El pasado jueves el Papa firmaba el decreto de la Congregación para las Causas de los Santos que reconocía las virtudes heroicas del histórico arzobispo de Florencia durante la II Guerra Mundial y considerado un héroe por los florentinos y los judíos europeos, el cardenal Ellia Dalla Costa (1872-1961). A partir de ahora ya es considerado “venerable” y sigue avanzando el proceso de beatificación de una de las figuras más importantes de la Iglesia italiana del pasado siglo.
Dalla Costa participó en los cónclaves que eligieron a Pio XII, en el que él mismo fue uno de los principales candidatos recibiendo varios votos, como en el de Juan XXIII, del que uno de sus grandes electores. Como otros católicos de su tiempo, fue uno de los líderes que defendió el sufragio femenino adelantándose al feminismo político.

Héroe de Florencia y justo para los judíos
Pero sobre todo es recordado por cómo se jugó la vida para salvar a miles de personas durante la II Guerra Mundial, especialmente a cientos de judíos.

Su valerosa oposición al nazismo y al fascismo italiano logró fue fructífera pese a arriesgar a perder su propia vida. Por todo ello fue nombrado ya “Justo entre las Naciones” por el Estado de Israel, el galardón más alto entregado a aquellos que sin ser judíos ayudaron a salvar a muchos de ellos.

Venerable, justo y en un futuro los italianos esperan que pueda ser santo.

Ideó una elaborada red clandestina
La gran red clandestina creada por el cardenal Dalla Costa durante la II Guerra Mundial fue tan efectiva y exitosa que incluso ha sido llevada al cine. Tuvo sobre todo la gran capacidad de saber involucrar a la comunidad católica de Florencia, desde los sacerdotes a los conventos, pasando por laicos de todo tipo como Gino Bartali, campéon del Tour de Francia y del Giro de Italia, y también Justo entre las naciones.

Antes de salvar a judíos ya era pública y notoria la oposición del cardenal Dalla Costa a Hitler. Poniendo en riesgo su seguridad hizo un importante desplante al líder nazi durante su visita a Florencia en 1938.  El arzobispo hizo cerrar todas las ventanas del palacio arzobispal y no participó en las celebraciones oficiales explicando que no podía aceptar a los que adoraban “otras cruces distintas a las de Cristo”, en clara referencia a la esvástica.

Toda la comunidad católica se involucró
Amar al prójimo fuese o no cristiano era para el cardenal algo imprescindible y así surgió una organizada y estudiada red clandestina. “Cuando las leyes raciales comenzaron a ser aplicadas, a Italia llegaron cerca de 15.000 judíos que encontraron refugio en conventos, colegios o comunidades religiosas, pero en el país también se les comenzó a perseguir y entonces el cardenal Elia Angelo Dalla Costa, le llamó para pedirle ayuda”, contaba el hijo del laureado ciclista Gino Bártali, tras el nombramiento de su padre como Justo entre las Naciones.

El papel del ciclista Bartali o el político La Pira
Para el cardenal el plan era claro. Era necesario salvar a los judíos y nadie sospecharía que un héroe nacional podría estar colaborando para ayudar a estas personas. Así fue como durante meses y jugándose la vida por el ruego de Dalla Costa, Bartali iba en bicicleta de Florencia a Asís fingiendo que entrenaba llevando ocultos en los tubos de su bici documentos para falsificar pasaportes para estos judíos.

Muchos hombres buenos, varios de ellos en proceso de beatificación, trabajaron juntos en ese momento. Giorgio La Pira, que sería más tarde alcalde de Florencia y que actualmente está camino a los altares, colaboró estrechamente con el cardenal.

Así se creó la red clandestina
Dalla Costa encargó al párroco de Varlungo, el sacerdote Leto Casini y al sacerdote dominico, Cipriano Ricotti, que ayudaran al Comité de Asistencia Judío contando para ello con todos los recursos de la diócesis y todas sus iglesias, conventos y monasterios.

Siguiendo las indicaciones del cardenal, más de 21 conventos e institutos religiosos (sin contar las parroquias) abrieron sus puertas ofreciendo refugio a cientos de judíos.

"Una carta crucial"
El proceso fue el siguiente: En septiembre de 1943 el padre Ciprian Ricotti fue llamado a comparecer en la oficina del arzobispo de Florencia. En presencia de su secretario, Giacomo Meneghello, el arzobispo le preguntó a Ricotti:

"¿Cree que podría dedicarse a la salvación de judíos?" Cuando este le confirmó que iba a hacerlo el arzobispo le entregó una carta para entregar a los jefes de conventos y monasterios en Florencia y sus alrededores, en la que les solicitaba que abrieran las puertas de sus instituciones a los judíos. En sus memorias Ricotti señala que "esta carta fue crucial para poder refugiar a judíos en los conventos y monasterios, que de otro modo no lo hubiesen hecho."

El cardenal acogió judíos hasta en su propia residencia
En el seminario de Minore di Montughi fue creado un refugio desde el cual los fugitivos judíos eran llevados a diferentes conventos y monasterios; algunos eran incluso alojados por algún tiempo en la residencia del cardenal.

Aun así, en el corazón del arzobispo de Florencia quedó la espina de no haber salvado a más personas y de que los nazis lograran también encontrar a decenas de mujeres judías que habían escondido en un convento. Todas menos una murieron en el campo de Auswicht. Esas monjas hicieron todo lo posible para salvarlas y por ello son también justas entre las nacionas.

Las franciscanas que casi pierden la vida
Se trataba del convento florentino de las franciscanas misioneras de María. Así contaba la Madre Sandra Busnelli su decisión de convertir su convento en un refugio seguro para los judíos:

“En septiembre Su Eminencia el cardenal Elia Dalla Costa solicitó a nuestra casa alojar en forma clandestina a víctimas judías de la persecución alemana. Teníamos la esperanza de que estarían más a salvo en los hogares religiosos. La Superiora General de nuestra orden dió su permiso gustosamente y de inmediato 50 mujeres fueron traídas a la sala principal.”

Poco después los alemanes irrumpieron en el convento y arrestaron a las mujeres judías. Solamente una, Lea Reuveni, sobrevivió la batida. En su testimonio describió las horas de horror vividas:

“Recuerdo a la hermana Emma Lucia entrando a la carrera medio vestida. Estaba vestida, pero sin el velo – tenían ese velo tan hermoso. Entró corriendo. Nunca olvidaré como quería entrar a la sala para estar con nosotros, pero había allí dos fascistas que no la dejaron entrar. Discutió con ellos, les decía: "quiero estar con ellos"... Parecía tan bella en esos momentos, siendo tan valerosa”.

El amor pudo más que el odio
La Madre Busnelli fue arrestada pero luego fue liberada gracias a la intervención del arzobispo Dalla Costa.

Aunque con pérdidas como las de estas mujeres, gracias a ese amor abnegado de la comunidad católica cientos de judíos salvaron la vida y por ello en la actualidad sus hijos y nietos visitan estas iglesias y conventos para dar gracias a los que ayudaron a sus familias. En Florencia, y gracias al ya “venerable” cardenal Dalla Costa el amor pudo más que el odio.
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