El papa Francisco dijo venir a Milán como ‘sacerdote’ y acogido por la Virgen María desde la cima del Duomo. Así, lo primero que hizo fue visitar a tres familias humildes que viven en apartamentos en las ‘Casas Blancas’ ubicadas en el barrio Forlanini, hora 8.30, periferia de la ciudad símbolo de la moda y el lujo en Italia este sábado 25 de marzo de 2017.

El Pontífice eligió la periferia para entrar en Milán. Tomó café, conversó, abrazó a los miembros de cada familia. Tres historias distintas; un enfermo postrado en la cama desde 2013 y su esposa que le hace de enfermera y amiga; una familia musulmana marroquí con una hija adolescente y dos más chicos; y una pareja de ancianos, la mujer ciega y su esposo enfermo de cáncer, muy católicos y que miran la misa todos los días por televisión.
Francisco subió el cuarto piso del edificio. Allí le esperaban en el n. 38, Dori, Falcone y Lino Pasquale de 57 y 59 años. Casados civilmente hace 38 años. Lino en su juventud tuvo problemas de alcoholismo y, un accidente le ha dejado un problema de epilepsia. Enfermo grave ya no se puede mover. Dori ha recibido al Papa con la alegría de un regalo que paga sus noches en vela y el compromiso de asistir a su marido 24 horas al día.

Sucesivamente, Francisco se ha dejado hacer un selfie por Nada, 17 años, hija del matrimonio marroquí; MLhoual Abdel Karim y su esposa, Tadane Hanane.

El Papa tomó una bebida caliente con ellos y algunos dulces en su pequeña cocina del apartamento no. 40 del segundo piso.

Los niños de la familia musulmana miraban con curiosidad a ese señor vestido de blanco. Pero, Jinane, 10 años y Mahmoud, 6 años, poco a poco tomaron confianza y se acercaron. La familia tiene un vinculo con la parroquia de la zona, donde hay una escuela de árabe. Hanne enseña árabe a las mujeres musulmanas y sus hijos más pequeños participan a actividades después de la escuela en la parroquia.

Francisco también llevó esperanza con su presencia a la familia Oneta-Agogini, quienes viven en el tercer piso, apartamento no, 32, del mismo edificio. Oneta, Nuccio, 82 años, y Agogini, Adele, 81 años. Un matrimonio unido desde hace 61 años. Dos ancianos muy católicos y colaborativos con su parroquia. Adele escuchó al Papa con la máxima atención. Ella ya no puede ver y hace tres días estaba internada en un hospital. Francisco la llama y le da coraje, además de asegurarle su oración y cercanía.

Nuccio, en cambio, combate con un cáncer en la garganta. Sin embargo, ambos no olvidarán el día de hoy; entre sorpresa, gracia y alegría.
Aleteia
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