Del 2 al 5 de julio se llevó a cabo en la Universidad Hebrea de
Jerusalén el Congreso de Scholas Occurrentes: “Entre la Universidad y la
Escuela, construyendo la paz a través de la cultura del encuentro”.
El Papa Francisco clausuró este evento enviando un videomensaje en el
que recuerda la importancia de escuchar a los chicos generando un
contexto de esperanza para que sus sueños crezcan y se compartan.
“Un sueño cuando es compartido se convierte en la utopía de un
pueblo, en la posibilidad de crear una nueva manera de vivir”,
reflexionó el Santo Padre, puntualizando que la utopía de Scholas es
crear precisamente una cultura del encuentro. “Gracias por animarse a
soñar, a buscar el sentido, a crear, a agradecer, a festejar, a poner la
mente, las manos y el corazón para hacer realidad la cultura del
encuentro”, finalizó diciendo el Papa a los participantes.
Videomensaje del Papa Francisco
En este momento jóvenes y adultos de Israel, de Palestina y de otras
partes del mundo, de diferentes nacionalidades, credos y realidades,
todos respiramos el mismo aire, todos pisamos la misma tierra, nuestra
casa común. Las historias son muchas, cada uno tiene la suya. Hay tantas
historias como personas, pero la vida es una. Por eso quiero celebrar
estos días vividos allí en Jerusalén, porque ustedes mismos, desde sus
diferencias, lograron unidad. No se los enseñó nadie. Lo vivieron.
Ustedes se animaron a mirarse a los ojos, se animaron a desnudar la
mirada y esto es imprescindible para que se produzca un encuentro.
En la desnudez de la mirada no hay respuestas, hay apertura. Apertura
a todo lo otro que no soy yo. En la desnudez de la mirada nos volvemos
permeables a la vida. La vida no nos pasa de largo. Nos atraviesa y nos
conmueve y esa es la pasión. Una vez abiertos a la vida y a los otros,
al que tengo al lado, se produce el encuentro y en ese encuentro se da
un sentido. Todos tenemos sentido. Todos tenemos un sentido en la vida.
Ninguno de nosotros es un no. Todos somos sí, por eso cuando
encontramos el sentido es como si se nos ensanchara el alma. Y
necesitamos ponerle palabras a este sentido. Darle una forma que lo
contenga. Expresar de algún modo eso que nos pasó. Y esa es la creación.
Además, cuando nos damos cuenta que la vida tiene sentido y que ese sentido nos desborda necesitamos celebrarlo. Necesitamos la fiesta, como expresión humana de la celebración del sentido.
Entonces encontramos el sentimiento más profundo que se puede tener. Un
sentimiento que existe en nosotros por y a pesar de todo, por todo y a
pesar de todo. Este sentimiento es la gratitud.
Scholas intuye que de esto se trata educar. La educación que
nos abre a lo desconocido, que nos lleva a ese lugar en el que todavía
no se separaron las aguas. Libre de prejuicios. Es decir libre de
juicios previos que nos bloquean, para desde allí soñar y buscar nuevos
caminos. De ahí que nosotros los adultos no podemos quitarle a
nuestros niños y jóvenes la capacidad de soñar, ni de jugar, que en
cierta manera es un soñar despiertos. Si no dejamos que el niño juegue
es porque nosotros no sabemos jugar y si nosotros no sabemos jugar no
entendemos ni la gratitud, ni la gratuidad, ni la creatividad.
Este encuentro nos ha enseñado que nuestra obligación es escuchar a
los chicos y generar un contexto de esperanza para que esos sueños
crezcan y se compartan. Un sueño cuando es compartido se convierte en la
utopía de un pueblo, en la posibilidad de crear una nueva manera de
vivir. Nuestra utopía, la de todos los que de algún modo formamos
Scholas es crear con esta educación una cultura del encuentro. En las
personas podemos unirnos valorando la diversidad de culturas para
alcanzar, no la uniformidad, no, sino la armonía, y ¡cuánto necesita
este mundo tan atomizado! Este mundo que le teme al diferente, que a
partir de ese temor a veces construye muros que terminan haciendo
realidad la peor pesadilla que es vivir como enemigos. ¡Cuánto necesita
este mundo salir a encontrarse!
Por eso quiero agradecerles hoy, a los adultos, a los académicos de
la Universidad hebrea y de tantas universidades de todo el mundo que
están allí presentes por no encerrarse y por poner sus valiosos
conocimientos al servicio de la escucha. Y a los jóvenes de Israel y
Palestina y a los invitados de otros países del mundo gracias por
animarse a soñar, a buscar el sentido, a crear, a agradecer, a festejar,
a poner la mente, las manos y el corazón para hacer realidad la cultura
del encuentro. Muchas gracias.
Aleteia