Es el arzobispo que fue desterrado cinco veces por defender la
religión. En la misa de su fiesta se lee el evangelio que trae esta
recomendación de Jesús: "Cuando los destierren de una ciudad,
váyanse a otra. Les aseguro que no se acabarán las ciudades de su país
antes de que venga el Hijo del Hombre. El discípulo no es más que su
maestro. Si a Mí me han perseguido, también a Uds. los perseguirán".
San Atanasio nació en Alejandría, Egipto, hacia el año 297. Siendo
todavía un niño en el año 311, presenció el martirio de su obispo Pedro
de Alejandría y de otros cristiano, muertos en la persecución que
hicieron los paganos. Luego supo con alegría que el año 313 el emperador
Constantino declaraba la libertad religiosa para los cristianos, y se
acababa la persecución.
De joven conoció al gran penitente San Antonio Abad y la amistad con
tan famosos santo le fue de inmenso provecho durante toda su
vida.
Con grandes cualidades para la oratoria y una brillante inteligencia,
se dedicó a prepararse para el sacerdocio, y siendo diácono fue
escogido como secretario de Alejandro, arzobispo de Alejandría. En esta
joven edad de 23 años escribió su primero libro acerca de la
Encarnación de Jesucristo.
Por aquél tiempo apareció en Alejandría un hereje llamado Arrio, que
enseñaba que Jesucristo no era Dios. (Si Jesucristo no fuera Dios,
nuestra religión sería vana, pues estaríamos adorando a un hombre. Y un
hombre no le resuelve los problemas a nade. Jesús es verdadero Dios y
verdadero hombre).
Atanasio de dedicó a combatir al hereje Arrio y obtuvo que
su arzobispo reuniera a los obispos de la nación y a muchos sacerdotes y
en un Concilio Nacional condenaron a Arrio y le prohibieron enseñar sus
errores.
Pero Arrio era un hombre terrible y se dedicó a propagar su herejía por países, y muchos que deseaban vivir una vida más fácil y que sabían que si Cristo no era Dios no había entonces porqué obedecerle ni seguir sus leyes, se dedicaron a propagar su dañosa herejía. Entonces se reunieron los obispos del mundo, en el Primer Concilio, el Concilio de Nicea, el año 325, y condenaron a Arrio y decretaron que debía ser derrotado. San Atanasio asistió a ese Concilio como Secretario de su obispo Alejandro y fue su consejero en las discusiones.
Pero Arrio era un hombre terrible y se dedicó a propagar su herejía por países, y muchos que deseaban vivir una vida más fácil y que sabían que si Cristo no era Dios no había entonces porqué obedecerle ni seguir sus leyes, se dedicaron a propagar su dañosa herejía. Entonces se reunieron los obispos del mundo, en el Primer Concilio, el Concilio de Nicea, el año 325, y condenaron a Arrio y decretaron que debía ser derrotado. San Atanasio asistió a ese Concilio como Secretario de su obispo Alejandro y fue su consejero en las discusiones.
Y sucedió que Eusebio de Nicomedia, un hombre muy influyente en el
gobierno, convenció al emperador Constantino de que Arrio debía ser
admitido otra vez en la Iglesia Católica. Constantino escribió a San
Atanasio pidiéndole que admitiera al hereje, y el santo le respondió que
jamás podía él aceptar como católico a quien se atrevía a negar que
Jesucristo es Dios. Y entonces el emperador desterró a Atanasio, hacia
Tréveris, ciudad de Alemania. Allá estuvo dos años desterrado, e hizo
muy buena amistad con San Maximino el obispo de esa ciudad.
Al morir Constantino, su sucesor dio permiso para que volvieran a
sus ciudades los que estaban desterrados, y Atanasio volvió a
Alejandría, siendo recibido por el pueblo con grandes demostraciones de
alegría. Pero los arrianos y otros enemigos de la verdadera religión
le inventaron muchas calumnias y eligieron a un falso arzobispo e
hicieron que Atanasio tuviera que irse de la nación por ocho años. Se
fue a Roma y allá el Sumo Pontífice se declaró a su favor. (Una de las
calumnias que le inventaban era que él había matado a un obispo, y
presentaban el brazo cortado del tal obispo. San Atanasio supo dónde
tenían escondido al obispo aquel y se fue y se lo trajo y cuando ya lo
iban a condenar por ese homicidio les presentó al tal muerto, bien vivo
y muy lleno de salud y con ambos brazos).
El emperador Cosntante, que era arriano, expulsó a la fuerza otra vez a Atanasio, porque defendía que Cristo sí es Dios. Y el santo tuvo que estarse escondido seis años entre los monjes del desierto. En estos años escribió sus mejores obras y llegó a una gran santidad.
Al morir Constante, volvió Atanasio a Alejandría, pero poco después
subió al trono un apóstata, renegado, llamado Juliano y lo desterró
también. (Cuando la policía de Juliano lo iba persiguiendo por el Río
Nilo, el santo que iba disfrazado de campesino hizo devolver su
embarcación, y al encontrarse con los perseguidores, éstos le
preguntaron: "¿Ha pasado por aquí Atanasio? ¿Estará muy lejos?". Y él
les respondió: "Sí, pasó hace poco rato y no está lejos". Los otros
siguieron río arriba, y no lograron reconocerlo). Al morir Juliano, ya
pudo volver el obispo otra vez a Alejandría.
Y llegó un nuevo emperador, Valente, el cual decretó otra vez que
Atanasio debía ser desterrado. El santo se refugió en una casa de las
afueras de la ciudad, cerca del sepulcro de su padre, y allí estuvo
escondido por cuatro meses, durante los cuales escribió una biografía
que se ha hecho famosa: La Vida de San Antonio Abad. Pero luego el
emperador, por miedo a que en Alejandría estallara alguna revolución,
porque los católicos estaban cansados de tanto ver perseguir a su
arzobispo, decretó que podía volver otra vez a la ciudad. Y en los
últimos siete años ya nadie lo volvió a desterrar. Había estado
desterrado por 17 años, en sus 5 destierros.
San Atanasio fue el obispo más famoso de su siglo.
Tuvo
que vivir en una época sumamente difícil y combatir a enemigos muy
peligrosos y traicioneros que pretendían quitarle a la religión
católica una verdad fundamental que es la que enseña que Jesucristo sí
es Dios. En sus 45 años de sacerdocio no dejó nunca de predicar
en favor de Jesucristo. Por eso se dice que después de los apóstoles en
la antigüedad quizá ninguno contribuyó más que Atanasio a hacer amar a
Jesucristo.
Dice un obispo de su tiempo: "Cuando murió el obispo Alejandro, el
pueblo se reunió en el templo durante tres días y gritaba que deseaba
por obispo a Atanasio porque les parecía el más santo de los candidatos a
obispo". Es que ya desde joven tenía fama de ser santo. Su vida fue un
calvario: cinco reyes lo desterraron, pero jamás ninguno logró conseguir
que dejara de proclamar que Cristo sí es Dios y que la divinidad de
Jesús es la razón de nuestra esperanza.
Atanasio fue el campeón de la libertad de la iglesia frente a los
poderes civiles que pretendían meterse en lo religioso que a ellos no
les pertenece. Tenía temple de luchador, y se enfrentaba sin miedo a
cuantos trataban de negar las verdades de la religión católica. Pero a
la vez cumplía lo que decía Jesús: "Sean prudentes como serpientes", y
cuando veía que sus adversarios le tenían trampas preparadas, huía muy a
tiempo antes de caer en sus garras. Algunas de sus fugas fueron
espectaculares. Cuando ya los enemigos se imaginaban que caería en sus
garras, él aparecía en otros sitios muy distantes escribiendo y
hablando en favor de Cristo y previniendo a los creyentes para que no se
dejaran engañar de los herejes.
Hablaba un lenguaje totalmente claro y franco y no iba con
rodeos cuando había que defender la verdadera fe. Al pan lo llamaba pan y
al vino, vino, gustara o no gustara a los enemigos de la religión.
Cuando Dios le señala a una persona un oficio muy especial en su
Iglesia le concede una personalidad apropiada para el oficio que va a
tener que desempeñar. A Atanasio le concedió un temperamento heroico y a
la vez le fue alimentando su gran personalidad permitiéndole que en
cada destierro lograr ir al desierto o a otros sitios alejados a
meditar, a rezar, a estudiar y a prepararse para sus futuros combates.
De uno de sus perseguidores, Juliano el apóstata, se dice que le
preguntó por burla a un carpintero católico: "¿Qué está haciendo en el
cielo su jefe el Carpintero de Nazareth?". Y que el creyente le
respondió: "Está fabricando ataúdes para los que se oponen a su santa
religión". Y se cuenta también que Juliano al morir atravesado en una
batalla, se arrancó la flecha que lo hería y murió mirando al cielo y
diciendo: "Venciste Galileo". En cambio San Atanasio al terminar su
existencia pudo exclamar gozoso: mi vida fue un calvario. Me
persiguieron pero no pudieron conmigo. Te acompañé en esta vida en tu
Pasión Dolorosa, ahora espero acompañarte en tu gloria en la Vida
Eterna.
Murió el 2 de mayo del año 373, a los 76 años.
Dijo Jesús: "A quien se declare a mi favor ante la gente de
este mundo, yo me declararé a su favor ante mi Padre Celestial y sus
ángeles".
Hondo saber de Dios fue vuestra ciencia
Hondo saber de Dios fue vuestra ciencia.
su espíritu de verdad os dio a beberla
en la Revelación, que es su presencia
en velos de palabra siempre nueva.
su espíritu de verdad os dio a beberla
en la Revelación, que es su presencia
en velos de palabra siempre nueva.
Abristeis el camino para hallarla
a todo el que de Dios hambre tenía,
palabra del Señor que, al contemplarla,
enciende nuestras luces que iluminan.
a todo el que de Dios hambre tenía,
palabra del Señor que, al contemplarla,
enciende nuestras luces que iluminan.
Saber de Dios en vida convertido
es la virtud del justo, que, a su tiempo,
si Dios le dio la luz, fue lo debido
que fuera su verdad, su pensamiento.
es la virtud del justo, que, a su tiempo,
si Dios le dio la luz, fue lo debido
que fuera su verdad, su pensamiento.
Demos gracias a Dios humildemente,
y al Hijo, su verdad que a todos guía,
dejemos que su Luz, faro esplendente,
nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.
y al Hijo, su verdad que a todos guía,
dejemos que su Luz, faro esplendente,
nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.
Dios todopoderoso y eterno, que suscitaste a san Atanasio como
preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, haz que nosotros,
iluminados por sus enseñanzas y ayudados por sus ejemplos, crezcamos en
tu conocimiento y en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén.
Artículo publicado originalmente por evangeliodeldia.org
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