¡Qué duro el corazón de los que le juzgan creyéndose en posesión de la verdad, dueños de la religión!
Hoy los fariseos quieren poner a prueba a Jesús: Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?. No
les importa la respuesta. Quieren sólo que se posicione. Que diga lo
que piensa. Que se aclare en su postura. Buscan su descrédito y su
muerte.
Muchas veces en la vida quiero que los demás se posicionen. Que digan
lo que de verdad piensan. Y opten por una postura clara. Quizás cuando
tengo al otro encasillado en su respuesta me es más fácil atacarlo, o
descalificarlo, o incluirlo en el grupo de aquellos a los que desprecio,
o ignoro, o no admiro.
En la vida muchos quieren que yo también opte. Que diga de qué lado
estoy. A quién apoyo. A quién rechazo. Que diga si soy blanco o soy
negro, del norte o del sur. De izquierdas o derechas. Para tenerme
localizado en un punto exacto. En un grupo. En unas ideas determinadas.
De esa forma soy más controlable. Así mis opiniones estarán marcadas
por mi pertenencia. Estaré posicionado para siempre. Diga lo que diga.
Haga lo que haga. Tendrá valor mi vida o dejará de tenerlo dependiendo
de la posición de quien me escucha.
Los fariseos querían que Jesús hiciera lo mismo. Querían que tomara
una posición. Querían quedar bien ellos y dejar en evidencia a Jesús
delante de la gente.
Me conmueve y entristece pensar en Jesús recibiendo palabras
engañosas. Hay doblez en ellos. Murmuran contra Él. Son las estrategias
del mundo. Pero Jesús no es así. Él vino a buscar a todos. Aunque no
todos lo siguieron.
Algunos no lo siguieron pero fueron honestos con Él. Otros quizás le
conocieron fugazmente pero continuaron con su vida lejos de Él. A
algunos les cambió el corazón, les cambió la vida. Otros se posicionaron
contra Él y actuaron con engaño.
¡Qué duro el corazón de los que le juzgan creyéndose en posesión de la verdad, dueños de la religión! ¡Qué dureza en aquellos que se burlan y buscan que Jesús pierda autoridad delante de la gente! Son los que murmuran.
Jesús vivió en su vida lo que vivo yo mismo. Me cuestan las personas
con doblez. Las que no son claras y directas. Las que murmuran a mis
espaldas. Las que no tienen una sola intención y lo que dicen o hacen va
siempre con segundas.
Me cuesta estar con personas que te dicen una cosa hoy pero piensan
otra distinta. Te adulan, pero por detrás hablan mal de ti. Tienen
intenciones ocultas. Guardan cartas debajo de la manga. Elaboran
estrategias buscando tu caída. Urden planes contra ti, disfrazados,
ocultos.
Me da pena la gente que no es directa, ni trasparente. Aquellos que han perdido la inocencia.
Lo reconozco, me gusta la gente pura. Los que se enfadan y
piden perdón acto seguido. Los que te miran sin doblez, y te hablan sin
indirectas. Sabes por dónde vienen. No hay segundas intenciones. Me gustan los que son capaces de alabar lo bello.
Admiro a los que se dejan complementar y no buscan imponer su verdad a
toda costa. Me gustan los que dicen su opinión sin miedo a mi
respuesta, de frente. No tienen pliegues ocultos. Me gustan las personas
con luz. Nunca me van a engañar.
Me duele la falta de inocencia de los fariseos. Jesús, que es la
verdad, tuvo que enfrentarse con la mentira. Él que es la luz tuvo que
enfrentarse con la oscuridad.
Veo cuánto le cuesta a Jesús la falsedad. Recibió ese dolor de no ser
querido por todos. Mucha gente lo seguía y tal vez su fama despertó
envidia en otros acostumbrados a tener poder y autoridad. ¡Qué humano es
todo!
Quieren rebajar a Jesús delante de los demás para brillar
ellos. Quieren que renuncie a su libertad fundamental acotando sus
opciones. Que renuncie a su esencia de hombre libre, de hijo de
Dios. Quieren que tome posiciones que dividen. Adopte opciones que
excluyen.
Tal vez da miedo aquel que no está posicionado. Da miedo el hombre
libre porque uno no sabe cómo va a reaccionar. No lo tengo encasillado
en una postura rígida donde conozco sus opciones de vida, su forma de
pensar. Bien acotado el hombre posicionado es controlable. El hombre libre se escapa de todo control.
Carlos Padilla
Aleteia