“La puerta para encontrar a Jesús es reconocerse pecador”. Lo ha dicho hoy Papa Francisco en la Misa en Casa Santa Marta. La homilía trata sobre la conversión de San Mateo, en el día de su fiesta. Un episodio pintado por Caravaggio, en un cuadro muy querido por el Papa.
Tres son las etapas del evento: encuentro, fiesta y escándalo.
Jesús había curado a un paralítico y encuentra a Mateo, sentado en el
banco de los impuestos. Hacía pagar los impuestos al pueblo de Israel
para darlos, después, a los romanos, y por esto era despreciado y
considerado un traidor a la Patria.
Jesús le miró, le dijo: “Sígueme”. Y él se levantó y le siguió, como
narra el Evangelio de hoy. Por una parte, la mirada de san Mateo, una mirada desconfiada: miraba “de lado”, “con un ojo Dios”, “con el otro el dinero”, “aferrado al dinero, como le pintó Caravaggio”, y también con una mirada desafiante. Por la otra, la mirada misericordiosa de Jesús que
– dice el Papa – le mira con mucho amor”. La resistencia de ese hombre
que quería dinero, “cae”: se levantó y le siguió. “Es la lucha entre la
misericordia y el pecado”, sintetiza el Papa.
El amor de Jesús pudo entrar en el corazón de aquel hombre porque “sabía que era pecador”,
sabía que “no era querido por nadie”, incluso despreciado. Y
precisamente “esa conciencia de pecador abrió la puerta a la
misericordia de Jesús”. Por tanto, “dejó todo y se fue”. Este es el
encuentro entre el pecador y Jesús.
“Es la primera condición para ser salvado: sentirse en peligro; la primera condición para ser curado: sentirse enfermo. Y sentirse pecador, es la primera condición para recibir esta mirada de misericordia.
Pero pensemos en la mirada de Jesús, tan bella, tan buena, tan
misericordiosa. También nosotros cuando oramos sentimos esta mirada
sobre nosotros; es la mirada del amor, la mirada de la misericordia, la mirada que nos salva. No tengan miedo”.
Como Zaqueo, también Mateo, sintiéndose feliz, invitó a Jesús a casa a comer. La segunda etapa es de hecho “la fiesta”.
Mateo invitó a los amigos, “los del mismo sindicato”, pecadores y
publicanos. Seguramente a la mesa, hacían preguntas al Señor y él
respondía. Esto – observa el Papa – hace pensar lo que dice Jesús en el
capítulo XV de Lucas: “Habrá más fiesta en el Cielo por un pecador que
se convierte, que por cien justos que siguen siendo justos”. Se trata de
la fiesta del encuentro del Padre, la fiesta de la misericordia”. Jesús, de hecho, “desperdicia misericordia”, por todos, afirma Francisco.
De ahí el tercer momento: el del “escándalo”. Los
fariseos, viendo que publicanos y pecadores se sentaban a la mesa con
Jesús, decían a sus discípulos: “¿Pero cómo es posible que vuestro
Maestro coma junto con publicanos y pecadores?”.
“Siempre un escándalo comienza con esta frase: ‘¿Pero como es posible?’”, observa el Papa. “Cuando escuchen esta frase, huele mal”
– subraya – y “detrás viene el escándalo”. Se trataba, en resumen, de
la “impureza de no seguir la ley”. Conocían muy bien “la Doctrina”,
sabían cómo ir “por el camino del Reino de Dios”, conocían “mejor que
nadie lo que había que hacer” pero “habían olvidado el primer
mandamiento del amor”.
Así, “quedaron atrapados en la jaula de los sacrificios” quizás
pensando: “Hagamos un sacrificio a Dios”, hagamos todo lo que hay que
hacer, “así nos salvamos”. En resumen, creían que la salvación venía de ellos mismos, se sentían seguros. “¡No! Nos salva Dios, nos salva Jesucristo”, afirma el Papa.
“Ese ‘cómo es posible’ que tantas veces hemos escuchado entre los fiele católicos cuando
ven obras de misericordia. ¿Cómo es posible? Y Jesús es claro, es muy
claro: ‘Vayan y aprendan’. Les mandó a aprender, ¿no? ‘Vayan y aprendan
qué quiere decir misericordia – (lo que) Yo quiero – y no sacrificios,
porque Yo no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores’. Si
quieres ser llamado por Jesús, reconócete pecador”.
Francisco exhorta, por tanto, a reconocerse pecadores, no en abstracto sino con “pecados concretos”: “todos los tenemos”, dice. “Dejémonos mirar por Jesús con esa mirada misericordiosa llena de amor”, prosigue.
“Hoy hay muchos, muchos … Y siempre, también en la Iglesia hoy. Dicen: ‘No, no se puede, todo está claro, es todo, no, no … Esos son pecadores, debemos alejarles’. También muchos santos fueron perseguidos o bajo sospecha. Pensemos en Santa Juana De Arco, mandada a la hoguera, porque pensaban que era una bruja. ¡Una santa! Pensemos en Santa Teresa, sospechosa de herejía, pensemos en el Beato Rosmini.
‘Misericordia, yo quiero, y no sacrificios’. Y la puerta para encontrar
a Jesús es reconocernos como somos, la verdad. Pecadores. Y Él viene, y
nos encontramos. ¡Es tan hermoso encontrar a Jesús!”.
Aleteia