La comunidad monástica de Las Benedictinas de Jesús Crucificado (benedictinesjc.org) tiene un carisma nada habitual: aceptan a mujeres que, por sus limitaciones físicas, no pueden entrar en otras congregaciones.
La orden comenzó su actividad en París en la década de 1930 cuando el padre Maurice Gaucheron y la madre Marie des Douleurs
se dieron cuenta de la necesidad que algunas mujeres con mala salud
pasaban a la hora de acudir a la llamada de su vocación religiosa.
La hermana Zita, directora de vocaciones de las Benedictinas de Jesús Crucificado, contó la historia a Catholic Digest: “En aquel momento muchas mujeres sufrían tuberculosis. Sin embargo, una vez recuperadas, no estaban sanas al cien por cien. Algunas de ellas acudieron al padre fundador”.
“Acudieron a él desesperadas, ya que nadie las acogía. Esto se debía a que la forma de vida de las Benedictinas es muy dura, y muchas de estas mujeres no podrían haberla soportado. Nuestro fundador y nuestra fundadora se dieron cuenta de que tal vez deberían hacer algo para hacer la vida monástica accesible a mujeres con un estado de salud frágil”.
Acompañando a Jesús en su sufrimiento
El padre Gaucheron contempló la enfermedad y el frágil estado de salud de estas mujeres como una forma de acompañamiento a Jesús en el Misterio Pascual, uniendo sus dolencias con las sufridas por Jesús en su Pasión, muerte y Resurección.
“Es una experiencia extraña para alguien de fuera venir al monasterio por primera vez y ver diez o nueve sillas de ruedas. Ni siquiera tenemos en cuenta las discapacidades: tratamos de vivir entre nosotras como personas en vez de estar definidas por nuestras carencias físicas”, explica la hermana Zita.
Una llamada persistente
Cuando era pequeña la hermana Zita soñaba con ser una gran diseñadora de moda,
una profesora, tener un marido y ser la madre de diez niños. También
tenía el deseo de ser monja. “Sentí una llamada persistente hacia la vocación religiosa”.
Si no fuera por las Benedictinas de Jesús Crucificado la hermana Zita jamás hubiera podido seguir esta llamada, porque sufría un trastorno obsesivo convulsivo.
“Incluso para nosotras, esto fue una excepción”,
recuerda la hermana Zita. “Tuve que obtener el permiso de la madre
priora, ya que la orden es cauta en casos neurológicos”. En 1961, a la
edad de 20 años, entró en la orden.
Aunque las Benedictinas de Jesús Crucificado acepten a mujeres con una salud frágil, no es un requisito previo para entrar en la orden. De hecho, las hermanas no pueden aceptar a mujeres que sufran enfermedades mentales graves o movilidad nula (como mujeres con parálisis cerebral o esclerosis múltiple).
Francés obligatorio
Otro aspecto en el que esta orden es distinta a las demás es el requerimiento de que todas las hermanas aprendan francés. Esto se debe a que las novicias estudian en la sede principal, en Francia.
Además de su sede principal y el monasterio de la Gloriosa Cruz en
Connecticut, las Benedictinas de Jesús Crucificado cuentan con otro monasterio en Japón. La orden ha sido siempre pequeña. Actualmente cuenta con unas 70 monjas repartidas alrededor del mundo.
En su página web puede obtener más información sobre la vida de estas 16 monjas.
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