Cuidarse del pecado de resistirse al Espíritu Santo pero también
estar siempre abiertos a las sorpresas de Dios. Es lo que afirmó el papa
Francisco en la misa de la mañana de este lunes en la Casa de Santa
Marta, centrada en la página de los Hechos de los Apóstoles que cuenta
sobre el enfrentamiento entre san Pedro y la primera comunidad cristiana
respecto a la apertura a los paganos en la Iglesia.
El Espíritu Santo mueve a la Iglesia, hace mover a la comunidad
cristiana. El papa Francisco subrayó esta verdad que vemos
particularmente en la lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Dios siempre nos sorprende porque es un Dios vivo y camina con nosotros
El Espíritu Santo, afirmó, hace milagros, cosas nuevas y “algunos probablemente tenían miedo de estas novedades de la Iglesia”.
“El Espíritu es el don de Dios, de este Dios, Padre nuestro, que siempre nos sorprende. El Dios de las sorpresas…
¿Por qué? Porque es un Dios vivo, es un Dios que habita en nosotros, un
Dios que mueve nuestro corazón, un Dios que está en la Iglesia y camina
con nosotros y en este camino nos sorprende siempre. Y así como Él ha
tenido la creatividad de crear el mundo, tiene la creatividad de crear
cosas nuevas todos los días. El Dios que nos sorprende”.
Esto, observó, puede crear “dificultades” como sucedió para Pedro que
fue objetado por los demás discípulos porque habían sabido que “también
los paganos habían acogido la Palabra de Dios”. Para ellos, subrayó,
Pedro había ido muy lejos y le reprocharon porque, según ellos, era “un
escándalo” hasta al punto de decirle: “Tú, Pedro, la piedra de la Iglesia. ¿A dónde nos llevas?”.
No resistir al Espíritu Santo, invocando el “siempre se ha hecho así”
Pedro, recordó el Papa, cuenta su visión, “una señal de Dios” que le
hace “tomar una decisión valiente”. Pedro, reafirmó, “es capaz de acoger
la sorpresa de Dios”. Frente a tantas sorpresas del Señor, “los
apóstoles deben reunirse y discutir y llegar a un acuerdo” para realizar
“el paso hacia adelante que el Señor quiere”.
“Siempre, desde los tiempos de los profetas, hasta el día de hoy existe el pecado de resistirse al Espíritu Santo: la resistencia al Espíritu.
Y este es el pecado que reprocha Esteban precisamente a los miembros
del Sanedrín: ‘Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como
hicieron vuestros padres’. La resistencia al Espíritu Santo. ‘No:
siempre ha sido así, y debe hacer así ‘ . No vengas con estas novedades,
Pedro; estáte tranquilo… tómate una pastilla y cálmate esos nervios…
Estáte tranquilo… Es la cerrazón a la voz de Dios. Y el Señor, en el
Salmo, le habla a su pueblo: “No endurezcáis vuestro corazón como
vuestros padres”.
Pedir la gracia del discernimiento para distinguir el bien del mal
El Señor -afirmó Francisco dirigiendo el pensamiento al Evangelio del
día centrado en el Buen Pastor- siempre nos pide que no endurezcamos
nuestro corazón.
“Lo que el Señor quiere -dijo- es que hay otros pueblos ” otros
rebaños “que no pertenecen, pero habrá un sólo rebaño y un solo
pastor”… estos que eran juzgados como paganos, “como condenados”,
continuó, incluso cuando se volvían creyentes eran considerados
“creyentes de segunda clase: nadie lo decía, pero era de hecho”.
“La cerrazón, la resistencia al Espíritu Santo; esa frase que encierra siempre, que te detiene: ‘Siempre ha sido así’. Y esto mata.
Esto mata la libertad, mata la alegría, mata la fidelidad al Espíritu
Santo que siempre actúa hacia adelante, llevando hacia adelante a la
Iglesia”, señaló.
“Pero ¿cómo puedo yo saber si algo es del Espíritu Santo o de la
frivolidad, del espíritu del mundo, o del espíritu del diablo? ¿Cómo?
Pidiendo la gracia del discernimiento. El instrumento que el mismo
Espíritu nos da es el discernimiento. Discernir, en
cualquier caso, cómo hacer. Es lo que hicieron los apóstoles: se
reunieron, hablaron y vieron que ese era el camino del Espíritu Santo.
En cambio, quienes no tenían este don o no habían orado para pedirlo, se
quedaron cerrados y quietos”.
Las verdades de la Iglesia van adelante y se desarrollan con el tiempo
Nosotros cristianos, prosiguió, tenemos entre las muchas novedades
“saber discernir, discernir una cosa de la otra, discernir cuál es la
novedad, el vino nuevo que viene de Dios, cuál es la novedad que viene
del espíritu del mundo y cuál es la novedad que viene del diablo”.
“La fe – añadió – no cambia nunca. La fe es la misma. Pero está en
movimiento, crece, se expande”. Y citando a un monje de los primeros
siglos, san Vincenzo de Lerino, el Papa subrayó que “las verdades de la
Iglesia van adelante: se consolidan con los años, se desarrollan con el
tiempo, se profundizan con la edad, para que sean más fuertes con el
tiempo, con los años, se expandan con el tiempo y sean más elevadas con
la edad de la Iglesia”.
“Pidamos al Señor -fue su invocación final- la gracia del
discernimiento para no equivocarnos de camino y no caer en la
inmovilidad, en la rigidez, en la cerrazón del corazón”.
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