“Permanecerán siempre indelebles en nuestra mente y en nuestro corazón las imágenes de los niños ahogados en el mar, víctimas de la falta de escrúpulos de los hombres”, dijo el papa Francisco a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede este lunes 11 de enero.

“El reto principal que nos espera es, sin embargo, el de vencer la indiferencia para construir juntos la paz, que es un bien que hay perseguir siempre”, destacó.

En la Sala Regia del Palacio Apostólico del Vaticano, el Papa realizó su acostumbrado saludo de inicio de año en el que renovó la “plena disponibilidad de la Secretaría de Estado” para colaborar con los diplomáticos en el “diálogo constante” para el bien “de toda la comunidad internacional”.
En este contexto, lamentó “la arrogancia de los poderosos que, con fines egoístas o cálculos estratégicos y políticos, instrumentalizan a los débiles y los reducen a objetos”. Igualmente, los indicó como “Judas” que venden a su propio hermano.

Así, constató que “allí donde una migración regular es imposible, los emigrantes se ven obligados a dirigirse, ordinariamente, a quienes practican la trata [trafficking] o el contrabando [smuggling] de seres humanos, a pesar de que son, en gran parte, conscientes del peligro que corren de perder durante la travesía sus bienes, su dignidad e incluso la propia vida”.

El Pontífice denunció que “gran parte de las causas que provocan la emigración se podían haber ya afrontado desde hace tiempo. Así, se podrían haber evitado o, al menos, mitigado sus consecuencias más crueles”.

De esta manera, volvió a reprochar “el comercio de armas, el abastecimiento de materias primas y de energía, la inversión, la política financiera y de ayuda al desarrollo, hasta la grave plaga de la corrupción”.

“Somos conscientes de que, con relación al tema de la emigración, se necesitan establecer planes a medio y largo plazo que no se queden en la simple respuesta a una emergencia”, constató.

El Pontífice exhortó a un plan más a largo plazo para la “integración de los emigrantes en los países de acogida y, al mismo tiempo, favorecer el desarrollo de los países de proveniencia, con políticas solidarias”.

En su alocución realizó un balance de los desafíos que esperan a la humanidad entre las guerras, la persecución religiosa, la amenaza de la bomba atómica, el terrorismo internacional, el fundamentalismo y el cuidado del planeta, entre otras pruebas.

Francisco lamentó el perpetuarse de la violencia en varias zonas del mundo y pidió un “decidido compromiso común contra la cultura del descarte”.

Bergoglio en su mensaje enfatizó salir del individualismo y ayudar a los débiles y detener la migración forzada, al mismo tiempo que enumeró sus viajes apostólicos de 2015 que tuvieron como tema común la misericordia y celebró la firma de algunos acuerdos internacionales en materia nuclear o del cambio climático.

Entretanto invitó a proteger a las personas que “lloran huyendo de guerras espantosas”. Sucesivamente, mencionó las persecuciones, las violaciones de los derechos humanos, las barbaries cometidas contra personas indefensas (niños y discapacitados), o el martirio por el simple hecho de su fe religiosa.

De igual manera, señaló la miseria, el hambre, la salud y la educación como problemas y necesidades de nuestro tiempo.

“¿Cómo no ver en todo esto el fruto de una ‘cultura del descarte’ que pone en peligro a la persona humana, sacrificando a hombres y mujeres a los ídolos del beneficio y del consumismo? Es grave acostumbrarse a estas situaciones de pobreza y necesidad, al drama de tantas personas, y considerarlas como normales”, indicó.

“Sin olvidar otras situaciones dramáticas -y pienso particularmente en la frontera entre México y los Estados Unidos de América, a la que me acercaré el próximo mes cuando visite Ciudad Juárez-, quisiera dedicar una especial reflexión a Europa”, expresó.

Con relación al flujo masivo de refugiados en Europa, aceptó que estos a veces se vuelven “una carga difícil de soportar”.

Sin embargo, invitó a ayudar a los países comprometidos en primera línea en la ayuda a los refugiados y confió en que Europa logre encontrar un “justo equilibrio entre el deber moral de tutelar los derechos de sus ciudadanos y el de garantizar la asistencia a los emigrantes”.

Deseó que la primera Cumbre Humanitaria Mundial convocada por las Naciones Unidas para el próximo mes de mayo sea una oportunidad para terminar “con la cultura del descarte” y que se defienda la vida humana.

Por otro lado, pidió que la religión no sea usada en función del poder; “el extremismo y el fundamentalismo se ven favorecidos”, constató.

“Sólo una forma ideológica y desviada de religión puede pensar que se hace justicia en nombre del Omnipotente masacrando deliberadamente a personas indefensas, como ocurrió en los sanguinarios atentados terroristas de África, Europa y Oriente Medio”, aseveró.

El Papa evocó además sus viajes internacionales de 2015, el último a República Centroafricana donde abrió la Puerta Santa, una nación lacerada por la violencia fratricida donde se ha logrado una cierta estabilidad política. También recordó su presencia en Bosnia Herzegovina, en Bolivia, Ecuador y Paraguay, Cuba y Estados Unidos.

Otros lugares ‘calientes’ estuvieron en la preocupación del Obispo de Roma, quien espera una solución en Corea del Norte y a la amenaza de un conflicto atómico.

Además mencionó el Golfo Pérsico, La República Centroafricana, Congo, Sudán del Sur, Siria, Chipre y Ucrania. Y aplaudió la voluntad de paz del pueblo colombiano, que espera contagie también a israelíes y palestinos.

El “diálogo” – señaló – es “el mejor antídoto contra el individualismo, tan extendido en la cultura de nuestro tiempo”.

La Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con 180 Estados. En este sentido, se suma la Unión Europea, el Soberano Orden Militar de Malta, así como la Misión permanente del Estado de Palestina.

El 4 de junio 2015, la Santa Sede se convirtió en Observadora ante la Comunidad caribeña (CARICOM). Las Cancillerías de Embajadas con sede en Roma son 86.
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