Este jueves el Papa Francisco habló en la Eucaristía en la Casa Santa Marta sobre la plenitud de los tiempos y también exhortó a los cristianos a no encerrarse en sí mismos sino que les invitó a salir y dejarse llevar por el Espíritu Santo.

“Cuando el pueblo de Dios se cierra, se vuelve prisionero en un establo, como un asno que no comprende ni va adelante”, aseguró el Santo Padre en su homilía.
En ella, tal y como recoge Aciprensa, Francisco habló de las tres plenitudes de los tiempos: la primera plenitud se habría producido con la resurrección de Cristo; la segunda se producirá cuando se cumpla su segunda venida; y la tercera plenitud es la plenitud personal de cada cristiano que tendrá lugar cuando nos encontremos cara a cara con Dios.

Dejarnos guiar por el Espíritu
 “Dios se dio a conocer en la historia. Su salvación tiene una gran y larga historia”, afirmó. “La salvación de Dios está en camino hacia la plenitud de los tiempos”. Se trata de “un camino con santos y pecadores”. El Señor “guía a su pueblo por ese camino en el que hay momentos buenos y momentos malos, libertad y esclavitud, pero guía al pueblo hacia la plenitud”.

De este modo, añadió que para guiarnos, se sirve del Espíritu Santo, que “nos hace recordar y comprender el mensaje de Jesús”. En ese camino, la Iglesia “va delante con muchos santos y muchos pecadores. Mediante la gracia y el pecado, la Iglesia va a delante”.

El Santo Padre consideró que es un camino en el que “comprendemos, profundizamos en la persona de Jesús, en la fe, en la moral y en los mandamientos”. De esa manera, cosas que “durante un tiempo eran normales, que ni siquiera se consideraban pecado, hoy son pecado mortal”.

Además, el Pontífice puso algunos ejemplos de esa profundización en la fe que ha llevado a identificar como pecado lo que antes estaba admitido como moral.

“Pensemos, por ejemplo, en la esclavitud. Cuando íbamos a la escuela nos contaban cosas que hacían con los esclavos, que los llevaban a un puesto de venta y los vendían a otras personas. En América Latina ocurría eso: se compraban, se vendían… Y es un pecado mortal. Hoy se reconoce. Pero en aquel momento algunos decía que se podía hacer porque aquella gente no tenía alma”.

La segunda venida
De este modo, añadió: “Por eso se debía avanzar, para comprender mejor la fe, para comprender mejor la moral”. Sin embargo, advirtió contra la tentación de contentarnos con el lugar al que hemos llegado y decir: “‘Ah, Padre. ¡Gracias a Dios que hoy no hay esclavos!’. ¡Pero si hoy hay más esclavos que nunca! Al menos sabemos que es pecado mortal. Hemos avanzado. Lo mismo con la pena de muerte, que durante mucho tiempo era normal. Hoy decimos que es inadmisible la pena de muerte”. El mismo razonamiento lo realizó sobre las “guerras de religión”.

En este proceso de clarificación de la fe y de la moral tienen gran importancia “tantos santos que conocemos y que no conocemos”. La Iglesia “está llena de santos desconocidos, y es esa santidad la que nos lleva hacia la segunda plenitud de los tiempos, cuando el Señor venga al final para ser todo en todos”.

La tercera plenitud: la nuestra 
Por otro lado, explicó que “hay una tercera plenitud de los tiempos. La nuestra. Cada uno de nosotros está en camino hacia la plenitud de su propio tiempo. Cada uno de nosotros llegará al momento del tiempo pleno y la vida terminará y deberá encontrarse con el Señor. Ese es nuestro momento personal”.

“Pensemos en los apóstoles, los primeros predicadores… Tenían necesidad de entender que Dios ha amado, ha elegido, ha amado a su pueblo siempre en camino”.

"¿Me doy cuenta de que estoy en camino?"
El Obispo de Roma subrayó que “Jesús envió al Espíritu Santo para que nosotros pudiéramos ponernos en camino. El mismo Espíritu nos empuja a caminar. Esta es la gran obra de misericordia de Dios. Que cada uno de nosotros está en camino hacia la plenitud personal de los tiempos”.

En concreto, es precisamente en la confesión cuando comprendemos que “ese paso que doy en el confesionario es un paso en el camino hacia la plenitud de los tiempos. Pedir perdón a Dios no es una cosa automática. Es comprender que estoy en camino con un pueblo en camino. Con un pueblo que un día se encontrará cara a cara con aquel Señor que nunca nos deja solos, sino que nos acompaña en el camino”.

“Pensad en esto –concluyó–. Cuando me confieso, ¿pienso en estas cosas? ¿Me doy cuenta de que estoy en camino? ¿Me doy cuenta de que se trata de un paso hacia el encuentro con el Señor, hacia mi plenitud de los tiempos? Porque esa es la gran obra de misericordia de Dios”.
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