Cosas que hay que evitar absolutamente, errores que no se deben
cometer. Son muchos los “riesgos” que corre un párroco durante una
homilía. En el libro “E IO TI DICO: IMMAGINA! L’arte difficile della predicazione” – edizioni Città Nuova – (Y yo te digo: ¡Imagina! El difícil arte de la predicación), Gaetano Piccolo y Nicolas Steeves enumeran diez posibles errores.
“El objetivo de la predicación, su meta – dicen los autores – lo
podemos decir así: no se predica porque sí, sino para salvar a quien
escucha”.
Cada predicador tiene sus puntos fuertes y débiles.
Algunos dicen que cada predicador tiene un único tema al que siempre
vuelve, en todas sus predicaciones, directa o indirectamente. No se
trata de ser superhéroes de la predicación, sino identificar grandes
debilidades recurrentes que se deben evitar.
1 – Falta de preparación
Independientemente de la preparación que se ha recibido en el
seminario, un error clásico es la falta de preparación de la homilía.
Hay miles de buenas razones o pésimas excusas para no preparar la
homilía: reuniones, encuentros, problemas personales, sobrecarga de
trabajo. Pero estos motivos llevan inevitablemente a una gran
superficialidad que cansa mucho a los espectadores.
2 – Ausencia de mensaje central
La falta de preparación tiene a menudo la ausencia de un mensaje
central, aunque este gran problema formal puede suceder, por desgracia,
incluso cuando la homilía esté preparada. Uno de los problemas más
frecuentes de los predicadores es no sentarse con calma, antes de
predicar, y preguntarse: “En pocas palabras, ¿cuál el mensaje que quiero
comunicar el próximo domingo a los fieles?”. Si el predicador no tiene
una idea clara de lo que comunicará a la gente, puede estar seguro que
la gente no sabrá, después de la homilía, lo que ha querido decir.
3 – Demasiado largo
Otro defecto muy común en las homilías no preparadas – incluso en las
preparadas, pero a menudo un poco menos – es la duración “abusiva”. Se
enseña en los noviciados jesuitas: “No más de diez minutos el domingo, y
cinco entre semana”. En otros lados se dice: “Los primeros cinco
minutos mueven el corazón, el resto, la silla”. De manera más jocosa se
dice – esperando no caer en machismo: “La homilía debe ser como una
minifalda: suficientemente larga para cubrir lo esencial, y
suficientemente corta para suscitar interés”.
4 – El espectáculo del entretenimiento
El papa Francisco recuerda, en la Evangelii Gaudium, que
“la homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la
lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el
sentido a la celebración.” (EG 138). Obviamente se deben evitar las
vulgaridades, la banalidad o el excesivo gusto por el espectáculo. Son
realmente pocos los predicadores que logran usar bien un objeto (una
linterna, una bandera…) mientras predican, sin distraer a los fieles del
encuentro que deben vivir con Cristo.
5 – Autorreferencia del predicador
En realidad, “la homilía puede ser realmente una intensa y feliz
experiencia del Espíritu, un reconfortante encuentro con la Palabra, una
fuente constante de renovación y de crecimiento” (EG 135). De hecho, la
homilía es “el momento más alto del diálogo entre Dios y su pueblo,
antes de la comunión sacramental” (EG 137). Ahora, si el predicador
“tira de la manta”, es decir atrae sobre sí toda la atención de los
oyentes en lugar de llevarlos a dialogar con el Señor, a pesar de que
tenga para decir las cosas más interesantes del mundo, no sería una
homilía, porque el objetivo de la comunicación estaría equivocado.
6 – Moralismo
La homilía debe solicitar por parte de los oyentes una respuesta
concreta a partir de la contemplación de un aspecto del misterio de la
vida divina o la creación. La predicación puede, es más debería, a
menudo, ofrecer, después de una primera parte en que se ha visto lo
bello y entendido lo verdadero, una parte ética y exhortativa en que se
oye la llamada al hacer el bien. Pero la predicación no puede ser desde
el inicio hasta el final un catálogo de cosas para hacer o no hacer.
La homilía no es el momento para hacer una lección de moral. Algunas
predicaciones moralizantes se inclinan más hacia “la derecha” (moral
sexual, llamar al orden…), algunas más hacia “la izquierda” (economía,
ecología, justicia social…): el problema no es el contenido en sí mismo,
sino la desproporción entre contemplación y acción en favor de ésta
última. La homilía no debe ser nunca una mera arenga socio-política
moralizante, aunque deba llevar a un actuar cristiano mejor.
7 – Espiritualismo
Con esta palabra, no designamos la brujería, sino el defecto opuesto
en relación a lo que hemos apenas expuesto, es decir el moralismo. ¿Qué
sería, por lo tanto, este “espiritualismo”? En lugar de tener sus raíces
concretas en la vida cotidiana de los fieles o su sociedad, algunas
predicaciones vuelan sobre las nubes, especulando sobre aspectos
pseudo-místicos que no tienen incidencia real.
8 – Intelectualismo
Es un defecto cercano al del espiritualismo, pero más cultural, y
está muy difundido. A causa de la formación rigurosa e intelectual que
los seminaristas reciben en el seminario, donde los trabajos, las tesis y
las presentaciones son los únicos modos de expresión requeridos, se cae
en el error de pensar que éstos son los modos correctos para comunicar
con los fieles en la homilía. Es decir, se hace de la homilía una
exégesis histórico-crítica o narrativa, como una lección de teología
dogmática o fundamental, etc.
9 – Catecismo
Un defecto cercano al intelectualismo es hacer una catequesis. Esta
tentación es muy sutil, porque existe una gran tradición en la Iglesia,
sobre todo primitiva: de enseñar, durante la homilía, a los fieles
acerca de los misterios cristianos.
Es el caso, en particular, de las homilías catequéticas o
mistagógicas de los primeros siglos. Estas catequesis (las de Cirilo de
Jerusalén o de Ambrosio) fueron redescubiertas durante el periodo del
resurgimiento patrístico, hacia los años cincuenta, y se elogió bastante
y con razón su paciente pedagogía. Muchas diócesis han desarrollado un
programa de catequesis mistagógica para los catecúmenos adultos.
El problema que nos interesa aquí es que la homilía durante la eucaristía no es el momento adecuado para hacer una catequesis.
10 – Paráfrasis
A la mitad entre los errores formales y materiales se encuentra la
paráfrasis del texto de la Escritura. En su falta de imaginación, o
preparación, algunos predicadores piensan que para predicar es
suficiente repetir con las propias palabras los textos de la liturgia
que se han apenas leído. Esta paráfrasis, desgraciadamente, resulta
aburrida, porque es una mera repetición del ejercicio de la lectura, sin
tratar de concentrarse en el mensaje central.
La paráfrasis tiene el efecto de menospreciar el impacto de la
palabra sobre la vida de las personas. Precisamente porque la Palabra de
Dios no siempre es clara, ésta no debe ser simplemente repetida, sino
explicada. Es mejor dejar el ejercicio de la paráfrasis a los alumnos de
secundaria.
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