Hoy las lecturas hablan de una vocación de servicio: “La
propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno
de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y
Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y
ellos les impusieron las manos orando”. Los eligieron para servir. Un camino.
La vocación es siempre una llamada a amar más. Un camino para
dar la vida. La vocación de Jesús a cada uno es una llamada a vivir en
Él. Mi verdad, mi camino, mi vida. Si vivo en Él es todo más fácil. Si me alejo me acabo secando.
Miro a María y le pido que me ayude a vivir en Jesús como lo hizo Ella: “¡Ella
se confiesa partidaria de Cristo! Si no, no habría estado al pie de la
cruz mientras la rodeaban los enemigos que estaban en contra del Señor.
Ella y también los otros, san Juan y las otras piadosas mujeres bajo la
Cruz, todos fueron fieles al Señor, creyeron en Él, creyeron en su
misión.
María cree. Jesús es su camino. También es el mío. Quiero ser fiel a esa llamada a servir en Él, a amar desde Él.
Hoy Felipe muestra sus dudas: “Felipe le dice:
-Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le replica: -Hace tanto
que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí
ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: – Muéstranos al Padre? ¿No crees que
Yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Os lo aseguro: el que cree en
mí, también él hará las obras que Yo hago, y aún mayores”.
Felipe no sabe que Jesús refleja el rostro del Padre. En Jesús está
la meta de mi camino. Está el camino mismo. Jesús le reprocha que no le
conoce. Es duro con él. Tanto tiempo a su lado y no lo conoce.
A veces puedo pasar mucho tiempo al lado de una persona sin conocerla. Creo que la conozco. La juzgo. Opino sobre las decisiones que toma. Hablo de ella. La condeno o la alabo. No importa.
Todo lo hago creyendo que la conozco de verdad. Pero no es así. No la
conozco del todo. Me he quedado en la superficie de su vida. Juzgo sus
actos, sus opiniones, sus comentarios. Me quedo con la amargura que
mostró un día, o con la pena que dejó ver otro.
Me quedo con su mirada superficial en una ocasión. Con sus tensiones.
Con su debilidad. Me detengo en su pecado y no se me ensancha la mirada
dentro de su alma.
Felipe era frágil. No conocía a Jesús del todo. No veía a Dios en Él,
el poder de la misericordia del Padre. Tanto tiempo con Él. Tres años
caminando juntos, soñando juntos, vibrando juntos en una misma vida.
Quiero conocer de verdad a los que amo, a aquellos
con los que comparto la vida. Quiero conocer hasta el fondo del alma,
sin quedarme en la apariencia. Quiero conocer a Jesús.
Me daría pena que Jesús dijera eso de mí. Que le da pena que no le
conozca. Jesús que me quiere y me conoce hasta lo más hondo de mi ser.
Jesús que ha venido a buscarme a mi vida. Y yo no lo conozco. Y no sé
bien dónde me lleva. Y me turba el camino que sigo.
Y proyecto en Él una falsa imagen de Dios. Porque
Dios es misericordia. Es verdad que llevo mucho tiempo con Él, pero no
lo conozco hasta el fondo. No lo amo en sus entrañas. No me pongo en
camino en Él. Su camino. No descanso en medio de sus llagas. Quiero
hacerlo.
Quiero conocer más a Jesús. Y si creo más en Él, podré hacer sus
obras, aún mayores. Eso me cuesta creerlo. Pero si tengo la fe de un
niño será posible. Podré hacer milagros en su poder. Porque mi camino es el suyo.
Carlos Padilla
Aleteia