Herido por el pecado original, el hombre
se enfrenta cotidianamente a tres enemigos: el demonio, el mundo y la
carne. Y tras la "crítica" decisión de seguir a Cristo, en seguida se
descubre que la vida cristiana se parece mucho al deporte: para
perfeccionar el juego hay que entrenar mucho más de lo que parecía.
Es la comparación a la que recurre un joven sacerdote para ofrecer unos buenos consejos para la vida espiritual. Clayton Thompson es vicario en la parroquia de San Bonifacio en Lafayette (Indiana, Estados Unidos) y fue ordenado en 2013.
En un artículo en Those Catholic Men explica que luchar contra el pecado y la tentación que conduce a él es complicado en ocasiones, pero que "son las cosas pequeñas las que, con la gracia de Dios, nos llevan a la victoria".
Es la comparación a la que recurre un joven sacerdote para ofrecer unos buenos consejos para la vida espiritual. Clayton Thompson es vicario en la parroquia de San Bonifacio en Lafayette (Indiana, Estados Unidos) y fue ordenado en 2013.
En un artículo en Those Catholic Men explica que luchar contra el pecado y la tentación que conduce a él es complicado en ocasiones, pero que "son las cosas pequeñas las que, con la gracia de Dios, nos llevan a la victoria".
Siguiendo las pautas de un "gigante espiritual" como San Francisco de Sales (1567-1622) y su Introducción a la vida devota el padre Thompson desmonta seis estrategias equivocadas y
propone las contrapuestas. Traducimos, con algunas adaptaciones, sus
propuestas (las citas de San Francisco de Sales son todas de la Parte
IV: Los avisos necesarios contra las tentaciones más ordinarias; el número indica el capítulo del que están tomadas).
1. No ames la tentación.
Parece obvio, ¿no? Pero, asumámoslo, incluso después de romper con ciertos pecados, la tentación hacia ellos aún puede hacernos sentir bien.
Cuando un tipo ha apartado de su vida la rabia y la ira, regodearse en
el pensamiento de lo que le diría a la gente que le ha hecho mal puede
darle una gran sensación de victoria. Un hombre que nunca traicionaría a
su mujer puede sentirse muy a gusto dándole vueltas a la idea de hacer
una visita a esa chica de la oficina que le mira con buenos ojos.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales?
"La complacencia sirve, ordinariamente, de paso para llegar al consentimiento” (3).
2. No te pongas en tentación.
Esto es un asunto tanto de previsión como de honestidad. Primero, requiere previsión:
si sé que cada vez que converso con esas personas a la hora de comer
terminamos hablando de asquerosidades y cotilleando de los demás, es
culpa mía si caigo en murmuraciones y deshonestidades. Al mismo tiempo,
requiere honestidad: a menudo, cuando nos ponemos en
situaciones porque nos decimos s nosotros mismos que estamos “por
encima” de ciertos pecados. Esto puede ser verdad, pero es menos
frecuente de lo que nos gusta pensar. Si me he dado cuenta de que me
gustan ciertas tentaciones, tengo que ser honesto en evitar las
situaciones que me conducen a ellas. Es lo que se llama “evitar la
ocasión de pecado”.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales?
“Ocurre, a veces, que la sola tentación es pecado, porque somos causa de ella” (6).
3. No te angusties.
La tentación no es pecado (punto 1) siempre que no seamos causa de la
tentación poniéndonos en la situación que la genera (punto 2). Si quiero
algo que no es mío y siento el impulso de llevármelo cuando nadie me
ve, mientras sea un sentimiento se queda solo en una tentación molesta. Las cosas empiezan a ir mal cuando nos ponemos histéricos por sentirnos tentados.
Cuando perdemos la paz, empezamos a creernos la gran mentira del
Tentador de que nunca superaremos el sentimiento de una lucha cuesta
arriba… hasta que nos rindamos. Y cuando esa mentira se instala en
nuestra mente, el siguiente paso es la caída.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales?
“La inquietud es el mayor mal que puede sobrevenir a un alma, fuera del pecado” (11).
4. No escuches a la tentación.
San Francisco de Sales distinguía entre tentaciones mayores y menores:
por ejemplo, la tentación de matar a alguien y la de enfadarse con él;
la de robar algo y la de codiciarlo; la de cometer perjurio y la de
decir una mentira; la de cometer adulterio y la de no guardar la vista.
Mientras que contra las grandes tentaciones tenemos que luchar con todas
nuestras fuerzas, con las tentaciones pequeñas dice San Francisco de
Sales que nuestra principal tarea es simplemente dejarlas pasar: deshacernos de ellas tranquilamente y no dejar que nos roben la paz.
Es el viejo truco del elefante rosa: cuando más intentamos no pensar en
elefantes rosas, más ocupan nuestra conciencia. Cuando surjan las
tentaciones y las reconozcas como tales, recházalas y sigue tu camino,
no dedicándoles ni solo pensamiento más. Si no, se hacen abrumadoras.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales?
“Desprecia, pues, estos pequeños ataques… No hagas otra cosa que
alejarlos sencillamente, sin combatirlos ni responderlos de otra manera
que con actos de amor a Dios” (9).
Elefantes rosas... la pesadilla de Dumbo.
5. No conviertas la tentación en una cuestión de voluntad.
Cuando un hombre está intentando superar un cierto pecado en su vida,
con frecuencia se descorazona por su debilidad al luchar contra las
tentaciones hacia ese pecado. Muchas veces, el problema es de
perspectiva. Si mi aproximación a la vida moral es decir “le voy a
demostrar a Dios lo bueno que soy no pecando”, en vez de “amo a Dios y
por tanto odio el pecado y quiero dominarlo porque perjudica mi relación
con Él”, no hay que sorprenderse si Dios me permite caer: pensaría que soy mi propio salvador.
La confianza en uno mismo es una de las principales causas de la caída.
Cuando vienen las tentaciones, la claves está en confiar más
intensamente en la gracia de Dios, humillarse ante Él y amarle más.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales?
“Espera tu liberación más de la bondad y providencia de Dios que de tu
industria y diligencia; si buscas tu liberación por amor propio, te
inquietarás y acalorarás en pos de los medios, como si este bien
dependiese más de ti que de Dios” (11).
6. No te calles.
Quizá una de las verdades más importantes que recordar al hablar del
pecado y de la tentación es que no estamos solos en esta lucha. Dios
está ahí, pero también el Maligno. El Maligno no es un cuento de brujas:
es real e influye en tu vida. Aunque una buena parte de las tentaciones
provienen del desorden en nuestras almas, Satán y los espíritus
malignos son también intensamente activos. Uno de los mayores peligros
es intentar luchar por tu cuenta contra una inteligencia-angélica-entregada-al-mal.
Comenta con otras personas tus luchas: ten otras personas a quienes
rendir cuentas, un confesor habitual que conozca tu alma y comprenda las
tretas de Satanás. Esa apertura y honestidad es esencial para vencer
los pecados que nos conducen a la desgracia.
¿Qué aconsejaba San Francisco de Sales?
“El gran remedio contra todas las tentaciones, grandes y pequeñas, es
desahogar el corazón y comunicar a nuestro director todas las
sugestiones, sentimientos y afectos que nos agitan. Fíjate en que la
primera condición que el Maligno pone al alma que quiere seducir es el
silencio” (7).
* * *
"Son las pequeñas cosas las que cuentan en la vida", concluye el padre
Thompson: "Así que haz caso a San Francisco de Sales y lucha contra las
tentaciones en la forma correcta".
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