el P. Claret.
¿Cómo serán los Hijos del Inmaculado Corazón de María?
"Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en
caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por
todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor.
Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza
los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en los
tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en
trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de
Dios y la salvación de las almas"
El Padre Claret sabía que era impulsado por Dios; y Dios le reveló tres cosas:
1) Que la Congregación se extendería por todo el mundo. 2) Que
duraría hasta el fin de los tiempos. 3) Que todos los que murieran en la
Congregación se salvarían.
En la espléndida floración de nuevos institutos religiosos que se
operó en el siglo XIX, fue el confesor real el más decidido colaborador
que se encontraron casi todos los fundadores y fundadoras de su tiempo.
Con la Madre París ya había fundado en Cuba el año 1855 el Instituto de
Religiosas de María Inmaculada, llamadas misioneras claretianas, para la
educación de las niñas.
Bajo su dirección espiritual se incluyen Santa Micaela del Santísimo
Sacramento, fundadora de las Adoratrices, y Santa Joaquina de Vedruna,
fundadora de las Carmelitas de la Caridad.
Intervino directa o indirectamente en otras fundaciones. Se relacionó
con Joaquím Masmitjà, fundador de las Hijas del Santísimo e Inmaculado
Corazón de María, con D. Marcos y Dña. Gertrudis Castanyer fundadores de
las Religiosas Filipenses, con María del Sagrado Corazón fundadora de
las Siervas de Jesús, con Ana Mogas fundadora de las Franciscanas de la
Divina Pastora. Le encontramos con Fracesc Coll fundador de las
Dominicas de la Anunciata. También tuvo parte en la fundación de las
Esclavas del Corazón de María, de la M. Esperanza González. Y habría que
añadir su influjo en la Compañía de Santa Teresa, Religiosas de Cristo
Rey, etc.
Todas estas instituciones nacieron o germinaron gracias al P.Claret.
Arzobispo de Santiago de Cuba: (1851-1857) Un hecho de capital
importancia puso pronto en peligro su recién fundado Instituto. El P.
Claret era nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba. Aceptó el cargo
después de todos los intentos de renuncia el 4 de octubre de 1849 y el
día 6 de octubre de 1850 era consagrado obispo en la catedral de Vic.
Tenía 42 años. Antes de embarcarse para Cuba y después de ir a Madrid a
recibir el palio y la gran cruz de Isabel la Católica efectuó tres
visitas: a la Virgen del Pilar, en Zaragoza, a la Virgen de Montserrat y
a la Virgen de Fusimaña, en Sallent, su Patria chica. Y aún le dio
tiempo, antes de partir, para fundar las "Religiosas en sus Casas o las
Hijas del Inmaculado Corazón de María, actual Filiación Cordimariana."
En el puerto de Barcelona un inmenso gentío despidió al Arzobispo Claret
con una apoteósica manifestación.
En el viaje hacia La Habana aprovechó para dar una misión a bordo
para todos los pasajeros, oficialidad y tripulación. Y al fin... Cuba.
Seis años gastaría Claret en la diócesis de Santiago de Cuba, trabajando
incansablemente, misionando, sembrando el amor y la justicia en aquella
isla en la que la discriminación racial y la injusticia social reinaban
por doquier.
Fue un Arzobispo evangelizador por excelencia. Renovó todos los
aspectos de la vida de la iglesia: sacerdotes, seminario, educación de
niños, abolición de la esclavitud... En cinco años realizó cuatro veces
la visita pastoral de la diócesis. El pueblo de Baracoa, por ejemplo,
tenía 62 años que no veía obispo alguno.
Se enfrentó a los capataces, les arrancó el látigo de las manos... Un
día reprendió a un rico propietario que maltrataba a los pobres negros
que trabajaban en su hacienda. Viendo que aquel hombre no estaba
dispuesto a cambiar de conducta, el Arzobispo intentó darle una lección.
Tomó dos trozos de papel, uno blanco y otro negro. Les prendió fuego y
pulverizó las cenizas en la palma de su mano. "Señor, -le dijo- ¿podría
decir qué diferencia hay entre las cenizas de estos dos papeles? Pues
así de iguales somos los hombres ante Dios".
El P. Claret tenía una capacidad inventiva que denotaba un ingenio
poco común. En Holguín se organizaron fiestas populares. El número
fuerte del programa era el lanzamiento de un globo tripulado por un
hombre. El artefacto aerostático era de los primeros que se ensayaban en
aquellos tiempos. No tuvo éxito; comenzó a elevarse, pero el piloto
perdió el control y cayó en un pequeño barranco. El Arzobispo estudió el
problema y un día sorprendió a todos: "Hoy he dado con el sistema de la
dirección de los globos". Y les mostró un diseño, que todavía hoy se
conserva.
Era un hombre práctico. Fundó en todas las parroquias instituciones
religiosas y sociales para niños y para mayores; creó escuelas técnicas y
agrícolas, estableció y propagó por toda Cuba las Cajas de Ahorros,
fundó asilos, visitó cuatro veces todas las ciudades, pueblos y
rancherías de su inmensa diócesis. Siempre a pie o a caballo.
Pero ni siquiera en Cuba le dejaron en paz sus enemigos. La tormenta
de atentados llegó al cúlmen en Holguín, donde fue herido gravemente por
un sicario a sueldo de sus enemigos, al que había sacado poco antes de
la cárcel, cuando salía de la iglesia. El P. Claret, casi agonizando,
pidió que perdonaran al criminal. A pesar de todo, sus enemigos
siguieron sin perderle de vista.
Estas son las palabras del propio Santo: "Yo bajé del púlpito
fervorosísimo, cuando he aquí que al concluir la función, había mucha
gente y todos me saludaban. Se acercó un hombre, como si me quisiera
besar el anillo; pero al instante alargó el brazo, armado con una navaja
de afeitar, y descargó el golpe con todas su fuerza. Pero yo llevaba la
cabeza inclinada y con el pañuelo que tenía en la mano derecha me
tapaba la boca, en lugar de cortarme el cuello, como intentaba, me rajó
la cara, o mejilla izquierda, desde la frente a la oreja hasta la punta
de la barba, y de escape me cogió el brazo derecho.
Hecha la primera cura, me llevaron a la casa. No puedo yo explicar el
placer, el gozo y alegría que sentía mi alma al ver que había logrado
lo que tanto deseaba, que era derramar la sangre por el amor de Jesús y
de María y poder sellar con la sangre de mis venas las verdades
Evangélicas.
En la curación de las heridas ocurrieron tres cosas prodigiosas: la
primera fue la curación momentánea de una fístula que los facultativos
habían dicho que duraría. Con el corte de la herida se rompieron
completamente las glándulas salivales. Tenían que operarme al día
siguiente. Yo me encomendé a la Santísima Virgen María, me ofrecí y
resigné a la voluntad de Dios, y al instante quedé curado.
El segundo prodigio fue que la cicatriz del brazo quedó como una
imagen de la Virgen Dolorosa, de medio cuerpo, y además de relieve tenía
colores blanco y morado. Se fue desvaneciendo con los años.
El tercer prodigio fue el pensamiento de la Academia de San Miguel,
pensamiento que tuve en los primeros días de hallarme en cama y que fue
aprobada por el Papa Pío IX."
Los católicos de Cuba lo recuerdan con profundo cariño y veneración.
Confesor de la Reina Isabel II y Misionero en la Corte y en España:
(1857-1868). Al cabo de seis años en Cuba un día le entregaron un
despacho urgente del capitán general de La Habana en el que se le
comunicaba que su Majestad la Reina Isabel II le llamaba a Madrid. Era
el 18 de marzo de 1857.
Llegado a Madrid, supo el P. Claret que su cargo era definitivamente
el de confesor de la Reina. Contrariado aceptó, pero poniendo tres
condiciones: no vivir en palacio, no implicarle en política y no guardar
antesalas teniendo libertad de acción apostólica.
Tenía 49 años cuando regresó de Cuba. Pero Claret no había nacido
para cortesano. En los 11 años que permaneció en Madrid, su actividad
apostólica en la Corte fue intensa y continuada. Pocas fueron las
iglesias y conventos donde su voz no resonara con fuerza y convicción.
Desde la iglesia de Italianos, situada en la actual ampliación de las
Cortes y desde la iglesia de Montserrat, donde está situado actualmente
el Teatro Monumental, desarrolló una imparable actividad. Principalmente
se hizo notar en sus misiones al pueblo y en sus ejercicios al clero.
Restauró El Escorial y organizó en él un centro de estudio.
"Pero en la corte me sentía como un pájaro enjaulado... como perro
atado... Tengo unos deseos tan grandes de salir de Madrid para ir a
predicar por todo el mundo que no lo puedo explicar... Sólo Dios sabe lo
que sufro... Cada día tengo que hacer actos de resignación
conformándome a la voluntad de Dios..."
"No tengo reposo, ni mi alma halla consuelo sino corriendo y predicando"
Los viajes con la Reina. Mientras la acompañaba en sus giras por
España aprovechaba también para desarrollar un intenso apostolado. A
primeros de junio de 1858 la real caravana rodaba por las llanuras de la
Mancha, Alicante, Albacete, Valencia... y en julio por Castilla, León,
Asturias y Galicia.
El recorrido por el sur fue de un entusiasmo extraordinario, llegando
a predicar en un solo día 14 sermones. El Reino de Dios era anunciado y
el pueblo respondía con generosidad. "En estos viajes, la Reina reúne a
la gente y yo les predico".
"Oh Virgen Y Madre de Dios... soy hijo y misionero vuestro formado en la fragua de vuestra misericordia y amor...
Presidente del Monasterio de El Escorial: La Reina le nombró
Presidente del Real Monasterio de El Escorial para su restauración, dado
su lastimoso estado a raíz de la ley de exclaustración de 1835.
Desempeñó este cargo desde el año 1859 hasta el año 1868. Corto tiempo,
pero suficiente para dar muestras de su talento organizador. Se
repararon las torres y alas del edificio, así como la gran basílica. Se
restauraron el coro y los altares, se instalaron dos órganos, se
adquirió material científico para los gabinetes de Física y laboratorios
de Química, se restauró la destartalada biblioteca y se construyó otra
nueva; se repoblaron los jardines, se plantaron gran cantidad de árboles
frutales y de jardín. Con todo, el Arzobispo ponía anualmente en manos
de la Reina un buen superávit. Parecía un milagro.
Con la restauración material emprendió la espiritual. Creó una
verdadera Universidad eclesiástica, con los estudios de humanidades y
lenguas clásicas, lenguas modernas, ciencias naturales, arqueología,
escolanía y banda de música. Estudios de Filosofía y Teología, con
Patrística, Liturgia Moral y ciencias Bíblicas, lenguas caldaica,
hebrea, arábiga, etc. Hizo de este monasterio uno de los mejores centros
de España. Y gracias a su afán recuperó su esplendor la octava
maravilla del mundo.
Apóstol de la prensa: "Antonio, escribe", -le dijeron Cristo y la Virgen-.
Como una enorme y sensible pantalla de radar, Claret escrutaba
continuamente los signos de los tiempos: "Uno de los medios que la
experiencia me ha enseñado ser más poderoso para el bien es la imprenta,
-decía-, así como es el arma más poderosa para el mal cuando se abusa
de ella".
Escribió unas 96 obras propias (15 libros y 81 opúsculos) y otras 27
editadas, anotadas y a veces traducidas por él. Sólo si se tiene en
cuenta su extrema laboriosidad y las fuerzas que Dios le daba, se puede
comprender el hecho de que escribiera tanto llevando una dedicación tan
intensa al ministerio apostólico. Claret no era solamente escritor. Era
propagandista. Divulgó con profusión los libros y hojas sueltas. En
cuanto a su difusión alcanzó cifras verdaderamente importantes.
Jamás cobraba nada de la edición y venta de sus libros; al contrario,
invertía en ello grandes sumas de dinero. ¿De dónde lo sacaba? De lo
que obtenía por sus cargos y de los donativos.
"No todos pueden escuchar sermones... pero todos pueden leer..." "El
predicador se cansa... el libro siempre está a punto... Son los libros
la comida del alma..."
Entre el centenar de obras de todos tamaños que escribió, destacan:
"Avisos" a toda clase de personas. "El camino recto" "El catecismo
explicado" "El colegial instruido"
"Los libros son la mejor limosna"
En el año 1848 había fundado la Librería Religiosa junto al
Dr.Caixal, futuro obispo de Seo de Urgel, precedida por la "Hermandad
espiritual de los libros buenos", que durante los años que estuvo bajo
su dirección hasta su ida a Cuba imprimió gran cantidad de libros,
opúsculos y hojas volantes, con un promedio anual de más de medio millón
de impresos. En el primer decenio de la fundación recibió la
felicitación personal del Papa Pío IX.
Aún sacerdote fundó la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón
de María, cuya finalidad era la de mantener permanentemente la difusión
de los libros y constituyó uno de los primeros ensayos de apostolado
seglar activo por estar integrada por sacerdotes y seglares de ambos
sexos.
Una de sus obras más geniales fue la fundación de la Academia de San
Miguel (1858). En ella pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes
plásticas, el periodismo y las organizaciones católicas; artistas,
literatos y propagandistas de toda España para la causa del Señor.
Gracias a su prestigio consiguió reunir en ella las figuras más
representativas del campo católico español. En nueve años se difundieron
gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y se repartió
un número incalculable de hojas sueltas.
Y fundó las bibliotecas populares en Cuba y en España. Más de un
centenar llegaron a funcionar en España en los últimos años de su vida.
Bien merece el P.Claret el título de apóstol de la prensa.
Un hombre Santo: La suntuosidad cortesana no impidió al P. Claret
vivir como el religioso más observante. Cada día dedicaba mucho tiempo a
la oración. Su austeridad era proverbial y su sobriedad para las
comidas y bebidas, admirable.
Este era su horario. Dormía apenas seis horas levantándose a las tres
de la mañana. Antes que se levantaran los demás tenía dos horas de
oración y lectura de la Biblia, luego otra hora con ellos, celebraba su
Eucaristía y oía otra en acción de gracias, desde el desayuno hasta las
diez confesaba y luego escribía. Lo que peor soportaba era la hora de
audiencia hacia las doce. Por la tarde predicaba, visitaba hospitales,
cárceles, colegios y conventos.
Su pobreza era ejemplar. Un día se llevó un susto al llevarse la mano
al bolsillo. Le pareció haber encontrado una moneda, pero enseguida se
repuso, no era una moneda, sino una medalla. En una ocasión no teniendo
otra cosa para poder auxiliar a un pobre empeñó su cruz arzobispal.
San Antonio era un verdadero místico. Varias veces se le vio en
estado de profundo ensimismamiento ante el Señor. Un día de Navidad, en
la iglesia de las adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al Niño
Jesús en sus brazos.
En Intimidad con el Señor: La clave de toda la espiritualidad de San
Antonio es el amor al Santísimo Sacramento, que devoró su corazón
durante toda su vida. Este amor es el que le hace transformarse en
Cristo, en Cristo paciente y sacrificado.
Desde niño acudía con frecuencia a la Santa Misa, reconociendo a
Cristo realmente presente en la Eucaristía, fuente de toda su vida.
Dice San Antonio: "Sentía cómo el Señor me llamaba y me concedía el
poder identificarme con El. Le pedía que hiciese siempre su voluntad.
La vivencia de la presencia de Jesús en la Eucaristía, en la
celebración de la Misa o en la adoración de Jesús Sacramentado era tan
profunda que no la sabía explicar. Sentía y siento su presencia tan viva
y cercana que me resulta violento separarme del Señor para continuar
mis tareas ordinarias".
Un privilegio incomparable del que fue objeto fue la conservación de
las especies sacramentales de una comunión a otra durante nueve años.
Así lo escribió en su Autobiografía:
"El día 26 de agosto de 1861, hallándome en oración en la iglesia del
Rosario de La Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la
gracia grande de la conservación de las especies sacramentales, y tener
siempre día y noche el santísimo sacramento en mi pecho. Desde entonces
debía estar con mucho más devoción y recogimiento interior. También
tenía que orar y hacer frente a todos los males de España, como así me
lo manifestaba el Señor en otras oraciones."
Esta presencia, casi sensible, de Jesús en el P. Claret debió ser tan
grande, que llegó a exclamar: "En ningún lugar me encuentro tan
recogido como en medio de las muchedumbres".
Devoción a la Virgen María, Madre y Maestra
Desde niño, la devoción y el amor a la Santísima Virgen marcaron la
vida de San Antonio. La Virgen Santísima era para él la estrella que le
guiaba en su vida. Siempre la visitaba en el altar de su parroquia y se
imaginaba que sus oraciones subían al cielo por unos "hilos
misteriosos". Le gustaba visitar a la Santísima Virgen en su santuario
de Fusimaña.
De niño, todos los días rezaba una parte del Santo Rosario y cuando
mayor lo rezaba completo, los quince misterios todos los días. Era gran
devoto del Santo Rosario a tal punto que la Virgen le dijo un día: "Tú
serás el Domingo de estos tiempos. Promueve el Santo Rosario"
Pasaba largo tiempo frente a una imagen de la Virgen haciendo sus
oraciones y rezos, y hablándole con cordialidad y confianza, porque
estaba convencido de que la Santísima Virgen lo escuchaba...
En obsequio a la Virgen María se abstenía no sólo de pecados
mortales, sino hasta de veniales, de faltas e imperfecciones, y aún se
abstenía de cosas lícitas, solo para mortificarse y abstenerse de alguna
cosa en obsequio a María Santísima.
El amaba a María, pero María le amaba más a él, pues siempre le
concedía lo que pedía y aún cosas que nunca pidió, le concedió. La
Virgen Santísima lo libró de enfermedades, de peligros y aun de la
muerte muchas veces, por mar o por tierra; le libró de tentaciones y de
ocasiones de pecar.
Decía el Santo: "Ya veis cuanto importa ser devoto de María
Santísima. Ella os librará de males y desgracias de cuerpo y alma. Ella
os alcanzará los bienes terrenales y eternos. ...Rezadle el Santo
Rosario todos los días con devoción y fervor y veréis como María
Santísima será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra medianera,
vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús".
En otro lado dice: "Ni en mi vida personal, ni en mis andanzas
misioneras podía olvidarme de la figura maternal de María. Ella es todo
corazón y toda amor. Siempre la he visto como Madre del Hijo amado y
esto la hace Madre mía, Madre de la Iglesia, Madre de todos. Mi relación
con María siempre ha sido muy íntima y a la vez cercana y familiar, de
gran confianza. Yo me siento formado y modelado en la fragua de su amor
de Madre, de su Corazón lleno de ternura y amor. Por eso me siento un
instrumento de su maternidad divina. Ella está siempre presente en mi
vida y en mi predicación misionera. Para mí, María, su Corazón
Inmaculado, ha sido siempre y es mi fuerza, mi guía, mi consuelo, mi
modelo, mi Maestra, mi todo después de Jesús".
"Oh Virgen Madre de Dios... soy hijo y misionero vuestro, formado en la fragua de vuestra misericordia y amor...
Un hombre perseguido: No es de extrañar que un hombre de la
influencia del P. Claret, que arrastraba a las multitudes, atrajera
también las iras de los enemigos de la Iglesia. Pero las amenazas y los
atentados se iban frustrando uno a uno, porque la Providencia velaba
sobre él que se alegraba en las persecuciones. Fueron numerosos los
atentados personales que sufrió en vida. La mayor parte frustrados por
la conversión de los asesinos.
Pero fue peor la campaña difamatoria que se organizó a gran escala
por toda España para desacreditarlo ante las gentes sencillas. Se le
acusó de influir en la política, de pertenecer a la famosa "camarilla"
de la Reina con Sor Patrocinio, Marfori y otros, de ser poco
inteligente, de ser obsceno en sus escritos refiriéndose a "La Llave de
Oro", de ser ambicioso y aún de ladrón. Pero Claret supo callar,
contento de sufrir algo por Cristo.
Ante el reconocimiento del Reino de Italia: El 15 de julio de 1865,
el gobierno en pleno se reunía en La Granja para arrancar a la Reina su
firma sobre el reconocimiento del Reino de Italia, que equivalía a la
aprobación del expolio de los Estados pontificios.
El P. Claret ya había advertido a la Reina que la aprobación de este
atropello era, a su parecer, un grave delito, y la amenazó con retirarse
si lo firmaba. La Reina, engañada, firmó. Claret no quiso ser cómplice
permaneciendo en la corte. Oró ante el Cristo del Perdón, en la iglesia
de La Granja, y escuchó estas palabras: "Antonio, retírate".
Transido de dolor al verse obligado a abandonar a la Reina en aquella
situación, se dirigió a Roma. Allí el Papa Pío IX le consoló y le
ordenó que volviera otra vez a la corte. La familia real se alegró
inmensamente de su retorno. Pero una nueva tempestad de calumnias y de
ataques se desencadenó contra él. Se puede decir de Claret que fue uno
de los hombres públicos más perseguidos del siglo XIX.
Desterrado: El 18 de septiembre de 1868, la revolución, ya en marcha,
era incontenible. Veintiún cañonazos de la fragata Zaragoza, en la
bahía de Cádiz, anunciaron el destronamiento de la Reina Isabel II. Con
la derrota del ejército isabelino en Alcolea caía Madrid, y la
revolución, como un reguero de pólvora, se extendió por toda España.
El día 30, la familia real, con algunos adictos y su confesor, salía
para el destierro en Francia. Primero hacia Pau, luego París. El P.
Claret tenía 60 años.
Los desmanes y quema de iglesias se prodigaron, cumpliéndose otra de
las profecías del P. Claret: la Congregación tendrá su primer mártir en
esta revolución. En La Selva del Camp caía asesinado el P.Crusats.
El 30 de marzo de 1869 Claret se separaba definitivamente de la Reina y se iba a Roma.
Padre del Concilio Vaticano I: El día 8 de diciembre de 1869
comenzaron a llegar a Roma 700 obispos de todo el mundo, superiores de
órdenes religiosas, arzobispos, primados, patriarcas y cardenales.
Comenzaba el Concilio Ecuménico Vaticano I. Allí estaba el P. Claret.
Uno de los temas más debatidos fue la infalibilidad pontificia en
cuestiones de fe y costumbres. La voz de Claret resonó en la basílica
vaticana:
"Llevo en mi cuerpo las señales de la pasión de Cristo, -dijo,
aludiendo a las heridas de Holguín-; ojalá pudiera yo, confesando la
infalibilidad del Papa, derramar toda mi sangre de una vez".
Es el único Padre asistente a aquel Concilio que ha llegado a los altares.
El ocaso de sus días: El 23 de julio de 1870, en compañía del P.
Xifré, Superior General de la Congregación, llegaba el Arzobispo Claret a
Prades, en el Pirineo francés. La Comunidad de misioneros en el
destierro, en su mayoría jóvenes estudiantes, recibió con gran gozo al
fundador, ya enfermo. El sabía que su muerte era inminente. Pero ni
siquiera en el ambiente plácido de aquel retiro le dejaron en paz sus
enemigos. El día 5 de agosto se recibió un aviso. Querían apresar al
señor Arzobispo. Incluso en el destierro y enfermo, el P. Claret tuvo
que huir. Se refugió en el cercano monasterio cisterciense de
Fontfroide. En aquel cenobio, cerca de Narbona, fue acogido con gran
alegría por sus moradores.
"Me parece que ya he cumplido mi misión, en París y en Roma he
predicado la ley de Dios... En París como capital del mundo, en Roma
capital del catolicismo, lo he hecho de palabra y por escrito, he
observado la santa pobreza...
Su salud estaba completamente minada. El P. Clotet no se separó de su
lado y anotó las incidencias de la enfermedad. El día 4 de octubre tuvo
un ataque de apoplejía.
El día 8 recibió los últimos sacramentos e hizo la profesión religiosa como Hijo del Corazón de María, a manos del P. Xifré.
Llegó el día 24 de octubre por la mañana. Todos los religiosos se
habían arrodillado alrededor de su lecho de muerte. Junto a él, los
Padres Clotet y Puig. Entre oraciones Claret entregó su espíritu en
manos del Creador. Eran las 8:45 de la mañana y tenía 62 años.
Su cuerpo fue depositado en el cementerio monacal con una inscripción
de Gregorio VII que rezaba: "Amé la justicia y odié la iniquidad, por
eso muero en el destierro".
Glorificado
Los restos del P. Claret fueron trasladados más tarde a Vic, en 1897,
donde se veneran. El 25 de febrero de 1934 la Iglesia le inscribió en
el número de los beatos. El humilde misionero apareció a la veneración
del mundo en la gloria de Bernini. Las campanas de la Basílica Vaticana
pregonaron su gloria.
Y el 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO. Estas fueron sus palabras aquel memorable día:
"San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para
ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos
del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia
modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la
tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el
freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de
Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y
admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una
luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios".
(fuente: corazones.org)
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