“La santidad del sacerdote se da, en el propio ejercicio ministerial”
Santiago Bohigues Fernández es Director del Secretariado del Clero de la Conferencia Episcopal. Con motivo de su participación en un encuentro con los sacerdotes de Plasencia, la publicación quincenal diocesana le ha formulado unas preguntas.
¿Por qué habla sobre las virtudes naturales del sacerdote?
Santiago Bohigues Fernández es Director del Secretariado del Clero de la Conferencia Episcopal. Con motivo de su participación en un encuentro con los sacerdotes de Plasencia, la publicación quincenal diocesana le ha formulado unas preguntas.
¿Por qué habla sobre las virtudes naturales del sacerdote?
Este tema fue elegido por D. Leopoldo Hueso Muñoz, delegado episcopal para el Clero; está dentro de la formación permanente que la delegación ofrece a todos los sacerdotes de Plasencia este año. Profundizar en la humanidad de los sacerdotes bajo la mirada misericordiosa de Jesucristo, es siempre oportuno y necesario.
¿Cuáles son las virtudes naturales de un sacerdote?
Ciertamente las virtudes humanas de Jesucristo… ¿y cuáles tendrían que ser en los tiempos actuales?, ¿qué habría que tener en cuenta hoy, para servir mejor al pueblo de Dios? Yo las he formulado en diez propuestas: 1. Abiertos a la realidad: conocerla y aceptarla. 2. Dominio de sí mismo: reconocer y dominar los sentimientos y las emociones. 3. Cercanía con las personas: capacidad de escucha y de diálogo. 4. La importancia de la soledad del testigo. 5. Críticos con el consumismo y el individualismo de la vida. 6. Búsqueda de valores auténticos. 7. Aprender el arte de amar. 8. Verificar una madurez suficiente. 9. Asumir la responsabilidad de la propia vida. 10. Tener conciencia de los propios límites.
¿Cómo se pueden llevar a la práctica esas virtudes?
Amar a los hombres en el amor de Dios: la espiritualidad se vive en la humanidad de cada uno, asumiendo la grandeza del ministerio sacerdotal. La santidad del sacerdote se da, en el propio ejercicio ministerial: madurar como personas para ser pastores (objetividad, proporcionalidad y coherencia). Mucho cuidado con el voluntarismo o con el espiritualismo desencarnado. En el trato con los hombres y en la vida de cada día, el sacerdote debe acrecentar y profundizar aquella sensibilidad humana que le permite comprender las necesidades y acoger los ruegos, intuir las preguntas no expresadas, compartir las esperanzas y expectativas, las alegrías y los trabajos de la vida ordinaria; ser capaz de encontrar a todos y dialogar con todos. Sobre todo conociendo y compartiendo, es decir, haciendo propia la experiencia del dolor en sus múltiples manifestaciones, desde la indigencia a la enfermedad, de la marginación a la ignorancia, a la soledad, a las pobrezas materiales y morales, el sacerdote enriquece su propia humanidad y la hace más auténtica y transparente en un creciente y apasionado amor al hombre.
¿Están de acuerdo los sacerdotes con las virtudes que usted propone?
Está conferencia ha sido muy bien acogida por los sacerdotes de Plasencia, que el 4 de febrero acudieron a la Formación Permanente en el Obispado. El próximo día 25 de febrero la repetiré en Trujillo a los sacerdotes que se reú nan allí. Si no aceptamos nuestra humanidad, no se puede dar divinidad; sin Encarnación no hay Redención; no se puede llegar al corazón del hombre, si no es a través del corazón humano-divino de Jesucristo.
¿Cuáles son las virtudes naturales de un sacerdote?
Ciertamente las virtudes humanas de Jesucristo… ¿y cuáles tendrían que ser en los tiempos actuales?, ¿qué habría que tener en cuenta hoy, para servir mejor al pueblo de Dios? Yo las he formulado en diez propuestas: 1. Abiertos a la realidad: conocerla y aceptarla. 2. Dominio de sí mismo: reconocer y dominar los sentimientos y las emociones. 3. Cercanía con las personas: capacidad de escucha y de diálogo. 4. La importancia de la soledad del testigo. 5. Críticos con el consumismo y el individualismo de la vida. 6. Búsqueda de valores auténticos. 7. Aprender el arte de amar. 8. Verificar una madurez suficiente. 9. Asumir la responsabilidad de la propia vida. 10. Tener conciencia de los propios límites.
¿Cómo se pueden llevar a la práctica esas virtudes?
Amar a los hombres en el amor de Dios: la espiritualidad se vive en la humanidad de cada uno, asumiendo la grandeza del ministerio sacerdotal. La santidad del sacerdote se da, en el propio ejercicio ministerial: madurar como personas para ser pastores (objetividad, proporcionalidad y coherencia). Mucho cuidado con el voluntarismo o con el espiritualismo desencarnado. En el trato con los hombres y en la vida de cada día, el sacerdote debe acrecentar y profundizar aquella sensibilidad humana que le permite comprender las necesidades y acoger los ruegos, intuir las preguntas no expresadas, compartir las esperanzas y expectativas, las alegrías y los trabajos de la vida ordinaria; ser capaz de encontrar a todos y dialogar con todos. Sobre todo conociendo y compartiendo, es decir, haciendo propia la experiencia del dolor en sus múltiples manifestaciones, desde la indigencia a la enfermedad, de la marginación a la ignorancia, a la soledad, a las pobrezas materiales y morales, el sacerdote enriquece su propia humanidad y la hace más auténtica y transparente en un creciente y apasionado amor al hombre.
¿Están de acuerdo los sacerdotes con las virtudes que usted propone?
Está conferencia ha sido muy bien acogida por los sacerdotes de Plasencia, que el 4 de febrero acudieron a la Formación Permanente en el Obispado. El próximo día 25 de febrero la repetiré en Trujillo a los sacerdotes que se reú nan allí. Si no aceptamos nuestra humanidad, no se puede dar divinidad; sin Encarnación no hay Redención; no se puede llegar al corazón del hombre, si no es a través del corazón humano-divino de Jesucristo.
AgenciaSIC